Revolucion en lo militar

Como siempre la oposición, fuera de contexto, ha colocado el tema de la defensa nacional en el marco de un fundamentalismo asociado a un anticomunismo que hoy no esta presente en la política internacional. Un hecho que coloca sus acciones como extemporáneas. El gran debate político de la actualidad contrapone el papel de un mercado globalizador, protegido por una policía internacional controlada por el Imperio, con él del Estado, preservado por sus instituciones de defensa, en cuanto se refiere a la conservación del orden social. Es una polémica que enfrenta el pluralismo cultural y la autonomía de los pueblos a la aculturación de la humanidad y su sometimiento a una autoridad definida por el poder acumulado gracias a la eficiencia administrativa de un sistema de gobierno que concentró en un país la mayor parte de la plusvalía social. Es una conducta con la cual se autosegregan del debate político contemporáneo, manteniéndolo en el ámbito internacional, mientras en el interno sólo generan indiferencia en sus potenciales seguidores y antagonismo de la mayoría que apoya al régimen. Claramente la política de defensa militar adelantada por el gobierno se encamina hacia la protección del Estado como institución jurídico-política que representa una nación y un país que se han configurado mediante un proceso de integración social y económica a lo largo de 5 siglos. Y, obviamente, como lo demandan la tradición republicana de esta sociedad y las propias circunstancias vinculadas a su poder relativo en el contexto internacional, esa política responde a una estrategia militar totalmente defensiva. Ella no persigue la utilización de la fuerza como medio para lograr objetivos en el entorno externo, como tampoco se esta usando, con su capacidad coercitiva, en el marco de la política interna.

Incuestionablemente es una revolución en nuestro campo militar. Se esta pasando de un estatus estamental – casi de casta – que caracterizaba la Institución para la defensa militar del Estado, a un concepto integral que incluye a todos sus ciudadanos sin excepción. Fehacientemente ella se ubica en la preferencia por la política, centrada en el Estado, sobre el comercio focalizado en el mercado. Y el motivo de la controversia no es una adquisición de armas – ninguna con carácter ofensivo – que por su volumen y tecnología no representan ninguna amenaza para nadie y, menos para una superpotencia. La razón fundamental estriba en el desarrollo de las reservas nacionales que ha sido colocado como primera prioridad en el diseño de la defensa de la nación. No se trata de una innovación. Ellas han estado previstas en nuestro ordenamiento jurídico sobre la materia desde el siglo pasado De hecho las capacidades militares de los estados modernos han descansado básicamente en sus reservas y sus habilidades para la movilización económica. Más aun la democracia interna y el desarrollo armónico de los pueblos han estado fuertemente condicionados, como se ha reconocido desde el siglo XIX, a la existencia de esta institución en el marco mayor de la estructura para la defensa del Estado. Mientras es más fuerte su presencia en el ámbito militar es más débil la probabilidad de asociaciones entre el mundo castrense y otros sectores de poder, para usurpar el ejercicio del gobierno. El General Dwigh Eisenhower, al abandonar la presidencia de su país, ya alertaba sobre el peligro para la democracia de lo que llamó el complejo militar-industrial, como consecuencia del predominio de una casta militar profesionalizada, asociada a los intereses de un sector empresarial con ambiciones de controlar un mercado planetizado. Un hecho que estuvo presente aquí en el Pacto de Punto Fijo que asociaba la cúpula militar con las correspondientes a los partidos políticos, los grupos empresariales y sindicales y al alto clero.

En la discusión con los antagonistas externos, ellos argumentan el desarrollo exponencial del poder militar venezolano debido a este hecho. Lo cual es cierto. Lo que es falso es la insinuación de que tal incremento represente una amenaza para la paz regional. Lo amenazante no nace del potencial humano que actual o viablemente tiene una fuerza militar. Ello se origina en la tecnología que usa. Lógicamente es más amenazante un portaaviones nuclear que 100 mil efectivos de infantería de reserva. Como resulta también falsa la afirmación que hacen los adversarios internos en la cual colocan a las reservas como una fuerza militar antagónica de las activas movilizadas, equipadas con material de tecnología avanzada. Ciertamente establecen un balance entre las tendencias corporativistas, presentes en las unidades de combate profesionalizadas, y las democráticas existentes en las reservas. Pero no actúan como enemigas. Este cuadro sólo ocurriría, afectando no solamente la relación entre dos partes del mismo conjunto, sino entre las partes internamente, en el caso de una guerra civil. Un hecho cuya responsabilidad estaría en los hombros del liderazgo nacional y de la ciudadanía en general.


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Alberto Müller Rojas


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