1932-2012: A 80 años de: Romulo Betancourt Dixit

“Con quien estamos y contra quien estamos”

Los tiempos son duros pero modernos

(Proberbio Italiano)

En 1995 en tierras Argentinas, Jacques Derrida organizó una interesante conferencia titulada “Historia de la mentira: prolegómenos”. En la misma desplegó argumentos acerca de la fabulación, los fantasmas y el problema de mentira bajo las nuevas condiciones del capitalismo tele-mediático, e incluso reflexionando sobre cómo la mentira política es solidaria con los despotismos de todos los pelajes. Veremos su estricta relación con el papel de las promesas, con los enunciados realizativos y con aquella historia del error, o la historia del “mundo verdadero”, que dibujo el propio Nietzsche, en su particular “filosofía de la sospecha”.

Adicionalmente, hace ya cierto tiempo, hurgando en las relaciones entre las lecturas abiertas de Marx, los procesos ideológicos y sus aspectos semio-lingüisticos, nos topamos con aquella Crítica de la Razón Cínica de Peter Sloterdijk, donde establecía momentums de la crítica ideológica:

“El malestar de la cultura ha adoptado una nueva cualidad: ahora se manifiesta como un cinismo universal y difuso. Ante él, la crítica tradicional de las ideologías se queda sin saber que hacer y no ve donde habría que poner en la conciencia cínicamente lucida el resorte para la ilustración. El cinismo moderno se presenta como aquel estado de conciencia que sigue a las ideologías naïf y a su ilustración. El agotamiento manifiesto de la crítica de la ideología tiene en él su base real (…) la serie de formas de falsa conciencia que ha tenido lugar hasta ahora: mentira, error, ideología está incompleta. La mentalidad actual obliga a añadir una cuarta estructura: el fenómeno cínico.”

Y añade Sloterdijk: “Cinismo es la falsa conciencia ilustrada. Es la conciencia modernizada y desgraciada, aquella en la que la ilustración ha trabajado al mismo tiempo con éxito y en vano. Ha aprendido su lección sobre la ilustración pero ni la ha consumado ni puede siquiera consumarla”.

En fín, como si ya no hiciera falta una genealogía del error, de la mentira o de las estructuras de falsa conciencia necesarias para la reproducción de la lógica de dominación, se trata ahora de dar cuenta de quienes hacen gala de expreso cinismo: saben lo que hacen, pero lo hacen, porque las presiones de las cosas y el instinto de autoconservación, a corto plazo, hablan el mismo lenguaje y les dicen que así debe ser.

Estas presiones de las cosas y su lenguaje (control de daños, gestión de la percepción, ingeniería mediática de la realidad), nos recuerdan además los últimos acontecimientos protagónicos de la OTAN en Libia y la pregunta terminal que rodea estos episodios de truculencia cínica: ¿Quién manda aquí?.

El “aquí” cosmopolita nos lleva a lo que algunos entrañables amigos han llamado “Imperio”. El cinismo imperial no tiene nada que ocultar, nada que enmascarar, no hay allí lugar para el error ni para mentira alguna, simplemente reiteran de manera cruenta, clara y descarnada quien debe o no ocupar de verdad su lugar en la geometría del mando y la obediencia global, de acuerdo por cierto a quienes, “bombardeando indiscriminadamente”, dicen que así debe ser.  

El “aquí” puede ser Washington, puede ser Paris, puede ser Sirte, puede ser Kabul, puede ser El Cairo, puede ser cualquier lugar llamado por los líderes del Pentagonismo (siguiendo una larga tradición): “nuestro patio trasero”.

De allí que, 80 años después de enunciar uno de los más virulentos discursos contra la geopolítica imperialista contra Venezuela, la cual suponía que nuestro país sería botín codiciado por sus recursos petroleros, “nuestro compatriota” Romulo Betancourt  ofreciera en 1932 toda una gama de promesas contra el bandidaje yanqui, que podriamos evaluar 80 años después, si fueron errores, mentiras, auto-engaños, auto-sugestiones, falsa conciencia o simplemente cinismo. ¿Podrán sus cachorros 80 años después, ya con candidatura para primarias de la llamada MUD, mirarse en el espejo de estas promesas y decir: “Yo prometo”?.

Leámos con detenimiento las “promesas” de Betancourt:

“Ya constituimos, desde aquí y para mañana, el núcleo inicial, consciente de lo que quiere y seguro de lo que podrá hacer, de un partido político revolucionario, de confesa y militante filiación socialista.”.

Continúa Betancourt “(…) perseguimos por vías revolucionarias la destrucción del despotismo, más, destruyendo al mismo tiempo su base social -la alianza capitalista-caudillista. En consecuencia, son nuestros enemigos irreconciliables, en el plano de la acción política, y contra ellos estamos y estaremos: a) La burguesía imperialista internacional, mediatizadora de nuestra economía, y su aliada nativa, la clase nacional de latifundistas y de grandes señores del comercio y de la industria, y b) el caudillaje militar.”

Continua: “En la lucha antimperialista, ya tenemos hoja de servicios. Militantes activos de esa lucha hemos sido en las Antillas, en la América del Centro y en la del Sur; y de esa actuación cumplida conservamos un bagaje de experiencia y de conocimientos, que de utilidad nos será para la actuación de mañana, ya dentro de Venezuela. El fenómeno de la penetración capitalista internacional en nuestros pueblos de América Latina, y de la dependencia económica y política de ésta de los grandes trusts yanquieuropeos, lo hemos estudiado en los libros y sobre la realidad objetiva, durante estos años de vida andariega por las tres Américas que han sido de laborioso aprendizaje y no de «turismo revolucionario» (…)”

Y para alertar los sentidos: “Contra la burguesía venezolana es esta la primera declaración de guerra, franca y concreta, que hacemos. Confesamos que nos había faltado resolución para romper con ella. Todavía nos ofuscaba el recuerdo de sus pantomimas con el grupo universitario, cuando regresamos del Castillo; aún nos duraba la cándida ilusión que entonces tuvimos de que esa gente era sinceramente revolucionaria. Ya, a esta fecha, la experiencia de cuatro años de activo trajín político y el estudio en que hemos desvelado las horas que el otro trajín —el de la lucha por una situación personal sin ribetes de bohemia y reacia a inspirar lástimas— nos dejó libres, le han dado al grupo un criterio estimativo realista, penetrante. Por eso, hoy vemos diáfanamente cómo en su mayoría, los ricos señores de Venezuela -los mismos que alguna vez se disputaron el trofeo de nuestras boinas, para conservarlas como recuerdo de quienes constituíamos «esperanzas para la patria» carecen de sensibilidad democrática y son explotadores de las clases trabajadoras del país y aliados de ayer, de hoy y de mañana del primer mandón que les garantice impunidad en sus turbias trapisondas.(…) Si contra estos sectores, nativos e injertados en nuestra sociedad insurgimos, si contra lo que signifique, hoy o mañana, arbitrariedad y explotación insurgimos es interpretando lealmente las apetencias populares, las necesidades y anhelos de la multitud. Con ellas estamos. Con las clases explotadas, con el camisa-de-mochila, con el pataen-el-suelo, con las peonadas de los hatos, con los siervos de los latifundios cafetaleros, con los obreros de las petroleras, con los dependientes de las pulperías, con los medianeros de los ingenios, con el pequeño comerciante arruinado por la competencia capitalista, con el pequeño propietario absorbido por la gran propiedad, con el maestro de escuela y demás intelectuales proletarizados que a precios miserables venden su ciencia o sus cuartillas, con los soldados reclutados en leva forzosa, con el empleado público subalterno, con toda clase, en síntesis, integrada por nuestros hombres de músculo o de pensamiento que por salarios de hambre entregan su fuerza de trabajo al gobierno o a los patrones particulares, nacionales o extranjeros.”

Y para que no quede duda: “Serán esas clases trabajadoras, revolucionariamente orientadas, rigurosamente disciplinadas, dignificadas por la conciencia de su destino y por el fanático convencimiento de que la lógica de la historia las señalan como sucesoras de la burguesía en el gobierno de los pueblos, las que, desde el poder, actualizarán nuestras posibilidades nacionales, forjando un tipo de Estado nuevo, antimperialista y socialista, instrumento del pueblo para la realización de la justicia social.”

Como nos recordaba Derrida, mentir sería dirigir a otro una serie de enunciados (constatativos o realizativos) que el mentiroso sabe, en conciencia, en conciencia explícita, temática, actual, que constituyen aserciones total o parcialmente falsas (…) Tales actos intencionales están destinados al otro, a un otro o a otros, para engañarlos, para hacerles creer (aquí la noción de creencia es irreductible, aun cuando permanece oscura) en lo que se ha dicho, cuando por lo demás, se supone que el mentiroso, ya sea por un compromiso explícito, un juramento o una promesa implícita, dirá toda la verdad y solamente la verdad. Lo que aquí cuenta, en primero y en último lugar, es la intención del acto de discurso.

80 años después de aquellos virulentos análisis dialécticos y discursos materialistas de Betancourt sobre el imperialismo yanqui, cuando expresaba:“Que el gobierno yanqui no es «democrático» ni es «grande», sino que esa oligarquía de cuáqueros y de judíos aventureros e inescrupulosos, ha cometido, comete actualmente y está dispuesta a cometer en toda época, los peores actos de bandidaje contra nuestros desorganizados pueblos de América Latina.”; donde planteó la necesidad de forjar un Estado anti-imperialista, socialista, instrumento del pueblo para la realización de la justicia social, quedá de nuevo la duda:

¿Errores, mentiras, falsa conciencia, cinismos?. ¿Qué queda en pie de aquellas promesas dirigidas hacia el mañana por Betancourt, y que hoy borran de su memoria, archivo, registro sus más fieles y desvergonzados seguidores, en todos sus relatos para la acción política?

La respuesta de la historia terminó siendo patética: mendigar apoyo político y dinero “cash” a aquél “gobierno yanqui” que su padre fundador reconocía que: “ha cometido, comete actualmente y esta dispuesto a cometer en toda época, los peores actos de bandidaje contra nuestros desorganizados pueblos de América Latina”.

 

Ademas reconocía dos elementos que llaman a la reflexión aún hoy:

a) “Por estas circunstancias, cuya evidencia es innegable, el imperialismo, cuando inició su asalto contra nuestra riqueza petrolera, se halló con un país económicamente retrasado y con una superestructura política correlativa a ese retraso”.

b) “No es cosa de iniciados, sino que a diario se publica en la prensa de izquierda internacional, en cuenta yanqui, la noticia de que la Standard Oil y demás compañías petroleras con intereses en Venezuela trabajan desembozadamente para integrar con nuestro estado Zulia y con el Catatumbo colombiano una república «independiente», gemela de la de Panamá.”

 

Hablemos con responsabilidad. Año 2012, 80 años después uno podría retomar aquella pregunta tal elocuentemente elaborada por el “revolucionario” Betancourt: ¿Con quienes estamos y contra quienes estamos? ¿Quién promete qué a quienes? ¿Quién garantiza que esas promesas no serán solo palabras, palabras y más palabras? ¿Quién impedirá los peores actos de bandidaje yanki contra nuestros pueblos? ¿Será acaso la MUD, será acaso el GPP? ¿O ninguno?

¿Cuántos “saltos de garrocha” ideológica seguiremos presenciando en la historia de la calamitosa izquierda venezolana? ¿Cuántos repetirán hoy a los cuatro vientos esta retórica anti-imperialista romulera en el seno de la revolución bolivariana o fuera de ella, para terminar luego en los brazos de la derecha y del cinismo imperial?

Para el 2012 no bastan palabras. Sabemos que la MUD es una clara opción de derecha, del FMI-BM y del Pentágono. Pero, ¿existen ciertamente  izquierdas con mejores argumentos y con políticas que logren una efectiva auto-afirmación nacional-popular? ¿Sera el GPP un espacio para parir a nuevas voces, nuevas practicas, nuevas políticas desde una multiplidad de izquierdas inSURgentes?

Después de profundizar en la trayectoria ideológica del “Padre de la Democracia” (con todos sus giros, vueltas, revueltas y morisquetas), y constatar que sus cachorros se entregaron sin resistencia alguna al “beso mortal” (Gonzalo Barrios dixit) del FMI-BM, ¿Cuánto de éste adecaje no sigue siendo parte de la subcultura política de las izquierdas realmente existentes en el país?

No podemos ser “optimistas ingenuos”. Ya candido dijo ser Betancourt. Unos (la vieja izquierda de aparato), repite a los cuatro vientos los estribillos ideológicos del guión estalinista en clave de “leninismo tropicalizado” y de “sectarismo en gotas” (¡Cuánto faltaría de debate sobre sus extravios en el seno de las constelaciones marxistas!), como si nada hubiese ocurrido entre 1917 y 1989, como si la verdadera “teoria revolucionaria” estuviese allí, pristina, disponible, como aquellas ideas platónicas sólo para los iniciados jacobinos y blanquistas, claro está, tan iluminados por su “vanguardismo paupérrimo”.

Otros (la izquierda retórica), hace malabarismos romuleros con “mordidas a la mexicana” y “engordes de prebendas”, para “hacernos creer en lo que se ha dicho, pero que no se ha hecho ni se hará” al mejor estilo adeco, llevándonos a los mismos escenarios de la institucionalizada y desmantelada “Revolución Mexicana”: el Priismo a la venezolana (¿es el PSUV distinto en sus mentalizaciones ideológicas asociadas a la movilidad social al PRI mexicano?) con la consecuente burocratización de la “revolución bolivariana”. Habrá que enseriar entonces la cosa. ¡Al que le caiga, le chupa…!

jbiardeau@gmail.com



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Javier Alfredo Biardeau

Articulista de opinión. Sociología Política. Planificación del Desarrollo. Estudios Latinoamericanos. Desde la izquierda en favor del Poder constituyente y del Pensamiento Crítico

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