Uslar Pietri no pega una

 ¡Qué terrible destino el de las fundaciones culturales venezolanas! En una cantidad significativa, o bien son instrumentos para sacar dinero -a sus asociados o al estado venezolano- en nombre de labores nobles que nunca cumplen. O bien son utilizadas como plataformas de lanzamiento de proyectos políticos y promociones de individualidades afanadas por hacerse diputados, gobernadores o presidentes. Hay excepciones loables, merecedoras de reconocimiento y aplauso; es verdad. Valga como ejemplo la Fundación J. D. García Bacca, dedicada a la difusión de la vida y la obra de tan importante filósofo. Pero el resto encajan en lo dicho y, en algunas casos, su comportamiento es ya ofensivo.

La última víctima ha resultado ser la Fundación Arturo Uslar Pietri. Le han bastado apenas unos meses a un ilustre desconocido -de la cultura y de la política nacionales- para acaparar titulares en la prensa diaria como opinión respetable y de peso sobre cuanto ocurre en el país. Se trata de su presidente quien a nombre de dicha fundación se ha pronunciado sobre los consejos comunales, el servicio militar, las elecciones, el petróleo, la educación, la salud, la alimentación en los colegios, etc., y todo cuanto tenga que ver con la vida política nacional.

Lo primero que uno podría pensar es que esta fundación es en realidad un partido político que discute los problemas del país y en función de la participación colectiva de sus miembros o de su dirección legítima, fija posición sobre los mismos. Luego, a través de su vocero autorizado, las comunica al país. Pero no, por lo que dice uno de los miembros de esa fundación, no saben nada del asunto y sólo se enteran cuando el mencionado señor aparece en la prensa o en la televisión dando sus declaraciones. Es decir, el modus operandi del señor Antonio Ecarri, así se llama el sujeto, es más o menos como sigue: Después de desayunar y echar un vistazo a la prensa diaria, nota que hay ciertas cosas que se destacan y entiende que esas son precisamente las que preocupa al universo de votantes y, de inmediato, por inspiración propia o consulta a algún asesor, organiza un par de denuncias y una idea, convoca a una rueda de prensa, preferiblemente en la sede de la fundación y espeta: “Yo, Presidente de la Fundación Uslar Pietri, denuncio ante el país el comportamiento irresponsable y negligente del gobierno ante la grave situación de la educación y exijo que sean subsanadas estas deficiencias que ocasionan tanto perjuicio a nuestros estudiantes”. Ese mismo día aparece la reseña en la televisión y en los periódicos digitales. Al día siguiente, la prensa escrita publica la misma reseña,  ilustrada con la foto de un joven mofletudo al pie de la cual puede leerse: A. Ecarri, Presidente de la Fundación Uslar Pietri, hace grave denuncia.

Es decir, este señor es un avión: De un solo tiro se raspa las instalaciones de una fundación cultural, el prestigio de un escritor venerable y la plataforma de los medios de comunicación urgidos de alguien que hable mal del gobierno.
Ahora bien, ¿es censurable que el señor Ecarri tenga ambiciones políticas? No, en lo absoluto. Lo censurable es la vía escabrosa con que pretende alcanzarlas: echándole mano a una institución cultural para el beneficio propio; usufructuando recursos institucionales y prestigios intelectuales que no le corresponden. Además, haciendo un gran daño a la figura de Uslar Pietri que, independientemente de las polémicas que generó en su momento, es un indiscutible valor nacional, de merecido reconocimiento en las letras hispanas.

¿Significa que las fundaciones no pueden tener opinión política y deban cruzar los brazos ante algún problema que estiman de particular gravedad? No. También las instituciones tienen derecho a expresar sus opiniones sobre los problemas nacionales. Pero, en estos casos, deben tener una condición básica para que sean respetables: Que esa opinión sea expresión del pensamiento de la mayoría de sus miembros. Además, uno esperaría que fuese producto de la investigación, de la reflexión, de la consulta a sus miembros, de contrastación con los objetivos y principios de la fundación y no la improvisada respuesta a un tema candente de la política diaria.

Es una lástima que una institución que debería estar dedicada al rescate de las obras y el pensamiento de Uslar Pietri, a la promoción de sus aportes a la literatura, a la historia y al pensamiento nacional, a la realización de seminarios y talleres, a la investigación, al afianzamiento de la creación literaria y tantas otras actividades que redundarían en beneficio del país, se convierta en una vulgar oficina de propaganda de un político de baja estofa.
 

rhbolivar@gmail.com



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Rafael Hernández Bolívar

Psicología Social (UCV). Bibliotecario y promotor de lectura. Periodista

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