Yo gobernador: nada me compete

Sólo los necios pueden creer que nosotros cumplimos con lo que prometemos. Comprendan de una vez por todas que somos de la familia política de la derecha, ultraconservadores, partidarios del capitalismo y seguidores del imperio del mal, ese de gran poder que no respeta fronteras y vulnera la soberanía de los pueblos, apagando a fuerza de metralla la voz de miles de seres humanos inocentes. Nuestro firme e inquebrantable propósito en esta tierra de gracia y fronteriza es ejercer el poder y desviar los recursos que nos despachan desde el nivel central hasta agotarlos, así mueran nuestros niños en el Hospital Central. No permitiremos de ningún modo que se acaben los negocios y la corrupción. Desde nuestra campaña electoral dejamos bien claro a viva voz y por escrito, que una vez nos instaláramos en el nuevo edificio de paquete, haríamos hasta lo imposible para seguir gobernando con las mañas de la vieja política, esa de la dulce y deliciosa guanábana.

Así que yo gobernador nada me compete, ni tampoco siento remordimiento de conciencia por nada, ni por la desidia de mi estado Táchira, ni los secuestros, ni las muertes, ni el desempleo, ni la salud, ni las carreteras intransitables, porque lo mío es un sarao, un convite, una parranda, una feria, una fiesta, una reunión de panas, una recepción con brindis de cóctel, un festejo, un espectáculo, una festividad onomástica, una celebración sorpresa, una despedida de soltera, un baby shower. Nada de conmemoraciones, fechas patrias, ni bicentenarios, eso es un atraso a la nueva cultura y tenemos que estar a la altura de los valores ilustrativos y morales de la sociedad imperial. Por ello viajo constantemente a ese país de la “libertad”, donde los pobres no cuentan, los negros no valen porque son considerados como seres inferiores. Allá realmente lo que vale es la gente de cutis dermis-epidermis, los trapos y su gente, los negocios de la alta política.

De verdad, en nuestro partido color verdoso y mazamorrero no logramos entender cómo todavía hay idiotas que fantasean –o añoran tal vez- que las políticas públicas, el gobierno eficaz y eficiente, la justicia social serán el fin supremo de nuestro gobierno. Realmente están bien equivocados, porque si algo le podemos asegurar al colectivo, sin resquicio de duda alguna, que demostraremos que es una gran estupidez creer que para gobernar este estado de líneas trazadas de frontera y alcanzar nuestros ideales, sea necesario la honestidad y la transparencia.

Tan bonito que era este país en los tiempos de la cuarta. Presidentes salidos de la crema y nata del consenso, aprobados por el gran país del norte; las casas de partidos eran verdaderas agencias del “buen vivir,” de buenas comisiones, de contratos archimillonarios. Allí, en sus cenáculos se tomaban las grandes decisiones del Estado, como la de regalar barcos a países que no tenían salida al mar, armar a los grupos contrarrevolucionarios del continente y otros chanchullos, que no se mencionan aquí por pertenecer a las bajas pasiones del ser humano.

Éramos felices y no lo sabíamos. Por eso insisto, yo gobernador nada me compete, nada me incumbe, nada me atañe, nada me concierne, nada me importa, nada me afecta. Lo que si les puedo decir, es que ¡Táchira será Grande! Viva, viva, viva, viva, decía la gente, mientras el helicóptero levantaba vuelo.

eduardojm51@gmail.com


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Eduardo Marapacuto


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