Respuesta a los que llaman “contrarrevolución” a la propuesta socialista de Chávez

El presidente Chávez ha encendido el debate al proponer el socialismo como camino a seguir por la revolución bolivariana. Consideramos que este debate contribuirá a perfilar con mayor nitidez los distintos programas políticos y tendencias existentes dentro del llamado “chavismo”. Por ello no nos ha sorprendido un artículo publicado en Aporrea por Orlando Andrade (Ver El enemigo está adentro), el cual arremete frontalmente contra la propuesta de socialismo hecha por el presidente Chávez.

El señor Andrade afirma que “ese afán por inventar nuestro socialismo ... es un grave error”, concluyendo que hay “algunos que deliberadamente trabajan para destruir nuestra alcanzada libertad”. Este individuo pretende corregir al propio Chávez, al decir que “el presidente Chávez no desea inventar ningún socialismo”. El señor Andrade se hace estas preguntas: “¿Cómo un demócrata puede plantear el socialismo? ¿Acaso no es la democracia el sistema político que mejor atiende lo social?”.

Según Andrade, Chávez simplemente estaría confundido de término, y usa la palabra socialismo en vista de que la palabra democracia la han pervertido los Estados Unidos. Andrade prácticamente le exige a Chávez que no use más el término socialista, y “que no tengamos miedo en llamar las cosas por su nombre”, llamando democracia a esta revolución bolivariana.

Andrade demuestra un profundo desprecio por cualquier tipo de teoría política, afirmando que los grandes cambios en la historia, como los promovidos por Gandhi, Bolívar y Chávez, han carecido de “manifiestos” o programas políticos escritos. Según Andrade, para hacer la revolución “basta con sentencias, proclamas, discursos, decretos y apariciones públicas donde y cuándo sea necesario”. Qué chévere y qué fácil es la revolución, según Andrade.

Finaliza Andrade con un destemplado grito de “!Nunca lo lograrán¡”, refiriéndose a los “revolucionarios extranjeros socialistas y comunistas que sueñan con implantar aquí sus nefastos y fracasados regímenes totalitarios”. Pareciera que eso estuviera dirigido principalmente contra el presidente, pues es Chávez quien ha hablado de socialismo, es Chávez quien ha mantenido permanentemente una relación con el gobierno cubano y especialmente con Fidel Castro, es Chávez quien ha construido un discurso de oposición al capitalismo neoliberal globalizado y de denuncia de las agresiones guerreristas del imperio.

Pareciera que quien está fuera de lugar es el propio señor Orlando Andrade. Se equivocó de autobús, creyendo que se subía a un proyecto reformista socialdemócrata que no buscaba modificar las estructuras de poder que nos han mantenido por varios siglos como territorio exportador de materias primas para el capitalismo mundial.

Resulta señor Andrade, que los programas políticos han guiado la lucha de clases en el capitalismo desde hace varios siglos. La misma burguesía internacional ha hecho uso de teorías como las formuladas por Keynes en la década de 1930, y el actual neoliberalismo, propuesto por Milton Friedman en los años 70. Los pueblos del mundo también han elaborado sus programas políticos en su lucha por liberarse, incluyendo a Bolívar y a Gandhi. El socialismo surgió en el siglo XIX como el programa a seguir por los trabajadores para liberarse del capitalismo.

Las ideas que Chávez ha ido perfilando sobre el “Socialismo del Siglo XXI”, se asemejan mucho a los principios que desde el Movimiento 13 de Abril sustentamos, basados en una reflexión crítica sobre lo que ha sido la lucha revolucionaria de los pueblos en los últimos siglos.

1) EL SOCIALISMO IMPLICA UNA DEFINICIÓN ANTE LA LUCHA DE CLASES:

El socialismo no es en modo alguno un modelo político más. El socialismo desarrollado a partir de las ideas de Carlos Marx implica una toma de partido con relación al sistema capitalista, y a la lucha de clases que en él se genera. El socialismo implica luchar por la superación de las relaciones de explotación implícitas en el control que la burguesía internacional mantiene sobre los medios de producción, sobre el capital y la tecnología en todo el mundo. El socialismo significa alcanzar la mayor democracia posible, la democracia de las grandes mayorías hoy oprimidas por el capitalismo. El socialismo es el poder del pueblo, como herramienta de lucha para su liberación.

El socialismo marxista va más allá de las tesis keynesianas y socialdemócratas que se limitan a reconocer las desigualdades generadas por el capitalismo y a proponer que el Estado burgués actúe como redistribuidor de la riqueza. Ese camino lo recorrió la burguesía internacional a lo largo del siglo XX, y no pudo resolver lo fundamental de dichas desigualdades. El modelo neoliberal implantado en las últimas décadas del siglo XX, terminó de enterrar cualquier esperanza de que el capitalismo tuviera una alternativa reformista para el bienestar de los pueblos.

En el contexto actual de la globalización unipolar hegemonizada por los Estados Unidos, la propuesta socialista implica cuestionar el orden internacional y sus centros de poder (el G-7, las grandes multinacionales y los organismos multilaterales). Implica proponer un nuevo orden internacional basado en el respeto a la autodeterminación de las naciones. Implica superar el modelo económico basado en el afán de lucro, y construir una economía social, solidaria, basada en la cooperación de los trabajadores a nivel mundial. Implica construir bloques de países y de fuerzas sociales que enfrenten conjuntamente al centro de poder imperialista.

2) EL SOCIALISMO REAL FRACASÓ Y DEFORMÓ LAS TESIS MARXISTAS:

El socialismo que se consolidó en la URSS luego de la Revolución Bolchevique en 1917, incorporó elementos que no figuraban en el programa socialista propuesto por Marx en el siglo XIX, a la vez que excluyó aspectos vitales del mismo. Uno de esos aspectos es el papel del Partido dentro del proceso revolucionario. V.I. Lenin introdujo en el marxismo las tesis de Carlos Kautsky, que pensaba que la conciencia socialista era introducida en el proletariado por la intelectualidad burguesa (concepción de partido que Lenin expuso en su famosa obra “¿Qué Hacer?”).

A partir de esta tesis, Lenin desarrolló su concepción de “partido de vanguardia”, integrado por “revolucionarios profesionales”, predestinado a dirigir a los obreros y al pueblo en general durante el proceso revolucionario. Esta propuesta de Lenin no tenía relación alguna con lo planteado por Marx, quien siempre dejó claro que la emancipación de la clase obrera sólo podía darse por obra de la propia clase obrera (idea expresada por Marx en el Manifiesto Inaugural de la Primera Internacional de Trabajadores). Marx nunca propuso un partido único, de “vanguardia”. Para Marx, el concepto de partido comunista se refería a todas las tendencias obreras que luchaban por emanciparse del capitalismo (fácilmente comprobable con una revisión de todos sus textos fundamentales).

Otra tesis introducida por los soviéticos en el marxismo fue la construcción de un “Estado Socialista”. Marx había propuesto la extinción del Estado burgués, no la construcción de otro Estado (el mismo Lenin, antes de la revolución, lo reconoció en su obra sobre el Estado). El poder de los trabajadores a través de su organización desde la base sería una nueva forma de organización social (Marx respaldó la organización de los Comuneros en París durante la revolución de 1871). De hecho, la propia revolución bolchevique fue obra de organizaciones de base de los trabajadores, los famosos “Soviets” o “Consejos” de obreros y campesinos. Pero los rusos le quitaron progresivamente el poder a los soviets, luego de la revolución, y se lo entregaron al Partido único, el cual comenzó a dirigir el nuevo Estado “socialista”.

Los rusos dejaron de lado la idea marxista de construir un sistema económico-social basado en el cooperativismo y en el federalismo, a partir del poder real de los trabajadores sobre los medios de producción y la existencia de una organización miliciana que respaldara dicho poder con la fuerza de las armas. En la URSS no se construyó un cooperativismo sino un capitalismo de Estado. No se mantuvo el armamento miliciano del pueblo, sino que se construyó un ejército profesional, imitando a los estados burgueses. Los obreros no conservaron el poder; el partido único centralizado se convirtió en el verdadero poder; dentro del partido, el comité central; y en el comité central, el buró político era en definitiva quien dirigía la “revolución”. Los obreros no mandaban, mandaba el “cogollo”.

En la práctica, la URSS fue un Estado ultracentralizado, en el cual se mantuvieron categorías económicas capitalistas, como la división social del trabajo, las relaciones mercantiles, inversiones extranjeras, estímulos materiales a la productividad, diferenciación enorme de salarios, cálculo económico basado en la teoría del valor, privilegios a los especialistas en la dirección de las industrias, y finalmente apropiación de la plusvalía, creada por los trabajadores, por parte de una minoría social que dominaba amparada en el control del Estado. El régimen monopartidista, sin mayores libertades reales para la población, terminaba colocándose como una variedad de totalitarismo o fascismo.

Por todo esto, los pueblos de los países socialistas no hicieron nada por evitar que sus regímenes cayeran a partir de 1989. Si los obreros hubieran tenido realmente el poder en la URSS y demás países socialistas, dichos regímenes no hubieran sido derrocados tan fácilmente.

3) EL SOCIALISMO DEBE HACERSE ESPECÍFICO EN AMERICA LATINA:

En América Latina han surgido significativos aportes a la propuesta socialista. El peruano José Carlos Mariátegui introdujo la tesis de que el socialismo en Latinoamérica tenía que integrarse a las realidades de nuestros pueblos indígenas. Al mismo tiempo, consideró la incorporación de los campesinos como fuerza revolucionaria fundamental, junto a la clase obrera. El socialismo indoamericano de Mariátegui revive en el siglo XXI con las rebeliones indígenas de Bolivia, Ecuador, Perú y México.

La Teoría de la Dependencia, formulada por varios teóricos latinoamericanos en los años 60, permitió explicar desde el punto de vista marxista que el proceso de desarrollo económico del capitalismo mundial era el causante de nuestro subdesarrollo. Por tanto, superar la dependencia y el subdesarrollo económico implica que nuestros países rompan con los lazos de dominación que desde hace siglos mantiene sobre nosotros el centro de poder del capitalismo mundial. La riqueza de los países industrializados fue explicada gracias a la pobreza de los países dependientes. Las desigualdades en el mundo globalizado no eran causadas por la mayor o menor capacidad de cada nación para desarrollarse. Las desigualdades entre los países han sido provocadas históricamente por los mecanismos de dominación que los imperios coloniales primero, y las potencias imperialistas después, impusieron por todo el mundo.

Ernesto Ché Guevara introdujo la perspectiva de una lucha continental contra el imperialismo yanqui. El Ché consideró que no era posible derrotar al imperio en un solo país. Que el proyecto de revolución popular debía tener un carácter latinoamericano. Por ello se trasladó al centro de Suramérica, a Bolivia, con el fin de iniciar desde allí una lucha continental de liberación.

América Latina reúne un gran legado de luchas populares revolucionarias, en la que destaca la Guerra de Independencia liderada por Simón Bolívar. Es toda una corriente histórico-social de resistencia y lucha que nos define un camino a seguir, fundado en el nacionalismo y el antiimperialismo del cual Bolívar fue el precursor.

José Martí enfatizó en el fundamento mestizo de nuestra cultura latinoamericana, en la especificidad de nuestro continente, en la necesidad de construir nuestros propios principios de organización social.

4) EL SOCIALISMO DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA:

Las ideas anteriores han sido reivindicadas de una u otra forma por el proceso revolucionario bolivariano, y el propio presidente Chávez las ha hecho suyas en numerosas ocasiones.

El socialismo bolivariano no puede ser jamás una imitación de las fracasadas experiencias del “socialismo real”. En ese sentido, podemos afirmar que la revolución cubana, construida sobre buena parte de los errores cometidos por los soviéticos, debe más bien aprender de nosotros, aunque sin negar los valiosos aportes que está haciendo y pueda continuar en el futuro.

Invitamos a los que hablan de “tendencias ultraizquierdistas” presentes dentro de la revolución bolivariana a que definan sus ideas de la misma forma en que lo hemos hecho aquí. Porque de esa manera podremos ver con claridad que los verdaderos fanáticos ultraizquierdistas, los seguidores de supuestos indefinidos y de verdades inconmovibles, los dispuestos a defender las apariencias y que al final terminan coincidiendo con la ultraderecha, son ellos mismos. Los Andrade y los Francia terminan dándose la mano al negar la radicalidad de los cambios propuestos por la revolución bolivariana y que el presidente Chávez insiste en formularlos una y otra vez desde hace ya cierto tiempo.

Ciertamente lo importante es la esencia, más que las apariencias. Por ello no importa si a la revolución bolivariana, por ahora, se le define o no como socialista. Lo fundamental es continuar el camino de los cambios profundos, acordes a los 10 puntos que Chávez ha formulado en el gran salto adelante. Pero también es cierto que el debate sobre el socialismo está contribuyendo a desenmascarar a muchos “gallos entaparados” que se habían coleado en el autobús de la revolución sin compartir sus verdaderos ideales.

Aquellos que, violentando todo principio de la democracia participativa, acusan de ser agentes de la CIA y/o infiltrados a todo aquel que critique las deficiencias y anomalías del proceso bolivariano, no son más que, ellos mismos, verdaderos infiltrados, representantes genuinos de la cuarta república, dispuestos a aplastar a los sectores populares que se opongan a la consolidación de su poder burocrático.

Los que recurren a los adjetivos de “comunista”, “trotskysta”, “pagado por la CIA”, “uktraizquierdista”, para descalificar a los sectores revolucionarios que actúan con independencia de clase, es decir, los Piñate, los Francia, los Andrade, los Martínez Mendoza, son una versión moderna de José Stalin. Son los “revolucionarios de oficina”, los jefes del buró, que decretan el fusilamiento de los insubordinados con un plumazo. En esta conducta se juntan lo más recalcitrante de la derecha militar chavista con la “izquierda exquisita” (la que aún no ha saltado la talanquera).

Pero la lucha de clases sigue su rumbo inexorable, y probablemente seguiremos viendo caer caretas, mientras se continúa profundizando la revolución popular bolivariana, lo que Chávez ha llamado el Socialismo del siglo XXI.

Roberto López Sánchez
Miembro del M-13-PNA. Maracaibo


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Roberto López Sánchez

Roberto López Sánchez (Caracas, 1958). Profesor Titular de la Universidad del Zulia (LUZ) con ingreso en 1994. Licenciado en Educación (LUZ, 1994). Magister en Historia (LUZ, 2005) y Doctor en Ciencias Políticas (LUZ, 2013). Actualmente dicta 6 materias en la Licenciatura de Antropología en LUZ: Historia de América; Historia de Venezuela; Intercambios Económicos; Poder y Movimientos Sociales; Culturas Afroamericanas; y Modo de Vida e Identidad Nacional. Ha dictado seminarios a nivel doctoral y nivel maestría en universidades venezolanas; y seminarios de Historia de Venezuela en universidades de Chile y España. Actualmente coordina la Unidad Académica de Antropología. Ha dirigido proyectos de investigación a través del CONDES-LUZ, y CLACSO. Línea de investigación: estudio de los movimientos sociales. Ha publicado más de 50 trabajos científicos. @cruzcarrillo09

 @cruzcarrillo09

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