Pequeña reseña de un turista

He aterrizado en el paraíso terrenal -Stuttgart-. Aquí los perros solo dicen “guau” si se les da permiso, las calles son jardines floridos, la gente es amable, las panaderías parecen bodegones de Durero y al final del verano, los árboles rebosan de fruta deliciosa. Por desgracia –no se por que carajo soy adicto a la Historia- ya me se de memoria lo que va a suceder en cualquier momento y eso me priva de disfrutar a pierna suelta.

Cualquiera debería saber que cada vez que se organiza un paraíso –incluso un paraíso fiscal- alguien fatalmente se va a comer la manzana de la discordia y el dueño del corral nos va a echar a todos a patadas.

No es nada tranquilizador asomarse a la cerca de esta isla de bienestar que es el sur de Alemania y ver que alrededor todo está ardiendo, desde Londres y Barcelona hasta Atenas y Madrid todo son bombas lacrimógenas, garrotes, escudos de plástico, cascos negros, mentadas de madre en varios idiomas y mucha gente arrecha y encabronada que aquí se autodenominan “indignados” porque cuando uno es europeo tiene que guardar la compostura hasta para arrecharse.

-Ya sabe usted, Europa es la cuna de la civilización y las buenas costumbres-

Si en este pequeño, vetusto y cultísimo continente fueran a eliminarlo a usted, no le caerían a garrotazos como en cualquier país del cuarto mundo, tampoco lo asaltaría un malandro –aquí los malandros recojen la basura y limpian pocetas-.

En todo caso le mandarán a una hermosa cámara de gas o lo harán papilla con una bomba inteligente lanzada desde un avión teledirigido. Y hasta esto de la bomba es poco probable mientras usted no se indigne o encabrone demasiado, porque en este viejo continente hace ya décadas que nadie ha encontrado ni una gota de petróleo y en consecuencia, la OTAN no está interesada en proteger a la población civil ¡Dios y Rarzinger nos libren!.

Pero no nos amarguemos la vida por anticipado. Todo lo que nos rodea es bello y está lleno de historia. Donde usted vuelva la vista en Europa, puede encuadrar una tarjeta postal para presumir con los amigos. Los sótanos de muchas casas suelen ser del S. XII o XIII, pero todo el pintoresco edificio que se yergue por encima, seguramente quedó hecho papilla durante la última guerra.

Esto siempre causa cierta frustración en todo turista, pero el consuelo está a la vuelta de la esquina, porque el edificio destruído, tampoco era el original. Ya había sido reconstruído luego de que en la primera guerra mundial otra edificación parecida se volvió polvo y esta era a su vez la que reemplazó a otra que anteriormente incendiaron los soldados de Napoleón.

Así, poco a poco, usted se remonta hasta la cruzada contra los albigenses, las orgías de sangre de Carlomagno y finalmente, se entera de que en tiempos remotos, el lugar que usted está pisando fue campo de batalla donde se machacaban los sesos a pedradas los cromañones y neardentales.

Finalmente, el pintoresco edificio que usted tiene delante fue declarado “Patrimonio de la Humanidad” por la UNESCO. Por supuesto que tal patrimonio es de la humanidad que puede comprar el pasaje aéreo, pagar el hotel, las comidas, el transporte y la entrada indispensable para poder visitar la parte de patrimonio que en justicia le toca a cada quien. La otra humanidad, esa mayoría invisible que se está muriendo de abandono en Namibia o en cualquier otro rincón olvidado del planeta, es irrelevante.

Por eso yo me regreso para Venezuela? ¡Patria socialista y vida… Carajo¡


cajp391130@yahoo.es


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Pedro Calzada


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