Venezuela es un país marginal

(Manuel Barroso: Libro "La autoestima del Venezolano: Democracia o Marginalidad". 1998)

Marginal quiere decir al margen, no necesariamente en lo socio-económico, sino en  la marginalidad más aberrante que es la de haber perdido la conciencia de sí, vivir en su no-experiencia, sin definición de sí mismo. Carecemos de las estructuras fundamentales. El venezolano promedio, más del 80 por ciento, proviene del abandono, de hogares con triángulos rotos, con padres ausentes, sin capacidad de contacto y comunicación. Los procesos de arraigo y ubicación, indispensables para el adecuado crecimiento emocional de la persona, están seriamente afectados por la irresponsabilidad de la cultura machista. El modelaje y la identificación han quedado contaminados por el consumismo sin sentido, y con una mujer ignorante de sí misma que le ha dado “carta blanca “ al machismo del hombre. Más tienen que ver en la identificación del venezolano los modelos de TV dominguera o la cachifa importada que maneja la realidad de los niños que los mismos padres, ausentes, metidos en su importancia, en su ignorancia o en su culpa, ocupados en  mil menesteres o distraídos en sus limitaciones.

El venezolano promedio es marginal y padece de un desarraigo crónico. Destriangulado, ha quedado expuesto a la sobreprotección y a la violencia de cuantos le rodean. La desgracia de ser hijo de nadie es que todos te adoptan convirtiéndote en pobrecito…el hijo de…El abandonado es atendido y maltratado por todos, exigiéndosele aguantarse porque todo cuanto recibe se le está dando de buena voluntad. Ante un abandonado, todos se sienten con derecho a meter la mano en su educación, dejando detrás una secuela de serios problemas y patologías emocionales. El abandonado es incapaz de establecer contactos afectivos con los demás si no es en base a intereses o de un amiguismo enfermizo, sin lealtad. Esta marginalidad se extiende a la relación de pareja, con hombres que creen que tienen derechos sobre la mujer, a maltratarla o castigarla, a abandonarla por otra, y a la vida familiar, dejando los hijos para que las madres se encarguen, porque el hombre, el importante, pertenece a la calle y es para la calle. La marginalidad está en las organizaciones, donde se cultiva el poder, la imagen y el maltrato y se usa el engreimiento y la pedantería ignorante.

La marginalidad está  en todas las clases sociales y en todas las posiciones de jerarquía y en el manejo de la administración pública y privada, en la casa y en la calle. Solo la marginalidad pudo haber convertido esta belleza de país en el desastre que presenciamos. El venezolano, aunque tenga dinero y títulos académicos, es un marginal, un ausente de sí mismo, un destriangulado con mapas de abandono, de irresponsabilidad y de mala administración.

La marginalidad es la manera de pensar, de ser, de existir. Es ese ubicarse con una filosofía de vida ajena a sí, distante del otro, encerrada, sin ventilación. Son los razonamientos, el modelo de análisis y de solución de problemas sin importar detalles, ni costos, improvisando soluciones, negociando y firmando lo que se sabe nadie va a poder  cumplir, es el no valorar y no darle sentido a las personas. Con un venezolano ausente de sí  –a todos los niveles sociales- , ajeno a su experiencia de vida, instalado en el poder, como forma de sentirse bien, difícilmente podemos pensar en otro país diferente al que hemos hecho. La diferencia, a través de la historia, no la han hecho ni los millones de ingreso por concepto de petróleo, ni las bondades de la democracia sembrada de ignorancias. La diferencia la hace un venezolano que por fuera es simpático y amable, pero por dentro vive aún sin saber quien es, ni qué quiere

La marginalidad es nuestra paradoja esencial. Somos ricos para ser pobres, tenemos todo para no tener nada. Nos pensamos y sentimos grandes, lindos, bellos; para , poco después, sentirnos poco queridos y apreciados. La paradoja enriquece de problemas para los cuales hay muchas soluciones estériles y poco sentido de desarrollo. Los ministerios fabrican programas de ayuda para sacar al venezolano del subdesarrollo: hogares de cuidado diario, becas alimentarias, seguros de paro forzoso, pasaje escolar, subsidios de diversa índole y mil otras invenciones de la marginalidad populista gubernamental, de un gobierno sin creatividad. Intervenciones sobre contenidos que no alterarán los procesos de un sistema que lleva 38 años atascado. Estos programas ni tocan ni alteran el fondo del asunto, dejando un mensaje de impotencia, de incapacidad y desvalorización en el recipiente. Temo que la mayoría de las soluciones  gubernamentales produzcan un bienestar pasajero porque, posteriormente, se instalarán mapas de pedigüeños, de Pobrecitos profesionales que creerán que sin la ayuda del Estado jamás podrán salir adelante.

El resultado son mayores resentimientos, porque aquello que gratis se da, gratis se desprecia y cuando más tarde se niegue lo que se ofreció gratis la primera vez, porque no se podrá cumplir, porque cambió la administración, porque no hay recursos, porque le dio la gana al encargado, entonces se suspenderá el programa y quedarán todos ensartados. ¿No fue eso lo que pasó con el Ministerio de la Inteligencia, el Ministerio de la Mujer, el de la Familia, con las prestaciones, los subsidios, los bonos?...

Así se fabrica el derecho en Venezuela, no desde la esencia como persona, sino desde la lástima y la limosna, y el quererle sacar partido al pobrecito. Y así el rancho se convirtió en tradición para el pobre porque  albergó al campesino   que venía a darle apoyo al político, y el pordiosero fue tolerado en la avenida principal porque el puebleo…y la democracia, haciéndose del abuso un derecho, y así el gobierno tendrá que seguir manteniendo al intruso, al flojo, al irresponsable, con prestaciones dobles, dándoles luz, agua, aceras, trabajo, protección. Y cuando caiga el aguacero saldrán todos los alcaldes a ver que se le ofrece a Don Damnificado, quien irresponsablemente colocó su rancho sobre el cauce de un río, o lo colocó en la ladera peligrosa.

Populismo es la expresión más auténtica y poco ética de la marginalidad de gobernantes y gobernados. Es una coalición entre ambos para mantener el subdesarrollo, un montaje burocrático que sostiene todo el andamiaje de partidos y líderes políticos. Ambos se benefician. Uno porque obtiene gratis, sin mayores esfuerzos, lo esencial para la vida. El otro porque mantiene el poder y la autoridad.

Por eso cuando se habla de costo social, nos referimos a un entendido para un equilibrio: una manera hipócrita de mantener el fantasma del subdesarrollo. Porque mientras alguien viva de alguien, seguiremos manteniendo un sistema para la pobreza estructural.



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