Ortega o el crepúsculo de las poses

Aún es temprano para disipar el humo de las curiosas y patéticas circunstancias en que la policía venezolana le ha echado el guante a Carlos Ortega, patriarca de la CTV, nombrado durante los aciagos días de diciembre de 2002 y enero de 2003 como uno de los principales líderes de la oposición, y creador de la sonora expresión "el rrrrrégimen", suerte de canto de guerra y epíteto con que la fanaticada de opositora identifica al Gobierno de Hugo Chávez.

Que Ortega haya sido capturado en un bingo, frente a decenas de personas, refresco en mano, departiendo con una amiga y apostando su dinero (o el de otros apostadores que creen financiar así el derrocamiento de Chávez), desnuda -con crudeza ionescana- la tragicomedia de la oposición venezolana.

Con Ortega le debe haber ocurrido a más de un furibundo militante de las huestes opositoras lo que, a falta de mejores definiciones, podría llamarse el "síndrome Costa Rica"; es decir, la lamentable cosecha de quien acogió en sus brazos a un supuesto líder sindical, perseguido por un gobierno vil, en una democracia marchita, cuya vida seguramente corría peligro tras el fracaso de su "exitosa" huelga civil, dirigida a rescatar las libertades democráticas. Mejor candidato a disfrutar de la venerable institución del asilo político, imposible. Ortega era el hombre.

Palabras más, palabras menos, esa fue la imagen de Ortega que vendieron algunos* medios; la imagen que muchos venezolanos compraron de manera ingenua pensando que quien se sentaba frente al micrófono y tronaba "¡señor Chávez, dictador Chávez!" mientras las señoras de Plaza Altamira llegaban al paroxismo, simbolizaba ni más ni menos la resistencia y la "esperanza" frente a un Gobierno que los poderes mediáticos -contra toda evidencia- insisten en presentar como anti democrático.

Costa Rica picó el anzuelo cuando cedió a bastardas presiones y le otorgó el asilo. Pero no fue la única embarcada: apostadores políticos y financistas también "le dieron lo suyo"; medios de comunicación le desplegaron la alfombra roja del prime time innumerables veces, gente seria accedió a retratarse al lado de CO con tal de "salir de Chávez"; y obcecados fanáticos extranjeros picharon también su vainita (léase dólares y medios) para construir la necesaria imagen del líder fuerte y populachero que necesitaba la oposición. No había duda: Ortega era el hombre. Al menos así lo creyeron muchos con una entrega digna de mejores causas.
No tardó tiempo este Ortega en demostrar cuán equivocados estaban los que apostaron a su baza. Y en verdad ¿qué otra cosa podría esperarse de CO? ¿No fue Ortega siempre un gran gesto, un gestazo, que habla sin decir nada? Esos golpes en la mesa, esa voz de trueno, esa prepotencia a lo Pancho Villa para desafiar detrás de los micrófonos, que eran sino los signos de una gran pose, del presidente-pose de una institución-pose llamada CTV? ¿No fue siempre un líder-pose, posando para las cámaras?. ¿Dónde está el proyecto Ortega?

Empezó haciendo travesuras en Costa Rica, lo que en materia de asilo se llama "no pararle bolas al país huésped" y de tanto en tanto se le veía en la Little Havana, Miami adentro, marchando y lanzando andanadas verbales contra. adivinaron. "el rrrrrrégimen". Desde allí, siempre se cuidó en dejar claro que él seguía siendo el jefazo de la CTV. Más tarde anunció su regreso a Venezuela (ya Costa Rica se había cansado de la guachafita o él se había cansado de los ticos) y anunció que volvía a encabezar la "resistencia" contra. ya ustedes saben. Y en alguna ocasión hizo una fugaz y cuidada aparición mediática, protegido por cierta policía de cierta Alcaldía en tiempos de ¡otro desaparecido! (¿where is our man, Alfred Stone?). CO apareció y desapareció como el fogonazo de un flash y nadie en los medios se preguntó donde estaba? ¿Qué hacía? ¿Redactaba un nuevo Manifiesto de Bucaramanga desde la Sierra de Coro? ¿Preparaba junto a "El Cuervo" la resistencia civil? ¿Escribía sus memorias?

Ahora resulta que un día cualquiera en esta Venezuela dictatorial, en la Venezuela sin derechos humanos y sin libertad de expresión que venden los medios repitiendo el guión escrito en Washington, agarran a este prócer de la oposición sentado y en santa paz. Lo pescan en Bello Monte -territorio político de los párvulos que le sobrevivieron- y, dicen, que apostando fuerte. Sano. En pleno uso de sus capacidades. Con un leve "refrescamiento". Solo, sobre todo, solo. En esa soledad, donde el dinero es compañía efímera. Y, Dios mío, en un bingo, Ni siquiera en una mesa de póker.

Frente a su detención por públicos y conocidos delitos, aparecen por allí algunos que se frotan las manos y, buscando sustituirle, se convierten en sus defensores. Tienen aún sus columnas, sus espacios mediáticos y sus cagatintas. Clamarán por los derechos humanos y la vida de Ortega. Tronarán ante la OIT por la "persecusión a los trabajadores". Los medios suavizarán el affaire Hawai Kai, sus andanzas en Venezuela, la extraña manera que tiene de hacer resistencia al "rrrrrégimen" y el origen de las apuestas (si es que las hay). Los medios (y sus voceadores políticos) dirán que Condolezza, Noriega, Goss, Negroponte, y Boucher, tienen razón: aquí se persigue a la gente hasta en los bingos.

¿Al menos habrá posibilidades de que -ahora sí- levanten el paro cívico?

(*) Periodista

http://www.mci.gov.ve/opinion.asp?numn=86&t=1


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William Castillo Bollé (*)


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