El expresidente Oscar Arias vino a despotricar de Cuba

Otro Premio Nobel de la paz que en la misma semana se lanza de frente contra Cuba, por la simple razón de que esa Isla no es patio trasero de los EEUU como lo es su país Costa Rica, una exquisita nación de Centroamérica que no tiene nada que ofrecerle al imperio yanqui que la haga vulnerable de amenazas a su integridad territorial y, más bien se presta a compartir las migajas que de alguna forma como ayuda económica pueda recibir por su sumisión a sus políticas de complicidad y aprobación cuando se haga necesario actuar en los organismos internacionales que el mandatario de la Casa Blanca determine.

Dentro de la retórica sonámbula de Oscar Arias a favor de su país en el estado Zulia, lo excitó informar y resaltar con frenesí funcional que, ellos no poseen ejército ni armas y en vez del mundo premiarlos por eso, se les castiga con falta de ayuda, pero no dijo, como buen Premio Nobel, preocupado por la paz y los derechos humanos de los pueblos en atención a su dignidad al premio que ostenta que, jamás Costa Rica ha estado embargada por los EEUU y sus socios como ha sido Cuba por años. ¿Olvido o conveniencia?

Él clama porque “los pueblos del mundo gasten menos en armas y soldados e inviertan más en educación”, lo que nos lleva a pensar que Costa Rica debe ser uno de los primeros del planeta en gozar de matrícula plena en los institutos educacionales para la formación profesional de sus estudiantes y a la vez su población debe ser de los más cultos en número y calidad, ya que está alejada de las armas y su presupuesto educativo debe ser el mayor por lo menos de Centroamérica sin analfabetos de ninguna clase por encima de Cuba “como la única verdadera dictadura de América Latina” –según dijo.

La visita del expresidente se parece más bien a un rasgo de participación ofertante de turismo a favor de su nación que –quizás- bien informado como debe estarlo de los escuálidos oposicionistas al presidente Chávez que están en la Administración Pública de ese estado ejerciendo los diferentes cargos de elección popular y, previendo éste que algún día habrán que viajar huyendo por involucrarse –lo más seguro- en actos de corrupción y en vez de irse al Perú se vayan a Costa Rica, es lo que se deduce de esa extraña visita para hablar de las sutilezas inoportunas que sin preocupación alguna desembuchó ante los zulianos que lo trajeron, para empañar el panorama, no el periódico, de la región como político ambulante del estatus que por vida ocupa dentro de la sociedad mundial.

Él es copartícipe del pecadillo caprichoso de colaborar en que el imperio yanqui se tirase una democracia en vías de ampliación plural de atractivos socio-político-económicos por la prosperidad del pueblo hondureño en las manos de Manuel Zelaya al prestarse a la distracción de la demora y ausencia del presidente tumbado a su regreso –que jamás se le permitió- al poder.

Ahora nos viene con una de “los zapaticos me aprietan” de América Latina cuando nos suelta que: “Venezuela y Brasil han estado adquiriendo armas que no sé para qué las quieren, ese dinero estaría mejor en invertir en todo lo que no tenemos”. Sino existiera el imperio –quizás amigo Oscar Arias- por lo creo que más bien las medias de su imaginación las tiene flojas.

 
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Esteban Rojas


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