Martí: presencia en nuestro olvido

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Hace 130 años que Caracas vio caminar a José Martí por su centro. Y
su amor por el padre (nuestro padre), lo sembró en nosotros. Cómo me
gustaría decir que aún pasea por estas calles el amable cofundador de
nuestra América. Y que es una presencia su idea en nuestro modo de
hacer patria. Hoy siento lo contrario: algo de Martí se nos olvida.
Habla mi despecho: ¡se entregó la comisión parlamentaria de cultura a
las fuerzas reaccionarias del país! Manera elocuente de subestimar su
papel en nuestro destino político. Martí pensaba distinto: para él
todo triunfo (presente y futuro) sobre la opresión y la injusticia,
procede y depende de la soberanía cultural de los pueblos.
“Ser cultos para ser libres” no es una consigna, es un axioma donde
descansa la independencia. Consecuente a su idea combatió más con la
poesía que con las balas. Los valores, las ideas, la educación,
dispensan para él del saqueo al más preciado bien de los pueblos: su
humanidad. ¿Cómo hablar hoy del prócer, sin pena y nostalgia?

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Lo que sucedió con la comisión de cultura y ambiente en la Asamblea
Nacional se entiende como un retroceso ante lo conquistado por el
movimiento popular en la constituyente; proceso que tiene su raíz en
la resistencia cultural originaria, resistencia que salvó del
etnocidio a los primeros pobladores de América. Bolívar, Miranda,
Rodríguez, entendieron el papel central de la cultura en todo proyecto
de emancipación. Identidad, memoria, son la clave de la soberanía. El
arte y la ciencia de cada pueblo son herramientas para la renovación
del ser social. Esto lo sabe también el adversario: toda guerra es
cultural.

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La justicia, ¿cómo alcanzarla sin un cambio en las relaciones humanas?
El modelo económico ¿cómo transformarlo sin una nueva ética? La
fraternidad ¿cómo hacerla viable sin un nuevo universo afectivo? El
estado de las cosas ¿cómo superarlo sin una nueva subjetividad? La
vida ¿cómo garantizarla sin un cambio en la cosmovisión? La revolución
es proceso y producto cultural. Esto supone una poiesis, digo bien:
creación política, ética y estética, como unidad de acción
renovadora.

La Constitución Bolivariana restituyó los derechos culturales,
reconociendo la pluralidad e igualdad de los pueblos como garantía de
patrimonio e identidad. De allí que sea mucho más que un libro de
leyes: en ella reside la simiente de un programa filosófico para
superar el estado de miseria social, tributario del rapaz
colonialismo. Releamos su preámbulo y los artículos que hicieron
visible por vez primera el término cultura. Todo lo avanzado está en
riesgo hoy, por cierto pragmatismo. Al conceder al aparato
ideológico del mercado nuestro “valor esencial” vulneramos el
proyecto. Suerte tiene la revolución de contar con un movimiento
cultural comprometido y suficiente para enfrentar al modelo
ideológico que el neoliberalismo querrá imponer a través del diputado
de las empresas 1BC. Será con un ejército de cultores, desde las
montañas del arte, en la clandestinidad del poema ; vale decir:
martianamente, como alcanzaremos la mentada libertad.
--
www.deldiariohastio.blogspot.com


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Freddy Ñañez

Ex ministro de cultura

 @luchaalmada

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