Cerveza, mercantilismo mortal

Nuestras ciudades, se han convertido en zaguanes y espacios cerrados donde la vida turística, resulta poco atractiva. Es un consumo atroz, donde el colectivo se encierra en un espacio urbano para tratar de descubrir su propia interioridad. Ya no existe un lugar predilecto para los novios, porque, los asalta una delincuencia promovida por oscuros intereses que muchas veces tuvieron su origen en los cuerpos de seguridad pública. Constituye, un viaje con destino descubrir la ciudad para encontrar las capuchas negras y azules escondidos en cada muro de las grandes zonas urbanas.

Las muchachas salen con sus coqueterías femeninas a esbozar las tinieblas y de una manera humilde tentar a los ciudadanos que se pasean por las vidrieras y descubrir atuendos que han de embellecerles en cada salida para consolidar su feminidad. La ciudad, cubre sus márgenes con imágenes de un género que se pasea por las aceras buscando un mendrugo de pan, rompen las bolsas de basura para recoger una porción alimenticia deteriorada por el tiempo para satisfacer su hambruna.

Hay que consolidar las grandes ciudades, revisar esas pequeñas casas para revestirlas de belleza y, ser causales de un terror urbano. Es un reflujo como flujo de personas asaltadas por la inoperancia policial y el colapso urbano. Deberíamos, saber la historia de nuestros arquitectos e ingenieros. Las comunidades tienen una carencia en su interior que definen al sujeto que se pasea por sus callejuelas. Es una escena generalizada y clasificada en la heterogeneidad del semblante urbano, reflejando su desnudez al paso de los años., es crónico el abandono de las grandes ciudades venezolanas.

Existe un discurso falso sobre el mundo del bolívar, ya los niños no pueden corretear con sus patines y llenar de alegría los corazones de sus padres. Es una mirada mercántilista de nuestra ciudad, que, proyecta con sus cervezas regadas en los alcantarillados un constante sospechar de arbitrariedades por parte del mercantilismo y algunos empresarios que han dañado la esencia de nuestro pueblo: su identidad.

Ellos, se encuentran repletos de tarros de cerveza, que, en el tiempo sus dueños la convirtió – Dicha empresa- en repartidoras de alimento y productos pecuarios. Una cadena sin fin que explota nuestros sentimientos y las encierra en una caja de resonancia. Mientras, la madre ve el féretro pasar y con un pequeño alarido acalla sus angustias, desde el vientre trastocado en la esperanza por unos mercantilistas del Imperio

Los testimonios cotidianos están de emergencia, porque, el discurso político rompe con la enunciación del tiempo. Al trabajador, hay que colocarlo frente a la fragmentación laboral de su empresa, para entender que la fragua diaria debe ser ardua.

Ahora, la palabra tiene un verdadero valor espiritual, donde la imaginación es una muestra de la nueva realidad nacional, donde debemos extender nuestros dominios para entender, que, es peligroso acercarnos al mundo de la barbarie.

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Emiro Vera Suárez (*)

Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajó en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño

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