Bolívar, inmenso el hombre

El general José Antonio Páez no pudo menguar la trascendencia que tuvo en su tiempo el Libertador Simón Bolívar, y por ello es que en su autobiografía Páez se ve obligado a citarlo y allí tratar de describirlo cuando lo conoció en el año 1.818; en plena Guerra de la Independencia de Venezuela. Dice Páez.

“Hallábase entonces Bolívar en lo más florido de sus años y en la fuerza de la escasa robustez que suele dar la vida ciudadana. Su estatura, sin ser elevada, era, no obstante, suficientemente alta para que no la desdeñase el escultor que quería representar a un héroe; sus principales distintivos consistían en la excesiva movilidad de su cuerpo y el brillo de sus ojos, que eran negros, vivos, penetrantes e inquietos; con mirar de águila. Tenía el pelo negro y algo crespo; los pies y las manos pequeños. La voz aguda y penetrante. La tez tostada por el sol de los trópicos, conservaba no obstante la limpieza y lustre que no habían podido arrebatarle los rigores de la intemperie y los continuos y violentos cambios de latitudes por los cuales había pasado en su marcha. A pesar de la agitada vida que hasta entonces había llevado, capaz de quebrantar la más robusta constitución, se mantenía sano y lleno de vigor; de humor alegre y jovial; carácter apacible en el trato familiar; impetuoso y dominante cuando se trataba de acometer empresas de importantes resultados, hermanando así lo afable del cortesano con lo fogoso del guerrero. Era amigo de bailar, diestro en el manejo del caballo, gustábale correr a todo escape por las llanuras de Apure persiguiendo a los venados que allí abundan. En el campamento mantenía el buen humor con oportunos chistes, pero en las marchas se veía siempre inquieto y procuraba distraer su impaciencia entonando canciones patrióticas. Amigo del combate, acaso lo prodigaba demasiado y mientras duraba tenía la mayor serenidad. Para contener a los derrotados, no escaseaban en él ni el ejemplo, ni la voz, ni la espada”

El anciano general así describió, faltando poco tiempo para su muerte en la ciudad de Nueva York, a quien fuera su admirador como extraordinario guerrero y que tanto lo enalteció. El escribiente a quien Páez le estaba dictando su autobiografía, relataba a sus amigos que en esta parte del dictado la voz del general a cada momento se entrecortaba, que en varias oportunidades vio como se secaba los ojos, y que cuando le preguntó que si se sentía mal, él y que le contestó: Si, me siento muy mal anímicamente, pero me encuentro bien físicamente. Sin duda que Páez fue el mejor para hablar del aspecto físico, valores y reacciones de Simón Bolívar, puesto que Páez tuvo la oportunidad de verlo muy de cerca y estuvo a su lado en ratos de solaz, correrías y batallas, además que por la condición humana que posee cada persona estaba en aquellos momentos obligado a observarlo y calibrarlo muy detenidamente. De manera que esta reseña de Simón Bolívar, el Libertador, que para la fecha de la descripción contaba 35 años de edad, tiene que ser por fuerza la más fidedigna en cuanto a la fisonomía y temperamento de aquel ser.

El general Páez se convierte realmente en enemigo de Bolívar desde 1.826, cuando comienza un movimiento insurrecto contra él llamado LA COSIATA, llegando a comienzo de 1.830 a expulsar a Bolívar de su patria. Seguro es que José Antonio Páez por su traición al Libertador vivió arrepentido de su actuar desde aquella época y hasta su muerte, pues tuvo que darse perfecta cuenta que habías traicionado a quien solo le había prodigado deferencia y una amistad a toda prueba, y por ello haber dicho en la postrimería de su existencia: “Hubiera preferido morir en el campo de batalla”

José M. Ameliach N.
joseameliach@hotmail.com


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