De Coliseo a Miraflores

En tiempos del Imperio Romano el populacho acudía en masa a El Coliseo a presenciar los cruentos eventos protagonizados por fieras contra fieras, hombres contra fieras u hombres contra hombres: los gladiadores. En los encuentros de este último tipo siempre había un perdedor, cuya muerte casi siempre pedía la rugiente multitud apuntando el dedo pulgar hacia el suelo ante la complaciente presencia del emperador de turno, quien, no obstante, tenía la potestad de perdonar la vida del vencido apuntando con su pulgar hacia arriba. Terminado el espectáculo de circo la embriagada multitud abandonaba ordenadamente El Coliseo y se reintegraba a sus actividades habituales hasta el próximo espectáculo que les ofreciera el Emperador.

En Venezuela, el 12 de abril de 2002, la autodenominada "Sociedad Civil Organizada" ("SCO"), entelequia de un grupo privilegiado a lo largo de medio siglo que excluye a quienes no hayan disfrutado de esos privilegios, se congregó en el Salón Ayacucho del Palacio de Miraflores y observó un comportamiento en todo semejante al de la turba de romanos y bárbaros que colmaban El Coliseo de los tiempos del Imperio. Cada vez que un rábula de oficio anunciaba la muerte de una de una de las instituciones de la República Bolivariana de Venezuela, la rugiente multitud elevaba sus brazos al cielo en señal de aprobación de la sentencia, animados por la sonrisa de "Mona Lisa" del tiranuelo que por la escasa duración de su mandato pasará a la historia de Venezuela con el calificativo de "El brevísimo".

A diferencia de los espectáculos del circo romano, en éste, la "SCO" no tuvo tiempo de embriagarse, aunque se abrieron botellas que no les dio tiempo a saborear, porque las hordas de monos, desdentados, tierrúos y otros excluidos de la ínfima "SCO", se rebeló contra las sentencias del tiranuelo y, como un solo hombre, se dirigió a Miraflores haciendo cundir el pánico entre quienes comenzaban a festejar su "triunfo" y a repartirse el botín de la República, haciéndoles emprender tan vergonzosa cuan atropellada huída o desbandada, cuyas imágenes han quedado registradas para la posteridad para bochorno de quienes aparecen en ellas.

Afortunadamente para la ¡y que "SCO"! el comportamiento de la grosera plebe estuvo muy por encima del que ella observó cuando creyó haber recuperado los obscenos privilegios que detentó (en el auténtico sentido de la palabra) durante tantos años. Esa chusma obedeció las órdenes de su líder y, pacíficamente, regresó a sus actividades en las cuales se mantiene expectativamente ante cualquier intento de la ¡y que "SCO"! de subvertir el orden, pero nadie puede garantizar cuál sería su comportamiento o reacción ante un nuevo zarpazo contra el Proceso.

Como dice el viejo principio castellano: "Mejor no meneallo".



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Ño Leandro


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