Se puede afirmar, que el fracaso de las fuerzas opositoras, en sus intentos por derrocar al Presidente Chávez, hasta la derrota definitiva en el referéndum revocatorio el pasado 15 de agosto, y en la elección de gobernadores y alcaldes el pasado 31 de octubre, estuvo en ese cordón umbilical que, las unía a las líneas editoriales de los principales medios de comunicación del país. La Coordinadora Democrática lejos estuvo de constituir una coalición de partidos políticos y más bien operó siempre, como una caja de resonancia de los medios y de intereses externos. Los medios convertidos en los ideólogos de la acción política.
Ante el fracaso del bipartidismo, las campañas electorales de la década del 90 en Venezuela fueron articuladas por los grupos empresariales, amparados a un proceso de descalificación de los partidos tradicionales o integrándolos a los esfuerzos de los principales medios de información, con el objetivo de lograr candidaturas presidenciales sujetas a sus intereses. En 1998, cuando el fenómeno Chávez ya recorría el país y se convertía en un factor político de primer orden, algunos sectores empresariales se impusieron como objetivo, capitalizar su ascenso e influencia. En el primer gabinete que integró el Presidente Chávez en febrero de 1999, se dio una alta presencia de figuras auspiciadas por algún medio importante de ese país. Sin embargo el rompimiento de esa alianza táctica era cuestión de tiempo, pues los objetivos de las fuerzas políticas que llevaron a Chávez al poder, distaban en mucho de los intereses de los medios y transcurrido un año, éstos estaban anclados en la esquina de la oposición, buscando los medios necesarios para enfrentarse, al gobierno chavista.
Entró en acción un libreto como discurso único de los medios y de las figuras principales de la oposición. En adelante todo efecto de propaganda quedó amarrado, en dependencia de una campaña maestra diseñada por los medios. El país pasó a ser víctima de un coro en donde todos los medios de expresión, los políticos connotados, los líderes sindicales e intelectuales, opositores al gobierno por diversas circunstancias, repetían el mismo discurso.
Dejados atrás el fallido golpe de estado de abril del 2002, el paro patronal y petrolero de noviembre del 2002 a febrero del 2003, resulta claro que la oposición había depositado sus capacidades de liderazgo en manos de los editores de los medios. Y en la otra esquina, el Presidente Chávez apostó todos sus esfuerzos en mejorar las capacidades de comunicación y acción política, con los sectores de población que apoyaban su gestión de gobierno. Esta visión de la política que, ignoró la correlación de fuerzas internas, solo podía tener un destino, la derrota en el referéndum revocatorio, del 15 de agosto y en los comicios regiones del 31 de octubre recién pasados. Mientras ignoraban la realidad de las encuestas y su mensaje principal era orientado hacia los sectores altos y medios altos, el Presidente Chávez continuaba con su acción de gobierno, orientada hacia los sectores populares y medios. Las debilidades y posterior división de la Coordinadora Democrática, la ausencia de un discurso atractivo a los sectores populares y de una personalidad política como contrapeso a las capacidades de convocatoria y comunicación del Presidente Chávez, afectó de alguna manera, su presencia en sectores medios indecisos.
El 15 de agosto llegó. El mandato del Presidente Chávez nunca estuvo en juego. Hasta la víspera, todos los medios de comunicación en coro, estuvieron desbordados, por un triunfalismo que rebasaba la realidad, alimentados además por un ejército de creadores de fábulas, sobre la liquidación política del Presidente Chávez y los alcances del gobierno de transición. El 31 de octubre la historia se repitió. El chavismo barrió en Venezuela. La estrategia de los medios, nuevamente falló.
