El gran engaño: Dos Venezuelas separadas por la indiferencia salarial

El discurso político internacional de Venezuela y la realidad cotidiana de sus trabajadores han abierto una dolorosa brecha que define el nivel de popularidad del Gobierno de Nicolás Maduro. No es un país de sombras, sino dos países enfrentados: uno épico y geopolítico, el otro de supervivencia y dignidad.

Cuando uno compara el discurso oficial con lo que vive una trabajadora de la educación, se da cuenta de la desconexión del gobierno con el problema que realmente está desgastando su base social: el derrumbe del poder adquisitivo del salario.

El contraste de narrativas: Dos Venezuelas en un solo territorio

El primer discurso, proveniente de una vocera internacional, pinta una Venezuela triunfalista, inmersa en una "batalla hermosa por la humanidad". En esta narrativa:

  • Se presume un crecimiento económico superior al de la región.

  • Se celebra la soberanía alimentaria, con el 96% de lo consumido producido en el país.

  • Se muestra un incremento de las reservas internacionales de más del 32% en 10 meses.

  • Se atribuyen las dificultades únicamente a las agresiones, bloqueos y amenazas militares del imperialismo norteamericano, que, paradójicamente, han cohesionado a la nación.

Esta es la Realidad A: La Venezuela Geopolítica y Triunfalista. Su métrica de éxito es la resistencia y la victoria política sobre la agresión externa.

Frente a esta visión, el testimonio de una docente es un grito de dolor y una dosis de realidad sin filtros:

"Yo recibí el abono a mi cuenta de 3000 bolívares (+/- 14 dólares). Mi aguinaldo de octubre. Y yo no sé si de verdad me dio rabia, impotencia, o si me embargó una profunda tristeza. ¿Hasta cuándo la burla?"

Esta es la Realidad B: La Venezuela de la Subsistencia y la Dignidad Perdida. Su métrica de fracaso es un salario que "no me da ni para comprar el desayuno" y que la hace sentir menos remunerada que un vendedor informal.

La distancia entre ambas visiones se resume en este cuadro:

La Crítica: Dos enemigos, una sola crisis

Es un hecho innegable que Venezuela enfrenta una guerra económica que incluye sanciones y agresiones externas. Reconocer esta amenaza foránea es un imperativo político y patriótico. Sin embargo, la mayor falacia de la retórica oficial es pretender que la defensa de la soberanía basta para sostener la moral y la vida de la población.

La crítica fundamental es que el Gobierno de Maduro, a pesar de las agresiones y otras amenazas, ha permitido el surgimiento de un enemigo interno que es igualmente devastador: la indiferencia gubernamental en materia salarial.

  • ¿De qué vale la "seguridad social de referencia" que enarbolan los voceros oficiales si los pilares de esa sociedad (como los educadores y médicos) deben elegir entre su vocación y su alimentación?

  • ¿Qué valor tiene la "recuperación económica" si el ingreso promedio de un docente es apenas una pequeña fracción del costo de la canasta básica de alimentos?

La disyuntiva del venezolano de a pie no es si apoya o no la soberanía; es cómo sobrevive a la próxima semana con un sueldo que se evapora. La pregunta de la maestra: "¿Qué me motiva?" es la pregunta que se hace toda la burocracia, la salud y la educación pública de Venezuela.

Exigencia prioritaria: Un salario digno como acto de soberanía

Para recuperar la confianza popular y estabilizar el país, el gobierno debe actuar con urgencia y sinceridad:

  1. Reorientar la prioridad: El tema salarial y la recuperación del poder adquisitivo deben pasar a ser la prioridad de Estado, incluso por encima de la retórica política. La defensa de la patria comienza garantizando la dignidad de quienes la construyen.

  2. Sincerar la economía: La narrativa de la "recuperación" debe reflejarse en un aumento sustancial del salario real, anclado a la canasta básica y deslastrado del esquema de bonos insuficientes que no inciden en los beneficios laborales.

  3. Dignidad laboral: Se debe establecer un sistema de remuneración que dignifique la labor profesional del sector público. Permitir que una maestra sienta que su trabajo es una "mediocridad de remuneración" es hipotecar el futuro de la educación nacional.

El Gobierno de Maduro está obligado a resolver la contradicción entre la imagen de fortaleza que proyecta al exterior y la miseria que padece el sector público en el interior. La patria no solo se defiende con fusiles, sino con salarios justos. Ignorar esta realidad económica no es solo un error de gestión, sino el factor determinante que condena a la impopularidad y perpetúa la existencia de dos Venezuelas desangradas por el mismo conflicto.



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Andrés Giussepe

Doctor en Gerencia, Especialista en Política y Comercio Petrolero Internacional y Economista de la Universidad Central de Venezuela. Secretario Nacional del Movimiento Profesionales de Venezuela.

 agiussepe@gmail.com

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