Lo que calla el buche lo dice el cuerpo

McCain no miró a Obama ni una sola vez durante el debate

ohn McCain no miró a Barak Obama ni una sola vez durante el primer debate presidencial el viernes pasado. Se trata de un «detalle», ciertamente, pero el hecho es absolutamente verdadero y dice mucho. Aquí tienen el enlace para ver el debate entero: 

Primer debate presidencial entre Obama y McCain 

Aunque este «detalle» pudiese pasar como un aspecto irrelevante de la contienda, no es cierto que el mismo no tenga realmente una importancia trascendente. Se trata de algo que dice mucho del candidato republicano y de la clase de electores a la cual representa, y que lo dice además con la elocuencia inmaquillable de ese traductor de sutilezas comprometedoras que es el cuerpo.

Todo parece indicar (y es difícil inferir otra cosa a partir de semejante actitud de desprecio hacia su interlocutor) que para John McCain, primer y verdadero candidato histórico de los blancos (por ser el primero en tener que enfrentarse a un candidato negro), no era sólo totalmente degradante sino imposible mirar a un negro en los ojos.

La tradición blanca estadounidense nunca lo hizo en el pasado, bajo ninguna circunstancia, y tampoco lo haría ahora. Sería como negarse a sí misma, o ponerse al mismo nivel. Equivaldría a legitimar de una vez por todas los derechos del afro americano, unos derechos que sólo pueden merecer, para el blanco, un reconocimiento puramente teórico (al menos hasta tanto dicha clase de origen esclavo no hubiese conquistado espacios en la sociedad por sus propios medios, ni igualado o superado económica y políticamente al hombre blanco, que es la actual medida y personificación tangible de todo éxito). Es bajo el pragmatismo de tales «parámetros de dominación» (idiosincracia) que el racismo estadounidense inunda el inconsciente colectivo de la sociedad blanca.

Pero si bien las circunstancias actuales han llegado a colocar a los blancos en una situación tan degradante como la de tener que debatir de política en público con negros, nada obliga aun —dirá McCain— a mirarlos en la cara. «Al menos esta última "dignidad" puede ser preservada».

¿No era ya suficientemente degradante tener que debatir con ellos en un terreno que tradicionalmente y por derecho histórico ha sido —«y por ende debe permanecer»— el medio exclusivo y natural de los blancos: el político? «Ya es suficiente, parecía decirnos John McCain, tener que medirse con alguien que en el fondo no era más que un representante de África».

«¿Mirarlo?...» Sus ojos tuvieron prohibido durante más de dos horas (por «razones de consciencia») pasar esa línea histórica de 45º a la izquierda donde una sombra comenzaba a sugerir la presencia física del oponente. Pero su cabeza nunca tuvo necesidad de aventurarse hasta tales límites, permaneciendo burlonamente omisiva y despreciativa como un buen soldado, 90º al frente.

Le bastó con sólo escuchar al contrincante, quien en cambio no paró de buscarlo con los ojos a todo lo largo del debate. Si algo realmente importante tenía que haber ocurrido durante este encuentro, era que Obama osara preguntarle, en un momento dado, a John McCain (tan obvio ya era el desprecio que éste obsequiaba), «por qué lo evitaba» tan decididamente. Aunque lamentablemente Obama no lo hizo, no hay dudas que esa hubiera sido la mejor pregunta del evento.




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Xavier Padilla


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