La Patria no se negocia

La presencia de buques de guerra de Estados Unidos en nuestras costas no es una simple visita, sino un claro acto de provocación. Estos emisarios de la arrogancia y la violencia merodean nuestro mar patrimonial, actuando como si el mundo fuera su patio trasero.

Su osadía es una amenaza palpable que vulnera nuestra soberanía y desafía la paz de nuestra patria. Pretenden presentarse como guardianes del orden, pero su verdadero objetivo es intimidar, sembrar miedo y condicionar nuestra voluntad colectiva. Este asedio imperial no solo se libra en el mar, sino también en el campo invisible de una guerra virtual.

Esta ofensiva psicológica utiliza rumores, noticias falsas y campañas digitales para quebrar la moral nacional y sembrar la zozobra. Buscan debilitar la confianza del pueblo y fracturar nuestra inquebrantable unidad. Su objetivo no es otro que sembrar la cizaña del miedo y la desestabilización emocional en el seno de nuestro pueblo. Es un ataque cobarde que busca quebrar nuestra moral, sembrar la duda y fracturar nuestra inquebrantable unidad. Pretenden que bajemos la guardia, que el temor nuble nuestra convicción y que cedamos ante la presión de sus cañones y sus algoritmos.

Pero lo que no entienden quienes nos atacan es que el alma venezolana no se rinde. Este pueblo ha aprendido, con cada intento de sometimiento, a levantarse más fuerte y más unido. Nos quieren dividir y encuentran una nación que se abraza en su identidad; nos quieren amedrentar y hallan un país que responde con firmeza y dignidad.

Cada mentira que lanzan choca contra el escudo de nuestra dignidad. Cada amenaza que proclaman se estrella contra la roca de nuestra resistencia. El pueblo venezolano, forjado en la lucha y templado en la adversidad, no se doblega. Nuestra historia está escrita con la tinta indeleble de los libertadores, y no permitiremos que ningún imperio mancille esas páginas de gloria.

Hoy decimos con claridad: Venezuela no se doblega. Nuestra tierra, nuestra soberanía y nuestra paz no están en venta ni en negociación. En cada rincón del país late la certeza de que resistiremos. Cualquier intento de sometimiento será respondido con la fuerza moral de una nación que jamás se ha arrodillado ante el imperio. La agresión no se limita al show militar; desde las cloacas digitales del imperio se dispara un arsenal de mentiras y campañas de intoxicación psicológica para quebrar nuestra moral y sembrar la duda.

Cada mentira que lanzan choca contra el escudo de nuestra dignidad. Cada amenaza se estrella contra la roca de nuestra resistencia. El pueblo venezolano, forjado en la lucha y templado en la adversidad, es el heredero de los libertadores. No permitiremos que ningún imperio mancille esas páginas de gloria.

Que les quede claro en Washington: Venezuela no es un pueblo de cobardes. Somos hijos de Bolívar, de Guaicaipuro, de Zamora. Llevamos en la sangre la fortaleza de quienes prefieren la lucha más dura a la sumisión más vil. Una eventual invasión no encontraría un camino de rosas, sino el infierno de un pueblo entero defendiendo su tierra a toda costa. Sería una derrota histórica y humillante para el imperio, la tumba de su pretensión hegemónica en la región y el ejemplo de que los pueblos unidos son invencibles.

No nos engañemos, la guerra no es sólo naval. Detrás de sus blindados de acero se libra una campaña de miedo que inunda redes y medios con noticias falsas y mensajes de terror. Es la misma estrategia que usaron contra Irak, Siria y Libia: destruir primero la mente para luego invadir el cuerpo.

Pero Venezuela no es una presa fácil. Somos el pueblo que resistió el golpe de 2002, el sabotaje petrolero y las sanciones más crueles de la historia. Somos los nietos de Bolívar y los hijos de Chávez, herederos de una tierra que no se arrodilla. Cada vez que el imperialismo ha intentado doblegarnos, hemos respondido con unidad, coraje y creatividad.

Sus portaaviones no nos asustan; son símbolo de un poder decadente, no de invencibilidad. Si osan pisar nuestro suelo, encontrarán a millones de venezolanos convertidos en trincheras humanas. La historia demuestra que quien invade tierras soberanas no sale victorioso, sale humillado. Vietnam, Afganistán e Irak son nombres que resuenan como epitafios de imperios.

Venezuela no es un país que se vende ni se negocia. Somos una nación que defiende su derecho a existir, a elegir su camino y a ser libre. La moral de nuestro pueblo es de acero, templada en mil batallas. Esta no es solo una lucha por la patria, es una lucha por la dignidad de toda Latinoamérica. Si Venezuela cae, caerán las puertas de la región. Pero no caeremos. Cada venezolano es un escudo, cada barrio una fortaleza, cada sonrisa en medio de la adversidad, un puño en alto.

Si alguna vez llegaran a cruzar la frontera de la provocación hacia la agresión, su invasión no sería recordada como una victoria, sino como una derrota histórica y humillante para los Estados Unidos en América Latina. Porque aquí no se enfrenta un ejército, aquí se enfrenta un pueblo entero dispuesto a defender su historia, su presente y su futuro.

El pueblo venezolano está listo para defender su tierra, su honor y su futuro. Si el imperialismo insiste en su error, escribirá con su propia sangre una nueva página de su derrota histórica.

¡Viva Venezuela! ¡Viva la resistencia! ¡La patria no se negocia!

NO HAY NADA MAS EXCLUYENTE QUE SER POBRE



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Ricardo Abud

Estudios de Pre, Post-Grado. URSS. Ing. Agrónomo, Universidad Patricio Lumumba, Moscú. Estudios en Union County College, NJ, USA.

 chamosaurio@gmail.com

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