Una historia, no oficial, sobre la vida y obra de Simón Bolívar (II)

Para contar esta historia tenemos que basarnos en las circunstancias y vicisitudes que le tocó vivir a nuestro Libertador y para ello es necesario responder la pregunta: ¿Quiénes amaban y quienes odiaban a Bolívar? La historia que cuentan y la otra historia. Quienes odiaban a Simón Bolívar fueron los mismos que mataron al Mariscal de la independencia y la libertad, General Antonio José de Sucre. "La bala cruel que te hirió en el corazón, mató a Colombia y me quitó la vida", exclamó desde su dolor profundo el Libertador al enterarse del execrable magnicidio. No hay duda que poco tiempo después esa misma gente asesina a Bolívar y por ende asesinan a la noble Colombia. El último intento de Bolívar por salvar a Colombia de caer en poder de su oligarquía retrograda, lo hizo con su Última Proclama. Bolívar se dio cuenta que camarilla santanderista, subordinada ya al nuevo amo anglosajón, despedazaba a Colombia, a su ejército libertador, sembraba la desunión y la anarquía, rendía la patria al predominio de los Estados Unidos y se enriquecía a costa de la pobreza pública. Odiaban a Bolívar, libertador de esclavos, el general insurgente que se jugaba la vida porque no hubiese en este continente un hombre propiedad de otro. A esa oligarquía que se aferraba al poder como sanguijuela y se endosaba los privilegios de la Colonia en el Congreso de Cúcuta, le había pedido encarecidamente el Libertador aprobar en recompensa por la victoria de Carabobo, la abolición de la esclavitud; pero esta clase de gente, sin alma, le respondió con el ultraje de una extinción gradual, "Que no comprometiera la tranquilidad pública ni vulnerara los derechos de los propietarios" "Los hijos de las esclavas serían libres, pero debían pagar con obras y servicios los gastos de su crianza hasta los 18 años"

Los oligarcas colombianos repudian la democracia sustentada en la soberanía del pueblo y fundan la democracia de los propietarios al determinar que para ejercer en Colombia el derecho al voto el ciudadano debía ser dueño de propiedad raíz o usufructuario de jugosa renta. Su inspiración era la democracia con esclavitud, como imperaba en los Estados Unidos, miserable sistema que no le avergonzaba para nada llamarle democracia, a pesar de sus dos millones de esclavos, del despojo de tierras y el exterminio de los indígenas. El cabecilla de esa ignominia, en Colombia era Francisco de Paula Santander Omaña, que vivía sólo para fustigar al Libertador y obstruir su proyecto político y social. Este adorador del individualismo y la injusticia creía socavar al héroe difundiendo entre las élites de esos años de la década de 1820 al 1829, que Bolívar quería provocar una guerra intestina en que ganen los que nada tienen, que siempre son muchos, y que perdieran los que si tenemos; que somos pocos. Vaya que la oligarquía colombiana si estaba molesta con esa potencia moral que tronaba: "Yo antepongo siempre la comunidad a los individuos". Al final, en Santa Marta, Colombia, Bolívar atento al sonar del bronce de las campanas, visiona la tragedia hispanoamericana: "Doblan por la muerte de Colombia"

Sólo un desquiciado podía celebrar con júbilo, como lo hizo Santander en 1822, que la Doctrina Monroe mostrara sus garras sobre una Hispanoamérica aún en lucha por su libertad. Es difícil entender cómo el caudillo de la traición podía ver algún beneficio para la patria en esa doctrina, América para los americanos, es para este traidor un motivo de orgullo al ser engullidos por la "nación más favorecida del genio de la libertad", como lo pregonaba Santander poseído por un éxtasis abominable. La ambición de Santander era ser el solo el Presidente de Colombia, aunque fuera sobre sus ruinas. "No hay comisión ni destino que pueda alagarme, sino la Presidencia de la República, inmediatamente después de que la deje el general Bolívar". Y ese fue el motivo de su conspiración permanente contra Bolívar, contra Sucre y contra Colombia, hasta causarles la muerte a los tres. Quería, en una actitud delincuencial de lesa patria y alevosía agravada entregar las repúblicas recién salidas de la espada de Bolívar al predominio y al pillaje de los ambiciosos gobernantes de los gringos en Washington, a sabiendas que nuestra transitoria independencia se había logrado luchando contra España y contra los Estados Unidos al mismo tiempo. Los gringos nunca se solidarizaron con la guerra justa de los independentistas del sur.



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José M. Ameliach N.


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