¿Cual es el desespero de los gringos y sus lacayos criollos?

La manera más desagradable de replicar, en una polémica,

es la de enojarse y callar, pues el agresor interpreta

ordinariamente el silencio como un desprecio.”

Federico Nietzsche

 

Vértale, disculpáme, hermanito… el que llegó retrasao hoy fui yo”, me dijo Anacleto, como ofreciendo sus disculpas. “Ya llevo dos cafés y tres cigarros”, le respondí en tono de chanza. “Buee… alguna vez me tocaba a mi. Sobre todo, porque estaba en una conferencia de carácter geopolítico que me tocó dictar”. Hizo una pausa y de pronto continuó: “Me tocó hablar sobre el desespero de los gringos, y de sus lacayos criollos, en tumbar a Maduro”. Hizo un redondel con el humo del cigarrillo y continuó: “Sobre todo ahora, en la fecha en que se conmemora la siembra del Gigante, en la que se rememoran todas sus andanzas y logros”. Se puso serio, me miró fijamente y remató: “¿Vos te habéis puesto a pensar lo que siente esa gente cada vez que ve esas grandes marchas y concentraciones en apoyo a Maduro pa’que siga el legado de Chávez? Ellos no consiguen llenar ni dos cuadras, porque no tienen pueblo, a pesar de todas sus guerras pa’ quebrarlo por el estómago y por la economía, por las colas y la desesperación, y sobre todo, a pesar de sus mentiras".

Es verdad. Cuando se rememoran algunas de las experiencias vividas por el Eterno Comandante, es para coger balcón, porque limitándonos sólo a su tiempo de gobierno, y dejando para otra ocasión el período entre la rebelión militar y su juramentación como Presidente electo, tenemos más que suficiente. La vida de Hugo Rafael, antes de ser Presidente, no es lo que inquieta a los Halcones. Lo que los tiene desesperados son sus vivencias como gobernante, así como sus enseñanzas como líder del proceso revolucionario. Me explico.

Cuando nuestro multiplicado líder fue electo Presidente, los gringos, y sus lacayos criollos, pensaron que les sería muy fácil “manejar” a ese “militarcito” sin preparación política. Sobre todo, porque para ese momento veían a su lado a personajes, como Luis Miquilena, que eran expertos en negociaciones obscuras y sin ninguna vocación de servicio. A ese lo podían comprar. Jamás pensaron en las enseñanzas que Hugo adquiriera de asesores y amigos, como Alfredo Maneiro, que le ayudaron en su formación y preparación para gobernar, si dejar de nombrar sus condiciones morales y éticas, además de su amor por su pueblo como su mayor compromiso. O sea…

Cuando Chávez asumió la presidencia el país estaba en la carraplana: desempleo, hambre, exclusión, inflación excesiva, abandono escolar, etc. etc. El precio del barril de petróleo era risible. Los intereses gringos nos habían convertido en un país mono dependiente, desde la época de Juan Vicente Gómez. Es decir, la renta petrolera era nuestro único soporte, aunque los beneficios se los repartían la “gente del petróleo”, con jugosos salarios y bonos por “producción”. Los supermercados estaban llenos de productos, pero el pueblo no tenía dinero con que comprarlos. Sólo la “clase elegida” tenía accesos a los productos de la cesta básica y a los suntuosos.

Chávez, con sus viajes en el camastrón por los países de la OPEP, logró lo que los sesudos inteligentes, que se creyeron indispensables, jamás pudieron, porque no les interesaba. Y el precio del barril de petróleo comenzó a subir. “Ah, no”, dirán algunos “eso fue obra del mercado, no de Chávez”. Si Luis… Y se empezaron a preocupar por los logros del “teniente coronel” y a planificar como adueñarse de las nuevas ganancias. Como no pudieron “torcerle el brazo”, intentaron con un golpe de estado. Qué raro, ¿no? Esa fue una nueva derrota.

Ante las promesas de sus lacayos criollos, de que tumbarían a Chávez, los gringos se limitaron a financiarlos y se dedicaron a otras guerras posibles: Iraq, Libia, Siria, y todo lo que estuviera a su alcance, bajo el esquema de que “había que destruir”, para que sus empresas se favorecieran con la “reconstrucción”, porque allí colocarían gobiernos afectos y moldeables.

Bueno. Los lacayos no le han podido cumplir a los Estados Unidos de Norteamérica y estos están a punto de retirarles el financiamiento y asumir ellos mismos el “trabajito”. Eso es lo que tiene desesperados a los “mantuanos”; ¡sin resultados no hay más real! Alguien me decía sarcásticamente: “Si los gringos hubieran querido tumbar a Chávez, y ahora a Maduro, ya lo habrían hecho”. Craso error. Venezuela ha diversificado su mercado en el ámbito petrolero, y ahora no depende del mercado yanqui para sus ingresos, aunque sigue siendo importante. Además, ha firmado importantes acuerdos comerciales con diferentes países del orbe, entre ellos Rusia y China, que van desde el área militar, línea blanca, automotriz, electrónica, la construcción de viviendas, hasta el sector alimenticio. Y a los rusos y los chinos también les interesa proteger sus inversiones.

Lo más importante es que ahora Venezuela es respetada a nivel internacional y, a pesar de que han querido aislarla, está más acompañada que nunca. Ahora somos referencia como proceso democrático, revolucionario y libre. Y a eso es a lo que le temen los gringos: a que más países sigan nuestro ejemplo, como lo han hecho Evo, en Bolivia; Correa en Ecuador; Cristina en Argentina; Tabaré en Uruguay; Ortega en Guatemala; Bachelet en Chile; Dilma en Brasil, etc, etc, El ejemplo más reciente es Alexis Tsipras en Grecia, al que acusaron de Chavista y ganó ampliamente las elecciones. Sigue España, donde dicen que a Pablo Iglesias y a su partido Podemos, lo financia el gobierno venezolano, para tratar de descalificarlo. Pero el haber llamado “chavista” a Podemos los tiene asustados, por su crecimiento y el apoyo popular. No debemos olvidar la cercanía de Pablo Iglesias a nuestro eterno Gigante. Cuando Podemos gane en España, temblarán el imperio y la Unión Europea. He ahí el temor.

Existen grupos transnacionales que creen que un triunfo de Podemos es una utopía, pero la sola posibilidad de que ocurra los paraliza. Fíjense que la posición de Tsipras ha obligado a la Unión Europea a replantear los términos de la “ayuda” a Grecia, ya que la deuda con Alemania es menor a lo que ésta tendría que pagar por los desmanes de la guerra pasada y que el gobierno títere que existía parecía querer condonarle. Y en España la situación económica es catastrófica, al punto que muchos que habían regresado de Venezuela “huyendo del régimen de Chávez” ahora están arrepentidos de haberlo hecho, por los beneficios de los que gozaban aquí.

Unos chillan porque van a perder el jugoso financiamiento del norte; y los otros porque no ven frutos para sus inversiones. Y cada día que pasa la cosa se les pone más difícil porque el pueblo venezolano sabe que no puede optar entre vencer o morir; necesario es vencer, para que no vuelvan más nunca.

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Luis Semprún Jurado

Profesional, productor audiovisual, co-productor y co-moderador del programa radial El Ojo de la Ciudad en Maracaibo, estado Zulia

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