México

Geopolítica. Terreno minado

Entre los aspectos en que deberá ser profundizado el análisis del Proyecto Alternativo de Nación propuesto por Andrés Manuel López Obrador, en los términos de la adopción de un proyecto de frente amplio, destaca el relativo a la política exterior, tema de especial delicadeza en el actual entorno internacional y latinoamericano. La de AMLO es una propuesta que se pasa de prudente, al grado de no incluir mayor compromiso que los acostumbrados lugares comunes de la diplomacia mexicana, destacando la relación de dignidad y respeto mutuo con los Estados Unidos, la no intervención y el acercamiento con los países del sur. La que formula Cuauhtémoc Cárdenas, en cambio, es decididamente antiyanqui y favorece la integración en el ámbito latinoamericano, dejando muy poco espacio a la negociación.

Para quien esto escribe es indudable que la aplicación del conjunto de propuestas del proyecto AMLO llevará irremisiblemente a una seria confrontación con el poder imperial, la simple idea de recuperar para el estado el papel rector de la economía será suficiente para enfilar en su contra las baterías de Wall Street y, por consiguiente, del régimen yanqui; ya no se diga la propuesta de renegociar el TLC o la revisión del rescate bancario (FOBAPROA) o el de la deuda externa, que si son explícitos en el documento de AMLO, entre otros temas incluidos. La pregunta, entonces, sería si vale la pena descartar de antemano la posibilidad de negociación diplomática o, en cambio, dejar que la primera piedra venga de allá.

La verdad es que las relaciones de México con los Estados Unidos registran la mayor complejidad imaginable en el mundo. Nadie sabe como ronca el monstruo como el que duerme junto a él. Los márgenes de maniobra para el país, independientemente de quien lo gobierne, son demasiado estrechos, no sólo por la vecindad que cuenta enormemente, sino por la deuda, los tratados de comercio, la migración, la seguridad, el narcotráfico y, de manera muy pesada, la acción de los testaferros criollos. Me arriesgo a decir que sólo por excepción pueden confluir los intereses nacionales con los estadounidenses. Cualquiera que pretenda impulsar un proyecto que privilegie la atención a los reclamos de los mexicanos, encontrará serias dificultades en la relación con el vecino del norte.

Es en este marco en el que adquiere relevancia la solidaridad internacional y, con especial énfasis, la cabal integración con la comunidad latinoamericana y caribeña. Hasta antes del desastre salinista México fue un espacio abierto para todos los compatriotas de la gran Nación, no sólo el escudo de la Máxima Casa de Estudios representa el mapa de toda la América Latina y su lema exalta el espíritu de su raza, sino que mantuvo su cara vuelta al sur. Salinas trastocó la historia y volteó la cara hacia el norte buscando ser el privilegiado de las migajas del imperio, pretendió convertirse en gato de angora.

En la relación con los Estados Unidos cabe el dicho: ni tanto que queme al santo, ni tanto que no le alumbre; pero con relación a América Latina y el Caribe el proyecto de AMLO necesita explicitar la necesidad y la importancia de la solidaridad y la participación en la herencia común.

gerdez999@yahoo.com.mx.


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Gerardo Fernández


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