La estrategia imperialista contra la Revoluciòn Bolivariana y continental



Según lo revelado por The New York Times en una de sus últimas ediciones, funcionarios estadounidenses aseguran que el gobierno de George Walker Bush destinará más dinero a las fundaciones, empresas y grupos políticos opuestos al gobierno de Hugo Chávez. La administración Bush considera necesario una estrategia a largo plazo para “lidiar” con Chávez, a quien vislumbra como seguro ganador de un segundo período de seis años en las elecciones presidenciales de 2006. A la par de la puesta en práctica de tal estrategia, que buscaría acelerar la intromisión del imperialismo yanqui en Venezuela, quizá invocando la aplicación de la “Carta Democrática” de la OEA; se ha intensificado el enfrentamiento verbal con el gobierno de Chávez y se emprende una campaña mediática, tergiversando y descontextualizando todo lo que ocurre en este país y todo lo que hace o pretende hacer el gobierno nacional, cuya meta es propiciar el aislamiento internacional venezolano. Aparte de todo ello, y a la luz de los acontecimientos que tienen lugar en una gran parte de nuestra América, siendo Ecuador el ejemplo más acabado, el gobierno de Bush no deja de acariciar la posibilidad de desembarcar un contingente de marines en costas venezolanas para acabar con el incómodo gobierno chavista, siendo secundado en la empresa por el gobierno cipayo de Colombia, quien esgrimiría un conflicto de soberanía con el de Venezuela.



Todo esto –y algo más, como la posibilidad del magnicidio contra el Presidente Chávez y un autoatentado (quizás contra su propia embajada en Caracas) que haga ver a éste y a sus correligionarios ante el mundo como salvajes terroristas que es preciso combatir y eliminar- conforma el abanico de opciones que maneja la administración guerrerista de Bush a fin de restringir la influencia ideológica de un gobierno al cual estima como hostil a los intereses y al dominio hegemónico de Washington. Por eso, acciones como las adelantadas por Chávez y Fidel Castro al suscribir la puesta en marcha de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) en contraposición al Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) y a los diversos Tratados de Libre Comercio bilaterales acordados con Estados Unidos por algunos gobiernos de la región (sin contar con el beneplácito de sus pueblos), obligan a Bush y a sus halcones militaristas a plantearse un política de contención menos retórica y más práctica.



Frente a ello, Chávez se esfuerza por romper el cerco que trata de imponerle Bush. De ahí que no haya descuidado el ámbito internacional y esté denunciando constantemente la injerencia de la Casa Blanca en los asuntos internos venezolanos, incluida su comprobada participación en el golpe de Estado del 11 de abril de 2002; mientras en el orden interior libra una batalla un tanto silenciosa, pero decisiva, para que sus millones de seguidores apuren el paso hacia una profundización y defensa del proceso revolucionario bolivariano, algo que choca frontalmente con la mentalidad reformista de un porcentaje nada desdeñable de la dirigencia chavista actual.



A todas éstas, un huracán prerrevolucionario sacude las conciencias adormecidas de los pueblos de nuestra América. Si observamos con criterio analítico lo que ocurre en Nicaragua, Bolivia, Ecuador o Argentina, colegimos que en ellos hay un común denominador: el proceso de politización de sectores sociales excluidos, lo cual se expresa en una demanda de participación democrática, de justicia e inclusión social, de absoluta soberanía nacional, de honestidad política y de reemplazo total de las clases dirigentes tradicionales. Una situación generalizada de insurgencia popular que confronta abiertamente el dominio imperialista secularmente ejercido por Estados Unidos y su ambición de imponer el modelo económico del neoliberalismo en nuestras naciones. En consecuencia, Bush ha determinado que el mal ejemplo del proceso bolivariano tiene que erradicarse, de una vez por todas y con todos los recursos a su disposición.



Como lo resaltara William Izarra en uno de sus escritos, “para asegurar que el ALCA funcione por el carril de lo que decida Estado Unidos, el Comando Estratégico del Sur (Southcom) viene implantando los respectivos planes militares en el hemisferio. Entre éstos se encuentra el Plan Colombia (militarización regional contra las FARC y el gobierno de Venezuela), el Plan Puebla-Panamá, conocido como Nuevos Horizontes (mantener la sumisión centroamericana) y el Plan Dignidad (controlar la Amazonia)”. No es gratuita, por tanto, la amenaza velada que soltara el General Craddok, Jefe del Comando Sur norteamericano, de intervenir unilateralmente en Bolivia si el clima de agitación popular de ese país persiste y amenaza la estabilidad del poder constituido. Amenaza que Estados Unidos estarían dispuestos a concretar antes de que todo el subcontinente se vuelva un volcán revolucionario incontrolable, similar al período independentista.

Nada extraño resultaría que en algún momento un informe “confiable” de la CIA u otro organismo de inteligencia estadounidense “descubra” conexiones terroristas entre Al Qaeda, las FARC, Fidel Castro y Hugo Chávez, de modo que se vincule el “terrorismo latinoamericano” al “terrorismo islámico” en planes comunes para crear un ambiente de violencia y de caos, tanto en el seno de la sociedad norteamericana como en nuestra América. La compra de armamento por parte de Venezuela, denunciada por Estados Unidos para, eventualmente, armar grupos “terroristas” colombianos, encaja perfectamente entre los argumentos a ser utilizados en esa dirección por el gobierno de Bush.-



¡¡Hasta la Victoria siempre!!
¡¡Luchar hasta vencer!!





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Homar Garcés


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