Los ejercicios de Charles Atlas

Si usted recuerda el nombre, entonces usted es hombre de bien (en este escrito se utiliza el genérico gramatical masculino que incluye ambos sexos y no esa ridiculez inelegante de “os” y “as”) Pero bueno, no es sobre Gramática sobre lo que quiero escribir sino sobre la “Tensión Dinámica”, el método de Charles Atlas. En tiempos del personaje del título, si algún abusador le echaba a usted y a su novia arena en su toalla de playa y medido el individuo le resultaba muy grande, entonces usted se compraba el curso y a los seis meses se convertía en un marine del Navy Seal. ¡Ay de él si se topaba usted de nuevo con el pateador de arena! La paliza que iba usted a propinarle era tal, que a su novia no le quedaría más remedio que pedirlo a usted en matrimonio (en ese tiempo y para todo efecto no había sexo en noviazgo, así que no le quedaba a ella otra opción) ¿Qué sucedió después con el curso de Charles Atlas? No sé pero me imagino que alguien muy flojo para seguirlo o muy impaciente, inventó que era más fácil comprarse un revólver y liquidar al forajido sin tener que esperar seis meses. Como en los Estados Unidos usted puede comprar un arma como quien compra pan, pues se iba usted a Miami, se asesoraba con algún Posada y volvía con su escupe fuego. Fue así como se acabaron en las playas los matones que echaban arena en las toallas de las novias de los demás.

Pero claro, en la medida en que nuevas tecnologías se ocupan del exterminio del ser más inteligente del planeta, ya el Smith & Wesson calibre 38 no basta; tampoco el Pythton 357. El Ser Inteligente ha ido avanzando y avanzando, mejorando y mejorando al punto que inventó la bomba “sólo mata gente”, que apenas lo que liquida son seres humanos. ¡Gran avance, hermanos! ¡Que maravilla! Usted mata a los demás y todo permanece ordenadito. Nada de andar lidiando con albañiles, carpinteros y mucho menos plomeros que son lo peor.

Sin embargo hasta hace unas semanas persistía un problema: ¿qué hacer con los cadáveres, que también ensucian? Ahora el problema está resuelto: usted agarra el cadáver, le administra el rito religioso que le corresponda y lo echa al mar. Antes, le toma unas fotos que no enseñará pero le quedarán como recuerdo en su Black Berry. ¡No hay límites para el ingenio humano, hermanos, no lo hay! ¿Se imagina lo que hoy en día le ocurriría al arenero de marras? ¡Ja! Usted, sin acercársele porque es muy grande (es lo que llaman envío no tripulado) le dispensa una bomba que sólo mate gente (así ni la toalla que él pueda tener se arrugará) le reza un “Ave María” si está en playa católica, le toma una foto con su teléfono inteligente y lo echa al mar que está sólo a unos pasos. ¿Qué novia resiste eso? ¡No juegue, vale! Si quiere redondear la faena para que le quede fina, quédese con la toalla del occiso y refocílese sobre ella con su empate, que estamos en otros tiempos (y créalo: por esto último ni siquiera un gobierno revolucionario lo va a deportar) La Humanidad avanza, hermanos, no hay duda. ¿Qué será lo próximo?


coguevara@yahoo.com


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César O. Guevara


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