Gracias a la vida por haberme hecho padre

Cuando decidí ser padre decidí también que emplearía, para levantar al número de hijos que tuviera, aplicar un método de crianza alejado de la represión, el terror y la cara fea para ser obedecido. Ya era suficiente con la dosis de “aplique” que de manera inmisericorde emanaba de los hornos de la Cuarta República. Calculé el número de decibeles a administrar en caso de emergencia familiar y, mucho antes que eso, medí bien el número de sonrisas, kilos de bochinche y toneladas de payadas a inyectar sobre mis muchachos, mis sobrinos, primitos directos, primitos políticos, vecinitos y cuanto carricito me topo donde sea. Y vaya que me ha dado resultados.

Lo que reina entre ellos y yo, es un paraíso de vacilones. Con orgullo y sin falsa modestias, revelo que soy el arlequín preferido de muchiiiisimos de ellos. Conmigo, hacen lo que se les ocurre y más. He llegado a pensar que empezaré a fallecer cuando ese panorama cambie. Sí: podría ser el principio del fin. De mi fin.

Según Google, el Día del Padre nació en Estados Unidos (qué raro) cuando la señora Sonora Smart Dodd pidió en 1909 que su padre fuese honrado por ser veterano de guerra. Un año más tarde se institucionalizó el asunto y el capitalismo –cada tercer domingo de junio- aún suena sus escandalosas y mercantiles vuvuzelas. Pero para quienes nos tomamos la cosa con una mirada diferente, el Día del Padre no existe. Existe el segundo del padre, cuando besamos a nuestros muchachos cada segundo; el momento del padre, cuando a medianoche salimos corriendo a un hospital buscando la salud extraviada; la agonía del padre, cuando ante la llegada del año escolar no sólo caminamos y caminamos buscando textos y útiles, sino que a lo largo del lapso estamos pendientes de su rendimiento en las aulas y en fin, siempre es nuestro día y el día de la Madre, el del Niño, el hermano, el tío y la abuela.

La felicidad, pues, va más allá de un obsequio y la angustia de tener o no tener dinero para adquirirlo. Está en el propósito hermoso de dar al mundo hijos e hijas de bien. “Abombao” de satisfación parafraseo a la india Mercedes Sosa y doy gracias la vida por haberme hecho padre.


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Ildegar Gil

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