¿Qué será lo que quieren los maracuchos?

Se ha culpado siempre a los maracuchos de sufrir de la “vocación de la indiferencia” con respecto al resto del país. Esta vocación de la indiferencia tuvo su explicación en el siglo pasado no tanto en el aislamiento geográfico sino en el diseño de un modo de vida basado en el lago, la producción local y el intercambio comercial. Existía de verdad una región adelantada a las del resto del país en materia de diversificación de la producción y recepción de las novedades tecnológicas. Los zulianos habían llegado al siglo XX con un caudal de recursos y realizaciones palpables: la industria, el comercio, el desarrollo urbano, la artesanía, las ciencias aplicadas. ¿Qué pasó con la continuidad de esa línea de desarrollo, con un poderío potencial que jamás se concretó? El estado de desvalidez actual en el que nos encontramos los zulianos podría tener como posible causa el proceso del petróleo, el cual desarticuló aquella economía junto con lo que ésta representaba; también el desapego de los zulianos por las actividades políticas y militares que los llevó al alejamiento del poder y la imposibilidad de imponer estilos de conducción al país, lo cual al llegar la centralización en el siglo XX los convirtió en pobladores aislados y sin discurso organizado y, por último, el auge comercial se transformó en el tiempo a simple importación de productos y servicios, no de producción.

Algo se perdió en el camino. Las bondades del temperamento del habitante zuliano de aquella época no tienen nada que ver con las del de hoy en el perfil de su urbanidad. Aunque sé que voy a tocar puntos muy sensibles, y que yo misma soy maracucha, cada quién sabrá si se siente aludido/a y que al fin y al cabo, siempre pagamos justos por pecadores. El zuliano pareciera tener todos los vicios y muy pocas virtudes. Lo peor es que se vanaglorian de eso: somos “vergatarios”, “vivísimos” y “arrechos”. Pueden decir que esto es una falta imperdonable de reconocimiento a las personas honradas y trabajadoras, lo cual no les impide ser igualmente alegres y dicharacheras, y que sin duda las hay, porque si no este estado hace mucho que se lo habría terminado de llevar quien lo trajo. Aún así, quisiera que alguno/a de estos/as maracuchos/as vergatarios/as me mostrara, sin humor y haciendo gala de su “genio” y “viveza”, el lado positivo actual del gentilicio en el cual apoyarnos para salir de esta horrible situación moral en la que hemos caído. No son solamente las catástrofes naturales que estamos sufriendo en el estado (así como en el resto del país), o la todavía reversible contaminación (aunque urgentísimo el proceso de desintoxicarlo) del pobre lago. Es la moral, la ética, la honradez, las que se dan por perdidas. El maracucho de hoy es banal hasta la saciedad, con un sentido de pertenencia y arraigo fraudulento, desconocedor de toda solidaridad, violento, seguidor del “huequito” para tomar caña, amante de los “negocitos” (una mesa y una silla en cualquier acera, lo demás es mucho trabajo), alcahuete de cualquier infamia callejera , farfullo y fanfarrón. Qué triste impotencia se siente cuando la mayoría elude responsabilidades mostrando una grotesca indiferencia ante los destinos de Maracaibo y de todo el estado. La mayoría portando esa cobarde y cómplice conducta.

En Maracaibo estamos como el lago, sucios, contaminados y olvidados, pero como lo he escrito otras veces, por culpa de nosotros mismos. ¿Nos convertimos acaso en un chiste, del cual nosotros mismos nos reímos, ya sea por resignación masoquista, por indiferencia criminal, por incapacidad colectiva? ¿Por qué nos negamos a ayudarnos a nosotros mismos y preferimos que nos burlen y nos vejen? ¿Contra qué o quién estamos “rebelados” desde 1958? ¿Contra nosotros mismos? ¿Para hacernos daño nosotros mismos? Mi’arrrrma, todo un caso. Aún así, me niego a perder la esperanza. No quiero que quedemos como el lago, en estado caótico. Quizás tengamos que hacer una encuesta para saber qué queremos los maracuchos/as, pero todo en serio, nada en broma, porque mientras nosotros mismos no lo sepamos, nadie lo va a adivinar y, de paso, es taaaaan difícil complacer aquí a los supuestos chavistas, como lo dije en un artículo pasado (“Las ranas maracuchas”, 10/12/2010). ¿Cómo es posible que hayamos llegado al punto de tener a Spa girl, al “muchacho del diálogo” y a sus secuaces desgobernándonos desde Lima, Ciudad de Panamá y Miami? No es porque yo sea “la perfecta ama de casa” (nadie más lejos de la perfección que yo), pero como el buen ejemplo es la mejor enseñanza que se puede dar, yo al menos intento darlo. ¿Y vos?


durante.paula@gmail.com


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