Pélaselo

“Hoy es 10, son las 10, ¡vete ya, Carlos Andrés!”.

Con esta consigna se desarrolló en Caracas y otras ciudades el primer gran cacerolazo contra Carlos Andrés Pérez, hace ya casi 18 años, en marzo de 1992.

Disminuido en su apoyo político y militar, el gobierno adeco estaba técnicamente caído tras el 27F y el 4F, acosado por frecuentes manifestaciones populares y la culicardia permanente por la certeza de que venía en camino un nuevo intento de golpe.

Uno de los rasgos de la crisis política era la inexactitud de la expresión “gobierno adeco”, pues la dirigencia de AD no sentía como propia una gestión donde las decisiones fundamentales las tomaban Pérez y los tecnócratas neoliberales de los que se rodeó en su segundo turno al bate, del que salió ponchado antes de tiempo, en mayo de 1993.

Para mayor celo del partido, el adulterio entre el Presidente y el IESA era público y notorio.

De aquellos tiempos, en los que me iniciaba como reportero político en El Nuevo País, recuerdo haber presenciado un breve intercambio entre un dirigente de AD y el entonces ministro de Educación, Gustavo Rossen, quien venía de un alto cargo en la Polar y luego pasaría a otro en la privatizada CANTV, en el que aquel le decía a éste:

-Ministro, usted tiene vacante el cargo X. Desde el partido queremos postular algunos candidatos para ocupar esa posición.

El gerente metido a burócrata lo miró con una altivez que, a pesar de las palabras amables con las cuales le respondió, permitía adivinar que esos “compañeritos de partido” se quedarían con los crespos hechos. Tenía más chance de acceder al cargo algún tránsfuga de orígenes de izquierda. Había quedado atrás el tiempo en que el partido imponía sus cuadros en toda la estructura del Estado. “Ahora Venezuela es otra”, rezaba el lema de la propaganda oficialista.

Con todo, el estado de rebeldía generalizada frente al gobierno perecista que se percibía en las calles era correctamente interpretado en AD. En las protestas callejeras, los alzamientos militares y los cacerolazos había mucho de hastío no sólo frente a Pérez y su paquete neoliberal, que eran coyunturales, sino ante el sistema político-económico montado alrededor del Pacto de Punto Fijo. Un añejo sentimiento anti-adeco volvía por sus fueros y, por más cachos que Pérez les estuviera montando, había que defenderlo para que su hundimiento no arrastrara consigo el del sistema todo. Al menos así lo razonaron en las primeras de cambio.

Todo esto viene a cuento porque por esos días comenzaron a circular unos extraños panfletos que provocaban extrañeza por el mensaje que llevaban impreso.

“Esta noche pélale el culo a Carlos Andrés”.

Era común que circularan volantes y las paredes amanecieran rayadas con convocatorias y consignas contra Pérez y su gobierno, pero aquel volante resaltaba entre todos. No era, por decir lo menos, una manera muy ortodoxa de protesta.

Un periodista veterano me dio luces sobre el por qué.

“Eso lo sacan los mismos adecos. Es para que la gente sienta más bien rechazo por esas convocatorias”.

Nunca pude confirmar si aquella versión de mi colega tenía o no asidero. Cuando les pregunté, ningún dirigente adeco asumió la paternidad de aquellos volantes.

Casi 18 años después, las nalgas peladas de los jóvenes del antichavismo en su última manifestación pública me recordaron aquel enigmático panfleto.

Puede que sea por lo chapado a la antigua, pero tengo la sospecha de que el efecto sigue siendo el mismo que en 1992: es mayor el rechazo que el entusiasmo ante las invitaciones a pelarle el culo a alguien, llámese Chávez o Carlos Andrés.

Claro, los tiempos cambian y de todo hay en la viña del señor. Y, como dice el dicho, cada quien, si así lo quiere, hace de su rabo un florero. O una pancarta.


Columnacontralacorriente@yahoo.es


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Ernesto Villegas Poljak

Periodista. Ministro del Poder Popular para la Comunicación e Información.

 @VillegasPoljakE

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