Lo que Capriles no le confesó al Papa

Hay unas cuantas cosas que el señor Capriles no le confesó al papa Francisco, omisión con la que en vez de aligerar su carga de pecados, le agregó mayor peso. Y es que el “líder” de la oposición venezolana no cree en el secreto de confesión, es decir, piensa que ni al sumo pontífice se le puede confiar determinadas intimidades, por lo que prefirió mantenerlas a buen resguardo, entre pecho y espalda.

Se cuidó Capriles, por ejemplo, de confesarle al Papa que en su mente –la del primero, claro está- abunda, como las malas yerbas, el odio, enconó de naturaleza clasista que lo lleva a aborrecer a la gente humilde, pero cabe suponer que con sólo mirarlo fijamente a los ojos, al jefe de la Iglesia católica, hombre estudioso de los rasgos fisonómicos de quienes anidan resentimientos, no le quedó dudas que estaba en presencia de un fiero león con disfraz de manso cordero.

Cuando un jefe de Estado decide recibir a alguien, lo primero que hace es ordenarle al personal encargada de hacerlo, un currículo del personaje, con precisiones, incluso, de las cuestiones más íntimas del sujeto, por lo que por más cosas que Capriles se empeñara en ocultarle al Papa, queda claro que éste, por lo antes dicho, en ningún momento se llamó a engaños con respecto a la personalidad del individuo.

Y es que se requiere ser bien cabeza hueca para creer que nada más y nada menos que el Papa, uno de los jefes de Estado mejor informados del mundo, se pudiera comer el cuento según el cual Capriles, un sujeto de armas tomar pública y abiertamente “alzado” contra la institucionalidad democrática de su país, pudiera estar interesado en una política de diálogo promovida por la Iglesia católica.

Además, si de algo con seguridad está informado el Papa, es de la participación del señor Capriles en el golpe de Estado de abril de 2002 contra un gobierno democráticamente electo, y por si fuera poco, en el sabotaje contra la industria petrolera venezolana, valga decir, en actividades totalmente ajenas a una política de diálogo y de paz.

¿Y cómo no va a estar informado el Papa del asalto de Capriles y un grupo de facinerosos de extrema derecha a la Embajada de Cuba en Venezuela, si las gráficas tomadas en esa oportunidad le dieron la vuelta al mundo, como demostración de lo que es capaz el neofascismo?

Torpe, por lo demás, que Capriles no le confesara al Papa que participó e instigó la “caza”, en oportunidad del Golpe de Estado de 2002, de funcionarios del gobierno “depuesto” y de dirigentes chavistas, si los testimonios gráficos, igual que los anteriores, recorrieron y aún recorren el mundo de las comunicaciones.

Está enterado el papa, asimismo, de los muertos y de los heridos que hubo en Venezuela en el golpe de Estado de abril de 2002, de la introducción al país, con fines criminales, de paramilitares colombianos y, más todavía, de la constante conspiración del gobierno de los Estados Unidos contra Venezuela, por lo que Capriles no tenía porque ocultarle cosas relacionadas con el “No matarás”, en las que el sumo pontífice lo sabe comprometido hasta los tuétanos.

¿Cómo podía pensar Capriles que con no confesárselo, por la mente del papa Francisco no iban a pasar, al momento de la entrevista, como en una película de terror, las imágenes del sujeto que tras perder las elecciones, llamó a sus seguidores a descargar su ira contra cuanto chavista hallaran a su paso, con un elevado saldo de muertos y heridos?

Pueda que al papa Francisco sienta preferencia por el consumo de determinados alimentos argentinos, pero de allí a pensar que el máximo representante de la Iglesia católica como cuentos gauchos, la distancia es larga.

Se puede concluir, entonces, que poco o nada ganó el señor Capriles con presentarse ante el papa Francisco como un manso cordero, ya que el sumo pontífice sabe quién es quién en el mundo de la política, por lo que no come cuentos.

Ocurre, eso sí, que tras mucho haber leído a Maquiavelo, el papa Francisco se ha hecho ducho en el arte del disimulo, y tal es así que aunque se sabe, igual que los demás jefes de Estado del mundo, espiado por los Estados Unidos, se hace el sueco, sin que por esto se coma el cuento de aliado de un tío que no tiene amigos, sino intereses.

Cabe esperar que tampoco la jerarquía católica venezolana se coma el cuento “pacifista” de Capriles, ya que si de algo está consciente la mayoría determinante de la feligresía, es de que la intención de este señor no es otra que la de llevar a nuestro país a una guerra civil, para “justificar” la intervención militar de los Estados Unidos en Venezuela, al estilo de Irak, de Afganistán y de otros países destruidos por el imperio yanqui.


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Beltrán Trujillo Centeno


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