¿Para qué sirven entonces unos espalderos complacientes?

Cada cierto tiempo, de manera inmancable, el oposicionismo, con Globovisión con el pendón, destapa un nuevo (o una nueva) fascista y lo coloca en el centro del ruedo como si tratárase de un anticristo o de una “anticrista”...

No creo que haga mucho de que lo hiciera con una ONG nueva, Control Ciudadano, y con su flamante directora, herrada ella con un bello nombre pero quizás como más apropiado para una fachendosa tonadillera española: Rocío San Miguel, ¡y olé, coño, por la mare del toro y de Franco y del Valle de los Caídos y de la puta leche en polvo!.. ¡Por favor, perdónenme el desarreglo!

Pero tiene tan especial tino el oposicionismo, para seleccionarlos con el encargo de desacreditar la Revolución, que, por fantoches y además descuadernados, lo que terminan es desacreditados y desacreditadas. Por lo que: ¡vaya entonces, qué destino político tan tristón ese, no me fuña!

Rocío, lo último que ha dicho, es algo tan incoherente como esto: que las regiones estratégicas de defensa permitirán el uso de las armas para disolver protestas; pensando yo, que, pensando obsesionada ella, con la idea que de calentar la calle tiene el fascismo para los próximos días. Eso sería lo mismo que afirmar, ¡por dios Rocío, y olé!, que la Iglesia Católica se instituyó con el ánimo de fomentar sólo la pederastia o la sodomía... Nótese entonces lo fragmentado que exhibe Rocío el escuálido pensamiento que posee.

Y no debe extrañarnos, para nada esto, debido a un antecedente revelador que muy bien lo confirma.

Creo que, por los primeros días de julio próximo pasado (si acaso esta memoria, ya septuagenaria, no me falla) ocurrió un hecho extraño donde estuviera comprometida, Rocío, en compañía de un ricachón hereditario. Y fue que, estando traveseando ambos una tarde, en un potrero acogedor sombreado por cujíes de una finca propiedad del ricachón hereditario, fueron objeto de un atraco a punta de cuchillo cebollero, donde pudieron los delincuentes haberlos dejado amarrados y desnuditos sobre un pajar acolchado… ¡Qué vergüenza producto de la inmadurez! Me pregunto entonces, ¿qué carajo iba a hacer esta pareja a un sitio como ese tan apartado y solitario y, sobre todo sin los espalderos, a quienes les habían ordenado, con frialdad quedarse, cuando quizás más necesitaban de su compañía? ¿A qué fue entonces esta pareja a ese paraje solitario engalanado, además, con los relajantes y a la vez estimulantes trinos de las cóitoras y de los cristofués? ¿A desenterrar un parque? ¿A buscar un novillo alzao? ¿A sembrar una yuca? ¿O a qué?

Creo que es suficiente.

canano141@yahoo.com.ar


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Raúl Betancourt López


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