¡Wop!

Popi y yo somos iguales

Para mi ha sido un duro despertar. Descubrí esta mañana que Popi y yo somos iguales, cosa que me afectó mucho al principio ya que me había tomado una tazota de café, por lo que no podía decir que esta súbita revelación era solo parte de una pesadilla.

Popi, un payaso que tuvo el privilegio de que se le concedieran horas y horas para educar y hacer felices a los niños de mi generación, un esperpento con cachetes pintados y una peluca horrible que resultó ser su cabellera natural, un ser que no supo aprovechar su posición para respetarnos y enseñarnos, con su ejemplo, a respetar. Popi, ese Popi, se planta ahora frente a mi tele de mamá adulta a pedirme que me una a su lucha hueca, en la cual la sangre es mía y el beneficio es de el.

Popi, un personaje mediocre que se sentaba cada tarde a hablar de cosas que yo, con siete años, no podía entender, no porque fuera tontita, sino porque ese simulacro de persona jamás se dirigió a nosotros los niños. Se sentaba, recuerdo bien, frente a las cámaras a hablar con sus camarógrafos, que si fulano era gordo, que si no se quien se compró un carro, que si la suegra de mengano, y nosotros sentaditos, esperábamos las comiquitas que el intercalaba en su tertulia, asegurándose de intercalar también muchas propagandas, que yo aprovechaba para ir a la cocina y buscar esas deliciosas galletas que acababan de anunciar.

Pues ese Popi es igual a mi.

Hace poco escribí sobre la igualdad y citando las palabras de un amigo dije algo así como que no somos iguales en posibilidades ni en responsabilidades, pero si en dignidad.

Y con esas palabras en la cabeza amanecí y me hice una pregunta de pepita preguntona: ¿Quién se despoja de su dignidad sigue siendo igual a mi? Que manera de joderse el desayuno...

Pues mi reacción natural fue decirme que no, Popi nunca fue ni será igual a mi. Y eso me dejó comer en paz, pero mi cabeza, productora independiente y rebelde, no se quedó tranquila. Si me planteo la desigualdad de otros que actúan de maneras que yo considero reprobables, por no decir asquerosas y otra cantidad de adjetivos que sacarían mas ampollas a mis dedos ya ampollados.

Si dejo de considerar a Popi o a cualquiera como un igual, ¿no estaría haciendo justamente lo que deploro en ellos? Ellos se han basado en la idea de desigualdad para montar todo este sistema de injusticias que ahora se desmorona y por el cual me llaman a salir a la calle y dañar mis ollas de teflón.

Ellos eran mejores, por eso tenían más, por eso nos daban poco, porque, como seres inferiores, no solo nos conformábamos con cualquier cosa, sino que no merecíamos mas. Su autodeclarada superioridad les permitía traspasar cualquier límite, se convirtieron en semidioses perversos, que usaban sus poderes para sembrar ignorancia, injusticia, y un sin fin de antivalores importados que a ellos les resultaban muy beneficiosos.

En ese Olimpo de utilería Popi era solo un dios menor. Había grandes deidades que hoy ven con rabia como su rebaño de esclavos despierta al ateísmo. Tratan aterrorizarnos como solo los dioses perversos lo saben hacer, pero: ¿cómo temer a un dios del cual negamos su existencia?

Se van cayendo las coronas, las alitas de escarcha, las liras desafinadas. Despojados de sus antiguos y poderosos recursos, apelan a nuestra humanidad poniendo a otros a llorar lágrimas por ellos, ya que creo que ellos no saben lo que es llorar. Recurren a nuestra sensibilidad humana, suplican solidaridad a través de sus histriónicos voceros, pero nunca Popi habló sobre eso, en verdad, Popi nunca nos habló.

Es tal la confusión de estos seres, que ahora pretender apelar a sentimientos que nos negaron, sentimientos que conocimos por otros caminos que ellos jamás quisieron recorrer. Nos hablan de libertad aquellos que pretendieron esclavizarnos. Ahora que somos libres nos hablan de libertad. Ahora pretenden convencernos de que aquella piltrafa de vida que pretendieron imponernos era buena y justa. Cualquiera diría que los dioses venidos a menos perdieron la razón.

Pero no la han perdido, saben exactamente lo que hacen, lo que si perdieron, y hace mucho tiempo de eso, fue el buen uso de su dignidad. Ellos y aquellos que se creyeron que todos no somos iguales. Ellos, los grandes beneficiarios, sus semidioses y sus angelitos subalternos, pequeños asalariados cuyos suelduchos les permitían comer de vez en cuando en un restaurante caro. Ellos, los superiores, ahora nos hablan de defender nuestros derechos.

Pues es eso lo que estamos haciendo Popi, defendemos nuestros derechos, y aunque tu ambición no te permita verlo, defendemos los derechos de tus hijos y de toda tu descendencia, defendemos el futuro de todos los niños y lo defendemos con dignidad.

Una vez dijo otro amigo: ‘’los malo de los malvados es que nos vuelven malvados’’ y allí esta el meollo del asunto. No Popi, no me volví malvada, no nos volvieron malvados. Hasta en eso han fracasado.

¿Qué cómo llegué a darme cuenta de que nuestra igualdad está intacta? Pues fácil, me imaginé a Popi recién nacido, me lo imaginé pequeño igualito a mi bebé, bueno, tal vez un poco mas feo pero, como soy mamá, feitos o preciosos son bebés y me conmueven. Popi nació con la misma dignidad que tenemos todos los seres humanos. ¿Que mas adelante él optó por escoger ser y actuar de una manera babosa?, ¿que agarró su dignidad y se la metió por donde le cupo? Si, pero la tiene, metida en el culo, pero la tiene.

Por eso Popi y yo, muy a pesar del payaso, somos iguales. ¡Que vaina Popi! Tanto caminar para morir en la puerta, tanto deshacer mientras otros hacían, tanta burla, tanto irrespeto y todavía hay personas que nos resistimos a actuar como tu y tu legión de dioses caídos.

Somos iguales aunque actuemos de manera distinta. Eso es todo.

¿Ves que fácil es?


carolachavez.blogspot.com




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Carola Chávez

Periodista y escritora. Autora del libro "Qué pena con ese señor" y co-editora del suplemento comico-politico "El Especulador Precóz". carolachavez.wordpress.com

 tongorocho@gmail.com      @tongorocho

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