Psyop oligárquica

Textos de comunicación política, contentivos de técnicas aplicables a la propaganda y la publicidad, postulan que en su estructuración los mensajes deben combinar elementos emocionales y componentes racionales. No obstante, guiados por el interés de ocultar el fin ulterior del mensaje, por lo general reñido con la ética necesaria en el proceso de comunicación, algunos diseñadores e instrumentadores de campañas realizadas en forma de mix de medios (radio, televisión, periódicos, revistas, Internet, vallas, murales) optan por organizar sus mensajes fundándolos estrictamente en lo emocional. "Prohibido razonar", es su lema.

Esta modalidad comunicacional, contextualizada en sus antecedentes, oficiantes iniciales y practicantes de hoy, revela su origen en los manuales de operaciones psicológicas (psyop) del aparato de propaganda de Estados Unidos. La búsqueda de este tipo de campaña consiste en inducir o reforzar las actitudes y conductas favorables para todos sus intereses, es decir, las operaciones psicológicas procuran dar forma a climas de opinión estructurados en la empatía con los emisores y el rechazo militante a sus adversarios.

Hasta aquí todo luce muy académico, tan normal que llega a ser ordinario. Pero cuando se analizan estas campañas emerge una sistemática dinámica de manipulación de la audiencia sumergiéndola en un universo de emociones inducidas y guiadas con técnicas de orquestación, reiteración, similitud, homogeneidad, simplificación y focalización de objetos de agresión personalizados en el adversario, con el objetivo final de cristalizar apoyos sin que los receptores de los mensajes, cuyo respaldo se gestiona, evalúen, contrasten, sopesen argumentos, razones e intereses. Colonización de mentes, aunque sean muy cuerdas.

Pero la experiencia demuestra que la emoción, más temprano que tarde, establece sus sinapsis con la razón; se acompasa a ella. De aquí que las psyops registren una larga cadena de fracasos para sus instrumentadores. Y fracaso va siendo la psyop puesta en marcha por el grupo oligárquico que cree tener poder para manipular emocionalmente a la familia venezolana con videos hechos con mentiras, canciones de ritmo pegajoso y lágrimas artificiales para posicionar un supuesto cierre de su televisora, cuando la razón nacional ya asimiló la verdad irrefutable: la concesión que han explotado por más de medio siglo para engordar sus capitales, violando la Constitución y las leyes, valga decir, los derechos de la sociedad, se extingue el 27 de mayo, y, en consecuencia, el derecho de usar esa frecuencia del espectro radioeléctrico para transmitir mensajes televisivos regresa al dominio de la nación, administrado, como debe ser, por el Estado.

Recuperada la soberanía nacional sobre la señal del canal dos, se impone el mandato impartido por el pueblo al Estado en el referéndum de diciembre de 1999, cuando aprobó la Constitución bolivariana mediante el voto directo, secreto y universal: democratizar la comunicación de distintos modos; uno fundamental consiste en abrir el acceso y la participación del pueblo en el uso del espectro radioeléctrico. El dos ya no será de 1BC, será de todos.

Leal a la orden inapelable del pueblo, consagrada en el texto de la Carta Magna, el jefe del Estado ha comunicado la decisión irreversible que sólo la oligarquía cree poder quebrar: el dos será una televisora de servicio público; ofrecerá entretenimiento con calidad estética y técnica que, a la vez, eduque y contribuya a formar ciudadanos raigalmente socializados con los valores de la Constitución: demócratas, libres y soberanos.


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William Lara


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