Estos tiempos vividos son de crisis generales que genera grandes confusiones, pero han de producir muchas soluciones a los diversos problemas históricos que la sociedad de clases ha generado en miles de años y que aún, siguen incrementando las cifras de millones de seres Humanos sometidos a una espantosa miseria, amenazando la vida misma en el Planeta Tierra.
Mas allá del esplendor de la sociedad de la Mercancía que hoy prevalece en el planeta, avanza la crísis estructural y terminal de un modelo de producción, distribución, consumo y ganancia que se hace cada día más insostenible, no solo en la disponibilidad de recursos naturales sino, especialmente, en la imposibilidad de aumentar su consenso y legitimidad de una Humanidad cada vez más conciente de los daños irreversibles que tal modo de producción ocasiona a toda forma de vida y a todos los medios para reproducir naturalmente la vida misma.
Es en ese marco de crisis que se desarrollan los actuales procesos de búsquedas de medios de sobrevivencia de la modernidad capitalista y sus versiones “socialistas”, con el propósito de garantizar el incremento de la explotación del Trabajo y la Naturaleza, que permitan seguir financiando un tipo de sociedad consumista, depredadora y planeticida, que favorece, ya ni siquiera a las grandes potencias capitalistas del siglo XX, sino a las grandes corporaciones globales que, en su extraterritorialidad y virtualidad financiera, dominan la economía mundial, en favor de una oligarquía global del dinero y del Poder Político y Militar.
Frente a este proyecto de reforzamiento del control de la sociedad del Capital, surgen otras visiones y búsquedas que pretenden demostrar la viabilidad y el éxito de otro modelo de producción para la transición de la Sociedad de la Mercancía a la sociedad del Bienestar, que hermane los pueblos, unifique sus voluntades solidarias, integre sus economías, supere sus asimetrías y, especialmente, dirija los resultados de este esfuerzo al mejoramiento de las condiciones de vida de quienes se les ha negado por generaciones, lo más elemental de las necesidades humanas: vivienda, salud, educación, trabajo, cultura, recreación; en una visión que no solo respete a la Naturaleza, a las tradiciones, costumbres y culturas diversas y distintas, sino que haga de su protección y preservación generacional, su propósito fundamental.
En ese camino de utopías y sueños se encontraron el genio creador del comandante Fidel Castro Ruz y el ímpetu transformador del Comandante Hugo Chávez Frías, quienes luego de pensarlo y madurarlo, el 4 de diciembre de 2004, finalmente sellaron su compromiso revolucionario de construir un proyecto histórico, inédito, original, sincrético, basado en el principio de solidaridad de los pueblos de América Latina y el Caribe, que originalmente pretendió ser una alternativa frente al proyecto neocolonialista del ALCA y que luego fue derivó en una Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América, ALBA.
El ALBA es apenas un germen de un proyecto grannacional de los pueblos y en su apenas 5 años de existencia ha probado su efectividad en el intercambio directo de productos y servicios, en la capacidad de ahorro nacional, en el incentivo a la producción nacional y, especialmente, en la potencialidad para compartir y articular procesos productivos nacionales con alto contenido de participación social y de entidades públicas, con reducción de los monopolios nacionales y globales; lo que genera una acumulación interna de recursos financieros que favorecen la expansión de la economía endógena y el intercambio comercial equitativo entre sus miembros.
Hoy, cuando los Jefes de Estados y de Gobiernos de Antigua y Barbuda, Bolivia, Cuba, Dominica, Ecuador, Nicaragua, San Vicente y las Granadinas y Venezuela, inicien su VIII Cumbre en la Habana, los pueblos de Nuestra América observarán con mirada esperanzadora sus resultados, los cuales darán continuidad y profundidad al camino transitado en la construcción del sueño bolivariano: Nuestra América.
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