El fin de una era

¿Qué queda entonces de la superpotencia EEUU? Su poder estaba construido sobre barro financiero. Con el desplome de la hegemonía del dólar, llegó a su fin; el sistema financiero estadounidense ha quedado desacreditado por años. Esto es el fin del capitalismo estadounidense, del ejemplo que por décadas se nos ensalzó como modelo a seguir. Y no es poco, aunque no sea, ni por mucho, el fin del capitalismo como sistema mundial. (Michael Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam e investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad.).

El actual derrumbe de Wall Street está ocasionando todo tipo de comparaciones históricas desalentadoras. Pero muy pocos analistas parecen haberse percatado de otra coincidencia histórica igualmente fascinante: esta “gran destrucción” de riqueza a la que estamos asistiendo hoy sigue a tres décadas de un proceso de concentración de riqueza sin igual, años que han visto a los más ricos de EEUU doblar la parte que se llevan de la riqueza nacional. (Sam Pizzigati, investigador del Institute for Policy Studies en la John Hopkins University, Baltimore, EEUU.).

El desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó, en el ámbito geopolítico, la caída del muro de Berlín. Un cambio de mundo y un giro copernicano. Lo afirma Paul Samuelson, premio Nobel de economía: «Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo.» Se termina el período abierto en 1981 con la fórmula de Ronald Reagan: «El Estado no es la solución, es el problema.» Durante treinta años, los fundamentalistas del mercado repitieron que éste siempre tenía razón, que la globalización era sinónimo de felicidad, y que el capitalismo financiero edificaba el paraíso terrenal para todos. Se equivocaron… La «edad de oro» de Wall Street se acabó. Y también una etapa de exuberancia y despilfarro representada por una aristocracia de banqueros de inversión, «amos del universo» denunciados por Tom Wolfe en La Hoguera de las vanidades (1987). Poseídos por una lógica de rentabilidad a corto plazo. Por la búsqueda de beneficios exorbitantes. (Ignacio Ramonet, Le Monde Diplomatique).

El neoliberalismo no termina, pero se agota, dando paso a un periodo de disputa por alternativas en las que –por el momento– sólo se ven en América Latina aparecer propuestas para su superación. Gana así la región un protagonismo –junto con China– en la proyección del mundo futuro para toda la primera mitad de este siglo, en la disputa entre lo viejo –que se resiste a morir y produce crisis con consecuencias por todos lados–, y el nuevo, que comienza a anunciar el posneoliberalismo, un mundo solidario, desmercantilizado, humanista, del que el Foro Social Mundial de Belem –del 27 de enero al primero de febrero– será una muestra pluralista y vigorosa de alternativas al neoliberalismo. (Emir Sader, profesor de la Universidade de São Paulo (USP) y de la Universidade do Estado do Río de Janeiro (Uerj), coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Uerj.).

pablumbre@hotmail.com



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