Si me matan y me muero

Amanece nueve de septiembre en Santiago. Vientos australes rodean los muros de Tomas Moro y alargan sus brazos sobre el jardín dormido. Un cerezo se encuadra en la ventana y adorna la biblioteca con su primera flor. Salvador respira profundo. La vida que tanto ama lo colma y se derrama. Todo se anima. Los trazos de Guayasamín, los poemas de Neruda, el vino en la copa y Gloria, que brevemente se ha quedado suspendida observándolo.

Ya transcurren las horas de las incógnitas resueltas y los hechos consumados. Salvador sabe que no verá mas flores en ese cerezo. Tranquilo, le dice a Gloria: "Te tienes que ir para Colombia porque el golpe va a ser pronto". Gloria niega con la cabeza. "Si no te vas ahora, no te vas a ir nunca", le advierte. Gloria pregunta: "¿Es un general el que va a liderar el golpe?". "Es uno solo", responde. Ella se incorpora decidida: "Si tú quieres, yo lo mato". Salvador siente caer el zarpazo de la certeza que poco a poco parece circundarlo desde hace tres años. Gloria prosigue argumentando que no le teme a las consecuencias, mientras Salvador casi se ahoga con sus propias palabras. "¡No, no es eso lo que me preocupa, es que si tú lo matas, entonces qué nos diferenciaría de ellos!".

Se agolpan ahora las preguntas de ayer. ¿Cómo luchar contra el fascismo sin usar sus mismas armas? ¿Cómo derrotar ambición, dinero y terror con amor, desprendimiento y principios? ¿Tienen razón los que sostienen que el humanismo es un bien mercadeable por la raza humana? ¿Somos los socialistas, románticos adolescentes enfrascados en graduar de realidad a una utopía?

Muchos chilenos que apoyaron al gobierno de Salvador Allende evocan aquellos años expresando una hermosa y elocuente contradicción, “tuvimos utopía”: Llevar al país por la vía electoral hacia el socialismo.

Cuarenta años de lucha política dieron en aquellos tres sus frutos. Las primeras cuarenta medidas del Gobierno Popular estuvieron dirigidas a desarrollar un programa de emergencia en las áreas de vivienda y servicios públicos; a mejorar la seguridad social; a proteger a la familia y al niño otorgando ayudas económicas, matrículas, útiles escolares, desayunos y almuerzos gratuitos a los estudiantes de la educación básica y dando medio litro de leche diario a cada niño de Chile. Estaban dirigidas también a favorecer la salud de la población, eliminando la burocracia en la atención de los hospitales, suministrando gratuitamente medicamentos y exámenes, creando ambulatorios y programas para combatir el alcoholismo. Se atendió de forma prioritaria los problemas de seguridad generados por la delincuencia y se consolidaron las primeras estructuras que permitieron a los más pobres tener un mejor acceso a la justicia. Todo esto acompañado de una política laboral orientada a nivelar los salarios mínimos y establecer mecanismos automáticos de reajuste para defender el poder adquisitivo de los trabajadores frente a la inflación.

Allende sabia que en una sociedad capitalista el único capaz de proveer justicia social es el Estado, el cual debía ser lo suficientemente fuerte para conducir la economía y los recursos hacia la satisfacción de las necesidades de las grandes mayorías. Por ello, era vital proceder con la nacionalización de la explotación del cobre, la profundización en la reforma agraria, la lucha contra los monopolios y la estatización de las industrias básicas. Era necesario, antes de ejecutar las reformas estructurales, atender las carencias de los sectores mas desposeídos.

Pero mientras el gobierno socialista de Allende luchaba porque millones de excluidos, de humillados, de desamparados y explotados pudiesen llevar una vida digna, los secuaces del fascismo complotaban para desatar una enorme crisis económica, hambrear al pueblo y provocar su derrocamiento. Los principales cabecillas de esta conspiración se encontraban en la Casa Blanca, Henry Kissinger y su perro fiel el Presidente norteamericano Richard Nixon. El primer objetivo que se trazaron estos asesinos fue impedir la ascensión al poder de Salvador Allende. Al fracasar, como de hecho lo hicieron, el plan se concentró en frustrar a través de todo tipo de presiones económicas la consecución de los programas de reformas sociales y nacionalizaciones que éste pretendía llevar a cabo. Se destinaron enormes recursos financieros, mas de 10 millones de dólares, para apoyar a los sectores civiles, medios de comunicación, burguesía empresarial y militares que adversaban a la Unidad Popular. Entre las estrategias mas efectivas que pagaron los dólares norteamericanos podemos mencionar el desabastecimiento intencional de alimentos, el encarecimiento del costo de la vida por la aparición del mercado negro, los rumores acerca de la inestabilidad económica que derivaron en corridas bancarias, las huelgas del transporte y un ensayo de golpe de estado que en cierta medida permitió medir a los conspiradores la respuesta del pueblo, del gobierno y de las fuerzas armadas.

El gobierno de Salvador Allende fue finalmente derrocado el 11 de Septiembre de 1973. A partir de este momento el fascismo y el capitalismo más salvaje se apoderaron de Chile a través de su brazo ejecutor, la dictadura del asesino Augusto Pinochet Ugarte. Esta vergüenza para la raza humana organizo el sistemático exterminio de la izquierda chilena. Se detuvieron a más de un 1.000.000 de personas. Se torturaron a unas 104.000 mil y más de 3.000 fueron asesinadas o desaparecidas. Sobre sus anónimas tumbas quedara inscrita la hermosa sentencia de un anónimo poeta español: "El fascismo no entierra cadáveres, sino simientes".

Mucho se ha escrito sobre la personalidad y las decisiones tomadas por Salvador Allende. Pero ante los hechos inobjetables los juicios sobran. Lo que el pueblo admira en él es su incansable lucha social y su inquebrantable consecuencia con las ideas socialistas que animaron su proyección revolucionaria durante 40 años de entrega y hasta el ultimo día de su vida.


La anécdota que recreamos al principio de esta reflexión describe muy bien su posición ante la política y la lucha revolucionaria. Los socialistas creemos en la capacidad de nuestros principios y valores para transformarnos y transformar a la sociedad. Respetamos la vida y solo consideraríamos atentar contra ella para defender al pueblo y a la patria, por lo que es nuestro deber estar siempre alerta y organizados, seria una falta grave si somos sorprendidos por un enemigo que ya conocemos y sabemos los que nos prepara.

Los socialistas creemos en la trascendencia de nuestra existencia a través de los triunfos y logros del colectivo. Vivimos en cada uno de aquellos que han superado el analfabetismo, en cada palmo de tierra que fue rescatado por la Revolución de las manos de los terrofagos y dado al campesino, en cada niño salvado en el Hospital Cardiológico Infantil Latinoamericano, en cada obrero libre de la alineación, de la explotación y la miseria. En cada uno de los camaradas que han luchado, luchan y lucharan para concretar no una utopía sino la construcción de la única sociedad humana que hoy es posible, por sustentable y por digna, la socialista.

PATRIA, SOCIALISMO O MUERTE!!! VENCEREMOS!!!!

mboscam@gmail.com


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