¿Volverá la hambruna de 1932?

“La recesión va ser más profunda y más larga”. —Multimillonario Warren Buffett

La recesión económica que el gobierno de George W. Bush tardó casi un año en reconocer, está avanzando a pasos agigantados y afecta fuertemente al pueblo norteamericano que cada día tiene que afrontar la subida de los precios de alimentos, mientras el poder adquisitivo de los sueldos baja vertiginosamente, por eso, al igual que el patrón latinomaricano, la brecha entre los pobres y los ricos está creciendo trágicamente.

Los economistas sostienen que la clase media, otrora orgullo nacional del sistema económico estadounidense, ya entró en la etapa final de su extensión. Tal es la situación, que Jim Rogers director de “Rogers International Commodities Index” y ex socio del especulador George Soros, dió un grito de alerta la semana pasada cuando declaró que “si algo no sucede pronto no va a haber comida ni por mucho precio que se pague. Hasta hoy hemos leído sobre este tipo de cosas solamente en los libros de historia. Sin embargo, ahora temo que esto se repita”.

¿De qué pasado que asusta está hablando este multimillonario especialista en “fondos de alto riesgo” que desde los años 1990 está recorriendo el planeta del Congo al Perú, comprando todas las mercancías existentes del petróleo, niquel, oro, uranio a maíz, cacao, arroz, trigo etc., etc.? Sin duda alguna Jim Rogers está refiriéndose a la hambruna que de 1932 a 1933 sufrió Norteamérica que fue archivada en el olvido por los historiadores del sistema que fácilmente convierten hechos en leyendas remotas y viceversa. Hay que acudir a escritos y estudios de los especialistas del pensamiento alternativo como Howard Zinn y su libro “La Historia Popular de los Estados Unidos” o escritores como John Steinbeck y Maurtz Hallgren para conocer la desagradable verdad.

Dice Zinn que “mientras la mayoría de la población estadounidense sufría hambre había en el país reservas de millones de toneladas de comida que no se vendían para no bajar el precio. Las tiendas estaban llenas de ropa pero la gente no tenía dinero para comprarla. Millones de casas estaban abandonadas porque la gente no podía pagar y se vieron obligados a vivir en precarias chozas, construidas en basurales y llamadas sarcásticamente “villas de Hoover” (“Hoovervilles” ) en honor al presidente Herbert Hoover, 1929- 1933). Cuenta Zinn que en la noche se cubrían con las “sábanas de Hoover” (periódicos) y vestían pantalones con los bolsillos vacíos afuera, llamados “banderas de Hoover”.

Al igual que el presidente Bush, que dice que a pesar de la recesión el pueblo norteamericano sigue avanzando hacia la prosperidad, Herbert Hoover decía en 1932 que “la pobreza está desapareciendo en Estados Unidos”. Lo que callaba era que la pobreza no era la que desaparecía, sino los pobres que se morían de hambre. De acuerdo a los recientes estudios del científico ruso Boris Borisov (“American Famine”- “Hambruna en América”) “entre 1932 y 1933, más de siete millones de norteamericanos se murieron de hambre como resultado de la depresión en que se sumergió el país en 1929. El índice del desempleo superó el 25 por ciento, y del subempleo un 50 por ciento, afectando a 53 millones de habitantes que pertenecían a la Población Económicamente Activa y que sostenían EE.UU.”

Las estadísticas dicen que esos dos años, más de cinco millones de agricultores perdieron sus granjas (uno de cada seis) porque fueron embargadas por los bancos. “El gobierno no le dio apoyo a nadie ni siquiera trató de bajar los precios de los alimentos o distribuirlos entre los necesitados para no alterar las leyes del mercado y dañar el comercio, dice Borisov, y agrega que “las cosechas fueron quemadas y se destruyeron más de 10 millones de hectáreas de trigo, arroz, maíz, etc. Más de seis millones de chanchos fueron incinerados en vez de ofrecer aunque fuera una chuleta gratis a los hambrientos”.

Por supuesto que el multimillonario Jim Rogers no corre peligro de pasar hambre, le asusta la rebelión de la población hambrienta dispuesta a saquear todo lo que esté a su alcance, tal como sucedió en aquellos años oscuros.

Vicky.pelaez@eldiariony.com


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Vicky Peláez. El Diario NY


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