Emmanuel Levinas: "El mundo necesita el judaísmo" (I)

"Que el Antiguo Testamento o la Historia Santa del Occidente cristiano sea en su mayor parte la historia antigua de un pueblo de hoy en día, a pesar de su dispersión entre las naciones o su integración en esas naciones: ahi está, sin duda, la originalidad de este pueblo, de su vida religiosa y de su lectura de la Biblia, o, al menos, de los recuerdos que le quedan de esta vida y de esta lectura".

Emmanuel Levinas

"A la pregunta, ¿Qué es el Judaismo?, deberé contestarles que el Judaismo es uno forma de vida, uno forma de pensar, de sentir y de actuar que se esfuerza en transformar virtuosamente cada acción humana en un medio de comunión con D's ya que sólo a través de la comunión con D's, el judío esté capacitado para cumplir su parte para el establecimiento del reino de D's y la hermandad del hombre sobre la tierra"

Ana María Tapia

"Una ojeada al Antiguo Testamento nos muestra que, a pesar del carácter no-metafísico del pensamiento profético, el principio de justicia proclamado por los profetas no sólo es válido para Israel, sino también para toda la humanidad y la naturaleza."

Paul Tillich

"El judío es, quizá, debido a la inhumana historia que ha vivido, quien comprende la exigencia sobrehumana de la moral, la necesidad de hallar en sí la fuente de las propias certezas morales"

Emmanuel Levinas

"¿Quién es judío? Todo el que esté luchando con la pregunta. "¿Quién es judío? Todo ser humano lo bastante loco como para llamarse judío, es judío. ¿Es un buen o un mal judío? Eso es algo que le corresponde decirlo al próximo judío"

Amós 0z

"En el Séder de Pésaj el judío proclama con orgullo que él, como pueblo, nació en medio de la esclavitud egipcia. De esta degradación y sufrimiento, nuestros antepasados desarrollaron un fuerte odio por la tiranía y un gran anhelo de libertad y dignidad humana. Al despojarse de las cadenas, se propusieron construir una nueva forma de vida sobre fundamentos de justicia, verdad y paz"

Norman E. Frimer

INTRODUCCION

Se conoce al judaísmo como una religión, matriz de la que surgieron otras dos grandes religiones: Cristianismo e Islam. Sin embargo, también puede entenderse como una ética. Esto sitúa al judaísmo en una perspectiva universal, no como profesión de fe, sino en el ámbito filosófico. Los judíos son un pueblo disperso. Viven en muchos países diferentes, y, con una sola excepción, son una minoría numéricamente insignificante en todos ellos. Pertenecen a muchos grupos étnicos y lingüísticos distintos y a ámbitos culturales diversos. Incluso en un mismo país, estas diferencias dividen a las comunidades judías. Así pues, ¿qué es lo que les une y permite hablar en términos generales de "los judíos"?

Hay judíos ateos y judíos creyentes, de cabello rojizo y de piel oscura, judíos israelíes y judíos de otras naciones, hay un judaísmo askenazí, sefardí, mizrají y falasha, un judaísmo reformista, judaísmo ultraortodoxo, judaísmo laico o secular, judaísmo reconstruccionista, judaísmo humanista. El judaísmo no es solo una religión, ni un linaje, ni una nación, ¿qué es entonces?

Decir que lo que les une es la religión que comparten es una respuesta aparentemente atractiva pero en realidad engañosa. Hay una religión común que constituye el núcleo de la vida para muchos judíos y genera fuertes lazos de unión con los demás. Pero sería poco realista mantener que es la religión judía la que une al pueblo judío. De hecho, hoy en día,la religión más que unir divide a los judíos en la misma medida en que los separa de los no judíos. Hasta los judíos más piadosos probablemente admitirían que no es su religión lo que les define. Practican la religión judía porque son judíos y no al revés.

André Chouraqui, reflexiona así: "Según mi parecer, se puede ser judío de una manera global conectando con el mensaje, con el pueblo y con la tierra de Israel. Pero se lo puede ser también reconociendo uno de entre esos elementos: de hecho cada judío elige según su voluntad, el grado de fidelidad que él pretende conservar en relación al mensaje, al pueblo y a la tierra de Israel: los matices, hay que decirlo, son realmente innumerables. hoy en día hay casi tantas maneras de ser judío como judíos hay".

Los judíos laicos defienden un judaísmo vinculado a la noción de civilización. Amós Oz lo explicó así: "El judaísmo es una civilización. Y una de las pocas civilizaciones que han dejado su huella en toda la humanidad. La religión es un elemento central en la civilización judía, tal vez incluso su origen, pero esa civilización no puede ser presentada como nada más que una religión. A partir de la fuente religiosa de esa civilización se desarrollaron manifestaciones espirituales que ampliaron la experiencia religiosa, la cambiaron, e incluso reaccionaron contra ella: lenguas, costumbres, estilos de vida, sensibilidades características (o tal vez debiera decirse sensibilidades que solían ser características), y literatura y arte e ideas y opiniones. Todo esto es judaísmo. La rebelión y la apostasía en nuestra historia, especialmente en las últimas generaciones, también son judaísmo. Es un extenso y abundante legado".

Desde sus orígenes, el judaísmo nació con una profunda preocupación acerca de los problemas básicos del ser humano. En el centro de la agenda se hallaron, desde la Antigüedad, los rostros concretos de seres humanos en dificultades: la viuda, los huérfanos, el extranjero, los pobres, los oprimidos.

II.Aportación de la tradición judía a la construcción de una ética

Esta aportación se lleva a cabo de distintas maneras. Por un lado está, la dimensión de los mandamientos (las "diez palabras") y toda la reflexión que estos han suscitado, por ejemplo en Emmanuel Levinas. Pero también está la dimensión del rito, en el judaísmo, la espiritualidad se encarna en un ritual, en gestos concretos que se realizan con el cuerpo. Sin embargo, incluso antes de esto, tenemos que examinar una de las dificultades que tiene la tradición judía con la violencia, o al menos una de las dificultades que se le atribuyen: la de la elección (pueblo-de-Dios). Creerse el pueblo elegido, ¿no es esta la violencia suprema?, piensan muchos. ¿No es esto un atentado contra la igualdad fundamental de todos los seres humanos?

Desde el Antiguo Testamento, este tema de la elección (pueblo-de-Dios) incomoda. En la Biblia, la elección de un pueblo no se opone a la universalidad del designio de Dios; al contrario, a este respecto, la elección está al servicio del reconocimiento universal de Dios y del ofrecimiento de la salvación de Dios a todos los hombres. Ello empieza ya desde el Génesis con la llamada de Abrahán, por quien se bendecirán todas las familias de la tierra. El relato bíblico muestra después en múltiples ocasiones cómo el elegido va a dejar que germine en él la promesa de apertura que se le hizo a Abrahán, a lo largo de una historia marcada a menudo por la envidia, el orgullo y otras trampas. Por ello es vocación del pueblo judío vivir cierta universalidad (dar testimonio del Dios único ante todas las naciones), aunque su historia es la de una oscilación entre universalidad y particularidad; en numerosos períodos, a causa en parte de las persecuciones de que ha sido objeto, el pueblo judío se ha replegado sobre su particularidad, reforzando así lo que puede tener de violento para los demás la idea de elección. Emmanuel Lévinas, por su parte, ha reflexionado sobre esta idea de elección. La considera no un privilegio, sino una responsabilidad. Escribe Emmanuel Lévinas:

"Tenemos la reputación de creernos el pueblo elegido, y esta reputación perjudica mucho a nuestro universalismo. La idea de un pueblo elegido no debe tomarse como un orgullo. No es una conciencia de derechos excepcionales, sino de excepcionales deberes. Es el atributo de la propia conciencia moral. Se sabe en el centro del mundo, y para ella el mundo no es homogéneo: pues sigo siendo yo el único que puede responder a la llamada, soy insustituible para asumir las responsabilidades. La elección es un añadido de obligaciones para el que se profiere el "yo" de la conciencia moral" (Difícil libertad. Ensayos sobre el judaísmo)

Vemos cuán importante es, también aquí, no hacer una lectura fundamentalista de la Biblia, una lectura literal únicamente: la elección de un pueblo tiene la función de despertar en cada uno la conciencia de su responsabilidad, de llevarle a reconocer aquello por lo que se le ha elegido. Esto nos lleva ya a la dimensión ética de la tradición judía, aquella por la que busca luchar contra la violencia, y podría decirse que la elección actúa como una medicina homeopática.

Esta dimensión ética se expresa, en parte, a través del ritual. Pongamos por ejemplo el caso de las normas alimentarias, la kashrut. ¿No tenía que ver acaso con la comida el primer mandamiento que Dios dio al hombre en el Génesis? En la tradición judía, las normas alimentarias tienen como objetivo hacer pasar al hombre del orden de la naturaleza la animalidad, y por tanto de la violencia potencial, al de la cultura. Por supuesto, se puede olvidar este objetivo y vivir la kashrut únicamente como un marcador de identidad. Pero, si se reflexiona sobre el significado de este ritual, se ve que las normas alimentarias judías tienen que ver esencialmente con el modo de apropiación y de adaptación de los alimentos de origen animal y, como telón de fondo, se aprecia también toda una concepción de la relación entre el hombre y los seres vivos. La firme prohibición de consumir sangre es una pieza capital de este complejo dispositivo."Pues la sangre de todo ser viviente esta (estrechamente) ligada con su fuerza de vida (alma).Y por eso les ordene a los israelitas :No coman la sanre de de ningún ser viviente, pues la vida de todo ser viviente es su sangre"(Lv 17:14)

Las normas alimentarias tienen un gran alcance simbólico y pedagógico; el acto de incorporar los alimentos a la dieta remite a la manera de aprehender el mundo. Esto se hace patente en la comida por excelencia, que es la comida pascual, el séder, que se rige por todo un ritual propio de la fiesta de Pascua. La fuente del séder está llena de símbolos visuales y gustativos, cuya función es la de despertar la conciencia. Por ejemplo, las hierbas amargas, cuya presencia recuerda la amargura de la esclavitud. En la fiesta de Pésaj (Pascua), los judíos recuerdan que fueron extranjeros y esclavos en Egipto, pero lo recuerdan con el fin de no tratar jamás a los demás como fueron tratados ellos. Violencia de la esclavitud.... pero violencia también de la salida de Egipto, del paso del mar: los egipcios murieron allí, dice el relato, y los judíos tienen plena conciencia de ello. Por eso ese día se extraen unas gotas de la copa de vino: la alegría no puede ser completa, Dios llora la muerte de los egipcios, recuerda la tradición judía.

La dimensión ética de la tradición judía es, por tanto, muy acusada, desde los diez mandamientos hasta la filosofía de Emmanuel Lévinas, marcada por la interpelación del rostro del prójimo. La segunda tabla de los diez mandamientos se centra enteramente en la relación con el prójimo. Está formulada, salvo el mandamiento de honrar a los padres, en negativo: las prohibiciones cortan el paso a la violencia en un camino de humanización. La segunda tabla impide el paso al asesinato, a la mentira y a la codicia. La tradición rabínica no se ha interesado únicamente por el contenido, sino también por la disposición de unos mandamientos respecto a otros. Así, los rabinos han relacionado las "palabras" primera y sexta: "Yo soy el Eterno, tu Dios que te sacó de Egipto, de la casa de los esclavos" y "No matarás". ¿Qué sentido tiene para ellos esta relación? Quien mata a su prójimo es como si negara la existencia de Dios. Pues todo hombre está creado a imagen de Dios; no existen varias categorías de hombres (o subhombres), ¡Adán no se dice en plural! A este respecto, el comienzo del libro del Génesis es capital. El monoteísmo bíblico, del que se alimenta la tradición judía, vincula indisolublemente la relación con Dios y con el prójimo.

Emmanuel Lévinas, filósofo pero también gran conocedor del Talmud, ha resaltado esta dimensión ética de la tradición judía. "La Biblia es revelación en tanto en cuanto es kerigma ético", decía. Ya he evocado su reflexión sobre el rostro del prójimo, rostro que me remite a la trascendencia del Dios invisible y que me impide ejercer la violencia contra los demás. Vuelvo a citarlo ahora:

"El rostro es inviolable; esos ojos absolutamente sin protección, la parte más desnuda del cuerpo humano, ofrecen sin embargo una resistencia absoluta a la posesión, resistencia absoluta en la que se inscribe la tentación del asesinato: la tentación de una negación absoluta. El prójimo es el único ser que uno puede tener la tentación de matar. Esta tentación del asesinato y su imposibilidad constituyen la visión misma del rostro. Ver un rostro es oír ya: «No matarás». Y oír: "No matarás, es oír: justicia social. [...] "No matarás» no es, pues, una simple norma de comportamiento. Se presenta como el principio del discurso mismo y de la vida espiritual"

En la tradición judía, la violencia es lo que el hombre tiene que superar para ser plenamente imagen de Dios. Nada de venganza. El Levítico (19,18) dice: "No te vengarás ni guardarás rencor". Y este es un comentario rabínico que precisa lo que son esta venganza y este rencor, diferentes una del otro, pero que sin embargo hay que suprimir:

"No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová." (Lv 19.18). ¿Qué diferencia hay entre la venganza y el rencor? La venganza es como aquel que le pregunta a su vecino: ¿Me prestas tu hoz?». Y este le responde: "No". Al día siguiente, el vecino le pregunta a él: "¿Me prestas tu hacha?". Y el responde entonces: "No te la presto porque tú no me has querido prestar nada a mí". Eso es venganza. El rencor es como aquel que le pregunta a su vecino: "¿Me prestas tu hacha?" Y este le responde: "No". Al día siguiente, el vecino le pregunta a él: "¿Me prestas tu martillo?". Y él responde entonces: "Tómalo. ¡Yo no soy como tú, que no has querido prestarme nada!". Eso es rencor (Talmud, Yoma 23b).

En los casos en que se ha cometido violencia, ¿no hay que superarla mediante el perdón? A este respecto, se suele cuestionar a la tradición judía, pues le reprocha al cristianismo que vive un perdón demasiado fácil. Por el contrario, los cristianos piensan a menudo que los judíos no viven en absoluto el perdón. ¿Dónde está la verdad? Sí que existe el perdón en la tradición judía. E incluso -dice la tradición- negarle el perdón a quien lo pide es una forma de orgullo y de crueldad. El rabino Yossi bar Haniná enseña: "Toda persona que invoca el perdón a su prójimo no deberá pedirlo más de tres veces" (Talmud, Yoma 87a): al cabo de las tres peticiones, si no es antes, hay que acceder, de lo contrario se humilla demasiado al otro.

La austera fiesta del Kippur se denomina a veces fiesta del gran perdón. Es una celebración de origen bíblico. «Porque en ese día -dice el Levítico (16,30)- se hará el rito de expiación sobre vosotros para purificaros y seréis purificados de todos vuestros pecados delante del Señor. Y así empieza la liturgia actual del Kippur:

Sí, estoy decidido, perdono a aquellos que me han ofendido, ya lo hayan hecho por obligación o por propia voluntad, inadvertida o deliberadamente, ya me hayan perjudicado con sus palabras o con sus ac tos, a todos, sean quienes sean, los perdono. Que nadie sufra Tu rigor por mi causa.

Lecturas recomendadas

  • Fackenheim, Emil. ¿Qué es el judaísmo?

  • Fackenheim, Emil. Reparar el mundo

  • Levinas, Emmanuel. Difícil libertad: y otros ensayos sobre judaísmo

  • Levinas, Emmanuel. Ética e infinito

  • Levinas, Emmanuel. Totalidad e infinito

  • Rosenzweig, Franz. La estrella de la redención

  • Taub, Emmanuel. La modernidad atravesada



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Luis Antonio Azócar Bates

Matemático y filósofo

 medida713@gmail.com

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