Reporte de la Guerra Informativa

Lograr hegemonía en la narrativa, es una actividad estratégica en toda guerra. Tan importante como las operaciones militares, es la lucha por el discurso; es decir, por la manera como los individuos desarrollan su interpretación la realidad y actúan en consecuencia.

Putin perdió de entrada lo que los americanos llaman la lucha por las "mentes y los corazones" de Occidente. Su formidable maquinaria mediática internacional resultó avasallada en su esfuerzo por posicionar un mensaje alternativo sobre la narrativa en torno a la calidad de las acciones bélicas en marcha contra Ucrania.

El Mensaje

La primera debilidad para la estructuración de la narrativa putinista se origina en el discurso del jefe mismo.

La intervención televisiva de Putin el 21/FEB/2022, desarrolla un discurso histórico-filosófico vago que desvaría sobre los derechos territoriales de la "histórica Rusia", pero sin delinear muy bien sus objetivos políticos ni la vía para alcanzarlos.

El éxito de una campaña de comunicacional radica en la resonancia que logre el mensaje que distribuye; es decir, en la activación de la infinidad de cadenas comunicativas que permite extenderlo más allá de su contexto original.

La táctica básica para el avance mediático del mensaje del líder, llama al despliegue de una vocería que, inmediatamente a continuación de trazada la línea política, la detalle, amplíe, ejemplifique y ancle en el espacio del discurso público.

En este caso, la vocería oficial que siguió al discurso de Putin, en declaraciones de Lavrov o del embajador ruso en la ONU, no ofreció detalles sobre los objetivos políticos que perseguía su jefe, más un despliegue de cinismo.

Cuatro días después de la invasión, éstos objetivos siguen difusos: ¿se busca la anexión total de Ucrania, o solo subordinarla al estilo Bielorrusia? ¿O dividirla a lo largo de sus líneas étnico-geográficas? ¿Qué significa exactamente "de-nazificar" a Ucrania y cuál es su alcance?

 

 

Las líneas del frente de guerra hasta el 27FEB

El mensaje es difuso porque sus fines son inconfesables.

Para que la narrativa putinista pueda lograr hegemonía en el discurso público occidental, el mensaje debe resonar más allá de las audiencias cautivas de su aparato de propaganda. Pero éste es tan ambiguo, y de tan dudosa moralidad, que su resonancia se limita a los márgenes de los extremos ideológicos: a los Tucker Carlson en Fox News o a ciertos articulistas de la izquierda dinosauria.

Las gradas putinistas no han entendido que estamos presenciando en vivo, a través de las redes sociales, el primer sitio medieval de una ciudad europea. La gente siente como propio el acoso, el fuego de artillería y la angustia del refugiado en su huida. En consecuencia la indignación y presión social aumenta sobre los gobiernos para actuar en contra del agresor, Putin.

En este sentido, la propaganda ucraniana, de alta factura, ha sido magistral en asociar la lucha por su país a la supervivencia de las democracias del mundo

La guerra según Putin

Lo crítico para Putin, sin embargo, es su público doméstico.

Sobre su espacio comunicacional, se dibuja una realidad parcial donde Ucrania es responsable de la agresión: se detallan las bajas ucranianas en hombres y equipo, pero se omiten las rusas.

Sobre una interpretación selectiva de la información y un sostenido esfuerzo por contrastar los reportes mas negativos que se filtran por las redes, como el despiadado bombardeo de Kharkiv, se intenta construir una narrativa donde Rusia se retrata como víctima en su legítima defensa contra las pretensiones de Occidente.

Sin embargo, cada vez mas celebridades e "influencers" usan sus redes para denunciar la agresión, tal y como lo revelan los mensajes del rapero Yury Dudo, o el Alex Tienda ruso, Anton Ptushkin, ambos con millones de seguidores. Estos mensajes impactan mayoritariamente a la audiencia mas joven.

A medida que avanza la guerra, las imágenes de la destrucción y la muerte impuesta por Putin sobre Ucrania, tenderá a multiplicar su distribución por estos canales y a influir sobre el discurso público.

El Framing

Igualmente ocurre con el "encuadramiento" , ("framing" — Lakoff), que intenta la propaganda putinista.

Éste se estrella aparatosamente contra la más elemental evidencia empírica, provocando el naufragio del mensaje: llamar nazi a un judío nieto de sobrevivientes del holocausto no es un uso efectivo del lenguaje para evocar una idea que "reencuadre" a Zelinsky como un villano. Al contrario, lo victimiza.

Del mismo modo, el término "operación militar especial" para intentar resignificar a la "guerra de agresión", o "invasión", resulta insostenible para las audiencias de Occidente. Esta es, por cierto, la única categorización de la guerra que permite el regulador ruso para los operadores mediáticos locales.

Igualmente el adjetivo "humanitario" contrasta abiertamente con las imágenes de bombardeos con bomba de racimo a zonas residenciales.

El encuadramiento mediático putinista se aproxima más al retrato de un zar todo poderoso conduciendo una guerra por su imperio, que al "esfuerzo de todo el pueblo" que rodea la narrativa rusa sobre la Segunda Guerra Mundial.

La puesta en escena

El concepto de verdad está íntimamente ligado a los sesgos implícitos en nuestras formas de expresión. La verdad nunca se pinta desnuda, siempre viene adornada. Debe aparecer apropiadamente vestida a nuestros gustos para ser aceptada, lo que es una manera de reconocer que la verdad es una especie de prejuicio cultural.

Esto es especialmente cierto en tiempos dominados por la comunicación efímera de las redes sociales, donde el impacto de la imagen pega más duro.

Un Putin encerrado en su cuartel, retratado distante de sus mas inmediatos colaboradores, con el rostro hinchado, amarrado, invoca los más asentados estereotipos negativos de nuestro imaginario.

 

Putin vs Zelinsky. ¿Quién luce como villano?

Por contraste, es muy difícil retratar de villano a un Zelinsky que aparece retratado en fatigas militares compartiendo con sus soldados, o junto a sus colaboradores después de una noche de bombardeos en Kyiv, o sonriendo abrazado de su ministro de Defensa. La construcción discursiva es la de un héroe de la resistencia.

La Maquinaria
Sin capacidad de resonancia en el mensaje, la maquinaria comunicacional putinista desplegada en Occidente, a pesar de su tamaño y efectividad, resulta avasallada ante la multiplicación del mensaje que le contrasta.

Su mensaje queda arrinconado, circunscrito a los márgenes, incapaz de penetrar al centro. El efecto de red no se produce. El mensaje muere en el vacío. Sus operadores desertan ante la inmoralidad del discurso.

Occidente torpemente decide censurarlos, cuando mas puede beneficiarse del debate que su mensaje alienta en el espacio público.

La propaganda de Putin busca refuerzos

Este 29 de febrero, el putinismo anuncia la puesta al aire de una página web sobre "eventos de actualidad" para ofrecer información confiable sobre el desarrollo de la guerra. Una señal que apunta a un esfuerzo por fortalecer su mensaje.

Ante el fracaso de su primera aproximación narrativa, el mensaje putinista trata de reaccionar alejándose de la brutalidad que pintan las redes sociales sobre el desarrollo de la guerra y procura revivir el campismo: la guerra de agresión se disimula como un esfuerzo contra las pretensiones de la OTAN por "cercar" a la "madre Rusia", ahora víctima agraviada: La invasión de Ucrania es "buena" porque es "defensiva".

Esta narrativa tampoco volará.

Putin perdió la guerra comunicacional.



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Andrés Izarra

Periodista. Ex-ministro de Comunicación en Información y de Turismo de Venezuela. Fue director de la cadena multiestatal TeleSUR.
Blog: https://izarraa.medium.com


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