Los 10 años de la quiebra de Lehman Brothers, el capitalismo de casino y el mundo después de Wall Street

El pasado 15 de septiembre se cumplieron 10 años del colapso de Lehman Brothers, uno de los buques insignia de la banca de inversión global. El derrumbe de esta institución financiera fue el coletazo más intenso de la burbuja inmobiliaria que estalló en Estados Unidos -en 2007- debido a las hipotecas basura o "subprime". Fundado en 1850 y con más de 25 mil empleados en 2008, Lehman Brothers era uno de los símbolos de la "prosperidad" del capitalismo estadounidense y vidriera de exhibición del manoseado "American Dream". De la noche a la mañana, uno de los gigantes sucumbía ante la crisis financiera más desoladora desde la Gran Depresión de 1929. De hecho, de esa época queda la frase "too big to fail" o "demasiado grande para caer", la cual se usó para referirse a aquellos bancos que por sus dimensiones no podían permitirse la bancarrota y que, en cualquiera circunstancia, debían ser "rescatados" por los contribuyentes. Pues el cíclope cayó, no fue auxiliado por el Tío Sam y golpeó con fuerza los cimientos de la economía gringa.

Los antecedentes de la quiebra de Lehman Brothers se remontan al verano de 2007, momento en que se desinfló el bulbo hipotecario y empezó la hecatombe de los precios de los inmuebles en Estados Unidos. Los bancos habían estado otorgando préstamos -para la adquisición de casas- a personas con un pobre historial crediticio y que, en muchos casos, no disponían de un ingreso fijo para amortizar sus obligaciones. ¿Por qué? Simple. Las instituciones deseaban presentar resultados impactantes con el fin de impulsar el valor de sus acciones en Wall Street y que sus juntas directivas percibiesen bonos por ese concepto. Recordemos que los altos ejecutivos de las compañías reciben primas por el rendimiento de los valores de sus empresas en la bolsa. Entre tanto, los empleados de los bancos se hacían de un incentivo monetario por cada crédito hipotecario adjudicado a los clientes y ello desató una serie de fraudes con el objetivo de cumplir con las citadas metas. Lo primordial era entregar los préstamos, no si la persona estaba en condiciones de cumplir con las cuotas mensuales. Aunado a esto, los tipos de referencia habían sido rebajados por la Reserva Federal (banco central yanqui) desde el 6,5 -en 2000- hasta el uno por ciento a mediados de 2003, debido a la crisis de las "punto com" y los "atentados" del 11 de septiembre de 2001. Por lo tanto, endeudarse resultaba "barato" gracias a tasas muy deprimidas. En un ecosistema de bonanza todo iba viento en popa, hasta que los tipos de interés fueron elevados de uno a cinco por ciento entre 2003 y 2006, la economía estadounidense comenzó a desacelerarse, el desempleo se disparó y la gente dejó de cancelar los desembolsos correspondientes. La cascada de impagos inundó el ámbito inmobiliario, se multiplicaron las ejecuciones o "foreclosures" y estos espasmos tectónicos tuvieron sus repercusiones en la esfera bursátil: los "créditos basura" o "subprime", de los que platicábamos antes, habían sido empaquetados en enrevesados instrumentos financieros que se vendían como pan caliente en el parqué de la Calle del Muro y otras plazas del orbe. La banca de inversión era el vehículo de estos títulos basados en hipotecas que habían dejado de ser honradas por los prestatarios. Este fatídico escenario arrastró la cotización de Lehman Brothers en el NYSE (Bolsa de Nueva York) hasta 73%, en 2008. Al contrario de Northern Rock en el Reino Unido o Bear Stearns en EEUU, este gigante del ramo no recibió rescate por parte de las autoridades y se hundió con más de un centenario de historia a cuestas. Días más tarde, el 29 de septiembre, el Índice Dow Jones retrocedía 777 puntos y se convertía en la peor caída del marcador en su historia, aunque el 5 de febrero de 2018 ese hito quedó pulverizado con 1.175 puntos negativos en una jornada.

Lo de Lehman Brothers fue el síntoma de una enfermedad. El capitalismo productivo de las fábricas había dado paso, desde 1971, al "capitalismo de casino" que orbita entre los papelitos, la especulación y las apuestas. Actividades que no generan ningún valor agregado y sólo llenan los bolsillos de los agiotistas de oficio, han acabado por erigirse como la norma dentro del sistema de la plusvalía. El campo financiero de la economía global ha arropado todos los ámbitos y el desproporcionado tamaño de este "local de envites" no se compagina con el de los activos de la economía real. Ese glóbulo tuvo una primera implosión en 2008 y Lehman Brothers ha sido su paradigma, sin embargo, otra ampolla -aún peor- se creó a partir de los "salvatajes" ofrecidos por George W. Bush a sus compinches de Wall Street. Más de 800 mil millones de dólares de los tributarios se concedieron como "premio" a los tradicionales usureros. No hubo presos, no hubo castigo. ¡Impunidad total! Los bancos centrales entraron a jugar al casino para evitar el apocalipsis que se avecinaba y en países como Japón, el principal ente emisor ha comprado a mansalva acciones de compañías y bonos corporativos o estatales. En EEUU, la Flexibilización Cuantitativa (emisión de dinero) se puso en marcha con el propósito de servir de "respirador artificial" al esquema moribundo. En la actualidad, el capitalismo es el festín de las recompras de acciones, la piñata de los bonos y la orgía de los derivados financieros (*). Desde 2008 se inició la Segunda Gran Depresión Capitalista con avasallantes cotas de bancarrotas empresariales, estatales y municipales; desempleo récord; colapso del PIB; y desplome del consumo, principalmente en EEUU, Europa y Japón. Verbigracia, en tierras niponas se venía experimentando una aguda crisis -con deflación- desde principios de 1990. Las cifras genuinas de Washington, no las maquilladas que publican Fox o CNN, desnudan un contexto de depresión que se extiende por más de una década. La tasa verdadera de desocupación es de 21,2%, el PIB no atisba brotes verdes desde 2005 (**) y la pobreza sobrepasa los 40 millones de individuos en una población de 300 millones. Más de cinco millones han perdido sus hogares desde 2007 y, como consecuencia, viven en "ciudades carpa" o en automóviles.

Mientras en las rúas se palpan los estragos de una economía en declive, Wall Street y otros recovecos muestran signos de peligrosas burbujas. Veamos. El Dow Jones estaba en 6.547 puntos en marzo de 2009 y en octubre de 2018 se ubica en 26.600. En nueve años, el principal indicador de la NYSE se ha disparado 306,29%. Para tener una idea de la gravedad de lo pretérito, atisbemos el siguiente dato: entre 1896 y 1949, este termómetro bursátil -el Dow Jones- pasó de 40 a 161 puntos, lo que representa un brinco de 302,5% en 53 años. Sin ir muy lejos, entre 1965 y 1980, el Dow Jones bajó desde los 875,86 hasta los 840 puntos, c'est-á-dire, se replegó 4,09% en década y media. Es evidente que la Bolsa de Nueva York está atravesando la pompa más estridente de toda su trayectoria especulativa. En ídem dirección, en el contexto de los préstamos para compras de automóviles hay un panorama análogo al del mercado hipotecario durante el anterior decenio: demasiada gente con muy baja calificación crediticia que se benefició de un período de bajas tasas de interés y que ahora, al incrementar la Fed los tipos por encima de los dos puntos, ha empezado a incurrir en eventos de morosidad. Igual acontece con los préstamos estudiantiles en EEUU. Los bonos -soberanos y corporativos- también se hallan en un descomunal bulbo que ha registrado evidente fatiga por los aumentos de tipos: países y empresas han emitido obligaciones a diestra y siniestra gracias a una década de intereses casi en cero -y hasta negativos- que ha arribado a su fin. En la Argentina de Mauricio Macri hay un bono a 100 años -al 7,125%- que se ha depreciado 27% en 16 meses, verbigracia. ¿Será que los nietos o bisnietos de los incautos lograrán cobrar el principal en 2117? ¡De tragicomedia! Por ende, estamos ante un inminente colapso que dará al traste con el sistema que pivota sobre Wall Street, tal como lo conocemos. Una contracción de 70% en la Bolsa de Nueva York es un pronóstico "optimista". ¡La verdad!

LA BANCARROTA DEL CAPITALISMO DE CASINO Y EL MUNDO DESPUËS DE WALL STREET

El capitalismo de casino tiene su fecha de caducidad con el apocalipsis de Wall Street y sus consecuencias se harán sentir en todo el globo. Esto incluso coadyuvará a replantear el sistema monetario actual y nos conducirá a un novel patrón oro. Un mundo de endeudamiento y especulación perennes es inviable, por esta razón, es imperativo retomar el equilibrio con un elemento milenario indiscutible como el metal amarillo. Cuando platicamos del estándar áureo, más allá de las burlas de algunos compañeros marxistas desubicados, nos referimos a un sistema donde no sólo el oro será el factor de balance en la economía planetaria, sino también otros metales como la plata, el platino, el paladio, el níquel y el cobre. Entre las naciones, los lingotes áureos serían la unidad de cuenta y de cambio, así como para el comercio local de terrenos, inmuebles y automóviles. Igual acontecería con el platino y el paladio. La plata, el níquel y el cobre, quedarían para las transacciones de bienes o servicios de menor escala. Criptomonedas como el petro, con respaldo en hidrocarburos, estarían a la par de las barras gualdas. El trueque sería otra alternativa en un escenario más democrático y equitativo de intercambio comercial entre las naciones y los individuos. Los bancos de tiempo (***) complementarían de manera extraordinaria esta inédita fase de la economía hacia un mundo más justo. O sea, camaradas del "marxismo criticón", ir al patrón áureo no es nada más hablar de lingotes dorados. Sí, el oro sería el referente o baremo primordial, mas otros metales y métodos de transacción entrarían en la dinámica. Dejemos la necedad y las chacotas trasnochadas con la trillada cantaleta de que estamos proponiendo "fantasías animadas de ayer y hoy", ¿vale?

Han transcurrido 10 años de la extinción de Lehman Brothers y lejos de la cacareada recuperación recitada por los apologistas del sistema, el capitalismo va directo a otro barranco de profundidades insondables y preocupantes, puesto que naciones enteras se quedarán en la colosal ruina cuando detone la madre de todas las burbujas. El Tío Sam y su dólar inorgánico estarán en la primera fila de los quebrados. En Venezuela, el Gobierno Bolivariano ha ido preparándose para dicho escenario y el Plan de Ahorro en Oro es una de las acertadas respuestas de nuestro Presidente Obrero, Nicolás Maduro, a lo que se aproxima. En 1989, el derribo del Muro de Berlín encarnaba el traumático desenlace del denominado "socialismo real". En 2008, el cataclismo de la Calle del Muro (Wall Street) trazó el sendero de larga agonía del "capitalismo de póker" que se arrima a un inexorable acabose. La clase obrera global está llamada a construir el novel socialismo.

ADÁN GONZÁLEZ LIENDO

@rpkampuchea

P.D. La crisis de 2008 volvió a dejar en ridículo la perorata de los neoclásicos de que el Estado no debe intervenir en la economía. Sí, el "papá-Estado" es malo para regular y fiscalizar a los capitalistas, no obstante, es muy bueno cuando se trata de rescatar a las empresas de estos cuando las quiebran por incompetentes y ladrones. Hay que puntualizar que el ascenso de la guerra comercial entre China y EEUU podría ser el catalizador del desastre que hemos pronosticado más arriba.

(*) Las recompras de acciones consisten en adquirir valores propios de la empresa en la bolsa, con la intención de que estos suban de cotización. Esto genera pagos extra a los ejecutivos y la sensación en el mercado de que la sociedad mercantil se encarece de forma constante. Este modus operandi "canibaliza" y descapitaliza la compañía, ya que la guita no se invierte en investigación y desarrollo que son los pilares fundamentales de una empresa. Estas recompras se realizan con préstamos otorgados a tipos muy deprimidos y son insostenibles en marcos donde el precio del dinero es muy alto. Los bonos son emisiones de deuda de Estados y corporaciones que persiguen captar financiamiento por parte del público en general; estos tienen un cupón a una tasa de interés específica que se amortiza cada cierto tiempo al tenedor como "ganancia" por comprar dicha obligación. Al madurar el bono o éste alcanzar su fecha de vencimiento, se cancela el principal o el monto inicial que la persona pagó por el instrumento de renta fija. Países y compañías han abusado de este mecanismo al aprovecharse de tasas de interés reducidas que abaratan el costo del endeudamiento. Una escalada de tipos haría muy probable el impago de intereses y del principal a los tenedores. Los derivados financieros son simples y vulgares apuestas; los más comunes son los futuros y las opciones. En los primeros, existe el compromiso entre dos partes de venta y adquisición de algo a un determinado plazo y precio. En los segundos, las opciones, se tiene la alternativa o no de concretar la operación en un período estimado. Hacemos un par de analogías. Supongamos que acordamos hacernos de un televisor en un plazo de tres meses. Acordamos un importe de -digamos- 300 dólares. Si al pasar los 90 días, el aparato cuesta en el mercado 250 lechugas, nos ahorraremos 50 billetes verdes; si por el contrario, vale 400, perderemos 100 dólares. En las opciones es muy similar, sólo que hay la libertad -al término- de adquirir o no el televisor. El detalle es que pagamos -por ejemplo- 50 rectángulos glaucos por el derecho a participar en este derivado, algo que no ocurre con los futuros. Las opciones son como una entrada al cine: puedes ver o no la película, pero una vez comprado el boleto no hay vuelta atrás o devolución posible. Como logramos apreciar, los derivados no generan ninguna actividad productiva, son mera y salvaje especulación.

(**) Datos -desempleo y medición del PIB- disponibles en: http://www.shadowstats.com/alternate_data/unemployment-charts

(***) Los bancos de tiempo son una especie de trueque, mas no de bienes sino de conocimientos, actividades o servicios. Pablo habla inglés y Pedro es contador. Pablo quiere aprender contabilidad y Pedro desea dominar la lengua de Shakespeare. Uno enseña al otro lo que conoce y los "honorarios" son los saberes que se reciben en contraprestación. Verbigracia, nosotros impartimos clases de inglés. Hace meses, el hijo universitario del vecino necesitaba lecciones de este idioma y no deseábamos la intermediación del dinero. El vecino es dueño de un camión cisterna de agua. En vista del irregular servicio por tuberías del vital líquido en nuestra zona residencial, decidimos trocar el inglés por el llenado periódico de nuestro tanque de dos mil litros. ¡Listo! Así es la economía del futuro.



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Adán González Liendo

Traductor, corrector de estilo y locutor

 elinodoro@yahoo.com      @rpkampuchea

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