Guatemala apesta a violencia de género

No hay que ser expertos en geopolítica para saber por qué Sandra Torres no quedó como presidenta del país. Guatemala, país hermoso donde florece la poesía en cada amanecer. Guatemala, (frase trillada pero real) país de volcanes, montañas, lagunas y ríos. País de frutas tropicales, de atardeceres chiltotos en la época del frío. Guatemala, fuente de inspiración. Guatemala puede ser todo lo hermoso si nos ponemos nostálgicos. Es que Guatemala es hermosa, tan hermosa que su sociedad clasista y racista no sabe valorarla. Su sociedad patriarcal que la hace apestar a violencia de género.

Esa sociedad no merece tener un país como Guatemala. No merece la inocencia de los niños de aldea, de pueblo y de arrabal. No merece la fecundidad de sus ancianos que mueren en la soledad de la miseria económica. No merece los vientres preñados de las mujeres que se parten el lomo en la exclusión, trabajando en fábricas, maquilas, mercados, fincas y bodegas. Esa sociedad patriarcal y violenta no merece la primera sonrisa de las crías recién nacidas.

Esa parvada de machistas, opresores, que violentan sin temor a ninguna justicia porque ésta no existe en el país. Esos que son capaces manipular, de golpear, de violar y de asesinar a una mujer sin el menor escrúpulo porque saben que no hay ley que los haga pagar su delito.

Esas mujeres que solapan a conciencia de lo que esto significa para su género.

Jimmy Morales no le ganó a Sandra Torres porque era la mejor opción, ni porque era la menos peor. En todo caso hablando a palabra real si esa sociedad hubiera tenido dos dedos de frente hubiera votado por Sandra Torres en lugar del moralejo. Hablando en sentido político propiamente, no hay que tener estudios superiores en asuntos políticos para ver lo claro del agua. No tengo ninguna postura a ningún partido porque estas elecciones debieron cancelarse, pero viendo las dos opciones y que había gente que iba a votar, la verdad es que la cajetearon pero muy bien. Como siempre, para eso la sociedad clasista y patriarcal en Guatemala se pinta sola. Viven zurrándose en los más vulnerados. Pero eso sí, cachurecos a morir.

El moralejo le ganó porque Guatemala desvaloriza a sus mujeres, porque su sociedad las estigmatiza, las fulmina, las violenta, las invisibiliza. Porque esa sociedad patriarcal y machista de donde todos venimos y hemos sido criados, sigue creyendo que la mujer es inferior en todo. La sigue viendo como un ser de segunda categoría. Las mismas mujeres votaron en su contra y fueron incapaces de formular un análisis propio alejadas del clasismo, de la discriminación, de ese sistema de castas tan bien marcado en mi pobre país que está en los puros huesos. Votaron en su contra y con esto la apuñalaron por la espalda, no solo a ella sino que a todas. ¡Habráse visto semejante emboscada! A Sandra la hundió la procedencia de su clase social en un país clasista, patriarcal y racista hasta el copete. Poco hubiera variado si la candidata hubiera sido de otra clase social, la sociedad guatemalteca está en contra de sus mujeres.

Hace unos días circulaba en las redes sociales una broma que se propagó a la velocidad de la luz, y ahí estaban pues "intelectuales," "revolucionarios," "feministas," y aquellos que hacen alarde de sus canastos de títulos universitarios y por supuesto; el chucho y coche compartiéndola y haciendo mofa de la misma, le agregaban textos totalmente recalcitrantes en su machismo. Se trataba de Roxana Baldetti y una petición para que a su esposo lo dejaran estar más tiempo en las visitas conyugales. Ustedes se imaginarán la cantidad de comentarios machistas y solapadores de la violencia de género, que generó esta nota bufona a costas de una mujer. Es que el caso no es Roxana Baldetti, aquí el caso es la violencia de género, que ella es mujer, que al comentar algo así también ejercemos violencia y la propagamos y lo aceptamos como normal. Y llovieron y llovieron agravios sobre la vida íntima de Baldetti. ¿Con qué derecho? ¿Qué nos creemos? Partida de insolentes, eso es lo que somos y de ribete tibios porque si así como hablamos actuáramos, ay dios, Guatemala sería otra.

Los guatemaltecos somos pero la mera mamá para la violencia de género, hombres y mujeres por igual. Hacemos que Guatemala apeste con nuestra sola existencia de hipócritas y solapadores.

Expongo el caso de dos mujeres conocidas en la política guatemalteca como ejemplo, pero es un hilar la violencia que ejercemos contra las miles de mujeres invisibles para los medios de comunicación. Ya no se dan abasto las cifras de los feminicidios, de las niñas violadas, de las embarazadas a causa de una violación. De las mujeres que sufren maltrato emocional y físico, de sus padres, sus hermanos, tíos, de sus parejas, de sus compañeros laborales, de sus jefes. De los sotanudos que andan ahí creyéndose omnipresentes e iluminados.

Y ahora empeorará con la fumada esa de querer meter la biblia a las escuelas, ¿qué les enseñarán a los niños, que la mujer tiene que "someterse a la voluntad del hombre que es el cabeza de hogar" ? ¿Y a los niños a que se impongan sobre ellas? Vergüenza nos debería de dar, somos el colmo de los colmos. La viva tirria eso somos.

Como sociedad hipócrita, clasista, cachureca, homofóbica, recalcitrante, y jactaciosa de la violencia de género que propaga no merecemos un país tan hermoso como Guatemala. A todos nos deberían de mandar a la quinta mierda. ¿Cuándo vamos a dejar de ser solapadores? ¿Tibios, arrastrados, jactaciosos? ¿Cuándo vamos a dejar de hablar y vamos a actuar? ¿Cuándo vamos a cortar de raíz con el clasismo, con el colonialismo, con la homofobia, con la violencia de género?

¿Cuándo vamos a dejar de ser peleles y embusteros? ¿Cómodos y apáticos? ¿Cuándo vamos a ganarnos el derecho de ser guatemaltecos y merecernos una patria tan bella?

¿Cuándo vamos a transformar esta pocilga de romerías de doble moral y feminicidios por una Guatemala donde exista la equidad de género y de todo tipo? Por un país libre de violencia patriarcal.

Urge, era para ayer.



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Ilka Oliva Corado

Escritora y poetisa guatemalteca. Se graduó de maestra de Educación Física para luego dedicarse al arbitraje profesional de fútbol. Hizo estudios de Psicología en la Universidad de San Carlos de Guatemala, carrera interrumpida por su decisión de emigrar a Estados Unidos en 2003, travesía que realizó como indocumentada cruzando el desierto de Sonora-Arizona.
Es autora de doce libros: Historia de una indocumentada. Travesía en el desierto de Sonora-Arizona; Post Frontera; Poemario de luz de faro; En la melodía de un fonema; Niña de arrabal; Destierro; Nostalgia; Agosto; Ocre y desarraigo; Relatos; Crónicas de una inquilina y Transgredidas, publicados en Ilka Editorial.
Una nube pasajera que bajó a su ladera la bautizó como “inmigrante indocumentada con maestría en discriminación y racismo”.
Sitio web: https://cronicasdeunainquilina.com/

 cronicasdeunainquilina@gmail.com      @ilkaolivacorado

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