Lobby internacional contra Venezuela

Desde que Hugo Chávez llegó a Miraflores, se puso en marcha un lobby dirigido a desprestigiar y aislar al gobierno, primero, y a desalojarlo del poder, después. Gobiernos, políticos e intelectuales títeres se mueven bajo las instrucciones del imperialismo con ese objetivo. Opinan sin fundamento, acusan falsamente, mueven organismos internacionales y mantienen una campaña de desprestigio contra los poderes públicos venezolanos.

Sin embargo, no han hecho realidad sus pretensiones. La Revolución Bolivariana ha logrado, -gracias al acierto de sus acciones concretas, a su apego a los principios de la democracia y al apoyo del pueblo-, romper los cercos, despertar solidaridad entre los pueblos, promover bloques regionales y resistir heroicamente las campañas de difamación, el paro, los sabotajes a la industria petrolera, los golpes de Estado, las guarimbas, la guerra económica, etc.

El fichaje imperialista

Hoy ese lobby sigue actuando con renovados y urgentes motivos, a la vez que procura, en aras de la eficacia, hacerse más orquestada, tratando de evitar desaciertos anteriores. Se presenta como "demócratas" preocupados por el destino de Venezuela, por los conflictos y por la necesidad de acuerdos entre las partes. Se venden y postulan como desinteresados mediadores.

Fallan, sin embargo, en sus prácticas de camuflaje. Se delatan al actuar en concierto con el Presidente de los EEUU (sea quien sea), asumiendo su discurso y secundando sus decisiones, o mirando para otro lado cuando son demasiado vergonzosas, como la vulgar amenaza contenida en el decreto sobre "el peligro de Venezuela para la seguridad nacional norteamericana".

Expresidentes de países latinoamericanos (Oscar Arias, Fernando Henrique Cardozo, Sebastián Piñera), ex-jefes de gobierno españoles (José María Aznar, Felipe González), escritores como Mario Vargas Llosa, etc., constituyen las figuras sobresalientes en este empeño de torpedear los esfuerzos de transformación y cambio del pueblo y del gobierno bolivarianos y de otros gobiernos latinoamericanos empeñados en conseguir un futuro mejor para sus pueblos.

A este grupo hay que agregar empresarios, funcionarios medios y operadores políticos no visibles que hacen el trabajo diario. Organizan y participan en encuentros, movilizan sus contactos y amigos, difunden información distorsionada o falsa, obtienen y movilizan los recursos que mantienen viva la llama de la conspiración y del sabotaje.

Es lo que explica, por ejemplo, que la prensa europea, particularmente la española, tenga a Venezuela en su agenda noticiosa. No hay un día en que no aparezca distorsionada su imagen en la prensa escrita o que algún tertuliano de televisión no haga un comentario negativo sobre nuestro país. Sólo así se entiende que los cabecillas opositores (no me refiero a cualquier opositor; me refiero a los golpistas) sean tratados preferentemente: entrevistas en prensa, radio y televisión; encuentros con miembros de organismos de la CEE, con representantes de los poderes públicos, de los partidos políticos y, como remate final, con el Presidente del Gobierno que, ¡para cuidar las formas!, al inicio de la reunión, dice con descaro a los periodistas presentes: "Me voy a reunir como Jefe del Partido Popular, no como Jefe de Gobierno".

Feli-pillo sale al ruedo

El derecho es de las profesiones menos universales porque –además del conocimiento de sus principios generales-, el practicante debe dominar a profundidad la legislación y la jurisprudencia del país. No ocurre lo mismo con otras profesiones como la ingeniería, la informática o la medicina que, lo medular de sus conocimientos se mantiene sobre un piso común, debiendo, por supuesto, adaptarse a las peculiaridades de clima o de geografía. Pero, en derecho, las leyes y las decisiones juzgadas que sientan precedentes, son únicas en cada país.

Ignorando todo esto, Felipe González, ejercerá de abogado defensor de Leopoldo López y de Antonio Ledezma. Su primera declaración parte de una caracterización distorsionada. Afirma que están siendo procesados por opinar de manera contraria al gobierno y, como la legislación venezolana no tipifica la opinión como delito, su detención es violatoria del derecho. El equívoco es que no están siendo procesados por opinar sino por acciones concretas de conspiración, de alteración del orden público y otros delitos contra la democracia y el Estado. La labor de la defensa es demostrar la inocencia de los acusados de esos delitos y la función de las autoridades competentes es determinar si son culpables o no.

El papel de Felipe González no es de abogado sino de político internacional opositor al gobierno, encargado de armar un escándalo descalificador, usando como excusa el juicio de López y Ledezma. Es el designado dentro del lobby anti-revolucionario para desconocer el ordenamiento jurídico venezolano y presentar al país como violador del principio humano del derecho a la defensa. En ese sentido, será el primer interesado en una condena de los procesados porque esa decisión, después de difundir su versión distorsionada del proceso, refrendaría sus acusaciones. Desde una visión estrictamente humana, mal harían los acusados en confiar su defensa en quien no sólo ignora la justicia venezolana sino en quien, además, manifiestamente tiene tan malas intenciones.

Los venezolanos lo que debemos esperar es que se haga justicia ante las tropelías cometidas contra la democracia y la tranquilidad del país y que tal proceso se haga en el cumplimiento riguroso de la ley, respetando los procedimientos a los que tienen derecho los acusados, decidiendo los jueces legítimos las sentencias y las condenas a que hubiere lugar, tal como se ha venido cumpliendo hasta ahora.

 



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Rafael Hernández Bolívar

Psicología Social (UCV). Bibliotecario y promotor de lectura. Periodista

 rhbolivar@gmail.com

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