Cumbre de las Américas, un desafío para Obama

"Más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor".

— Salvador Allende

Washington y sus líderes llegan a la VII Cumbre de las Américas que se celebrará en Panamá el próximo 10 de abril con mucho entusiasmo, asistirá Barack Obama y otros 34 jefes de Estado y de Gobierno. Los norteamericanos creen que el inicio de la apertura entre EEUU y Cuba reforzará su posición de liderazgo en Latinoamérica y les aportará nuevos aliados, siguen sin darse cuenta que el "cambio de la época en América Latina y su proceso no lo para nadie…porque hemos trazado nuestro destino unitario", como lo afirmó Rafael Correa.

Parece que Washington está convencido ciegamente por la creencia casi mítica de su "excepcionalidad", que en su propia interpretación le otorga el derecho de ser el único e indiscutible líder del planeta. No se da cuenta que hasta en su propio ex "patio trasero", ya no tiene la autoridad de la que gozaba en el Siglo XX y que en Latinoamérica, la mayoría de los países ya no aceptan sus imposiciones y están cuestionando sus "intereses nacionales" en el continente. Ni siquiera los asesores, tanto neoliberales como neoconservadores del presidente estadounidense se han dado la molestia de analizar la evolución de las cumbres y los cambios en su discurso político desde la celebración de la I Cumbre de las Américas en 1994.

Estas reuniones en realidad habían estado destinadas a cumplir el viejo sueño norteamericano de expandir su mercado, el comercio y obtener un fácil acceso a los recursos naturales de Latinoamérica, formulado durante la I Conferencia Interamericana que fue auspiciada por Washington en 1890 y que duró cinco meses. Aquella vez, de los 10 representantes norteamericanos solamente uno era diplomático, William H. Trescott y el resto eran prominentes hombres de negocio como el magnate industrial, Andriew Carnegie o el futuro dueño de la IBM, Charles R. Flint, mientras 63 representantes de América Latina y del Caribe eran todos diplomáticos.

Por supuesto que los sabuesos delegados de EEUU impusieron su voluntad debido a que todas las negociaciones se realizaron en nombre de EEUU y así crearon la Oficina Comercial que se convirtió rápidamente en la Oficina de Repúblicas Americanas con sede en Washington rebautizada en 1910 con el nombre de la Unión Panamericana. En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, Washington al darse cuenta del interés de Alemania hacia los recursos naturales de Latinoamérica, decidió reforzar su presencia y el dominio en el continente. A partir de 1940 y hasta ahora, la política de EEUU hacia Latinoamérica ha sido influenciada por el "padrino de la estrategia de contención", el geoestratega norteamericano, Nicholas Spykman (1893-1943).

En su libro "America's Strategy in World Politics: The United States and the Balance of Power" en la parte "United States in Western Hemisphere", Spykman habla de la importancia de "Latinoamérica Mediterránea" (el litoral del Golfo de México y el Mar Caribe, México, América Central, Colombia y Venezuela y el cinturón de islas que se suceden desde Trinidad a la punta de la Florida y Cuba incluyendo) para la seguridad nacional norteamericana y su economía. Según ese geoestratega, la supremacía de EEUU en "América Mediterránea" debe ser absoluta, especialmente en México, Colombia y Venezuela. El resto de Sudamérica tienen que ser dependientes de Washington y en caso de necesidad, su dependencia debía ser reforzada por la fuerza militar.

Si tomamos en cuenta que los actuales poderosos asesores "invisibles" de la mega corporación, lo que en realidad es Estados Unidos y cuyo gerente temporal es Barack Obama, son seguidores de Nicholas Spykman, como Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski entre muchos otros, así podremos tener una visión más clara y fría de la actual política de la Casa Blanca hacia América Latina. Los tiempos cambian pero no la política norteamericana. La idea del dominio absoluto de "Latinoamérica Mediterránea" sigue vigente. Actualmente, México es un satélite incondicional de Washington, Colombia es su brazo armado en la región y la mayoría de los países del Caribe son aliados norteamericanos o podrían ser presionados económicamente de serlo. Faltan Cuba, Nicaragua y Venezuela para completar la hegemonía en esta parte "mediterránea".

 



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Vicky Peláez


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