Palestinas que paren serpientes

La matanza que Israel hace en Palestina siempre necesita explicaciones. ¿Por qué tanta saña? ¿Por qué tanto odio? ¿Por qué tanta insistencia en acabarlos? Resulta que a finales del 1800 los sionistas decidieron crear el “hogar nacional judío”. Y para desgracia de los árabes decidieron que su “hogar” sería en Palestina. En rigor son unos invasores, pero la ONU, con un fuerte sentimiento de culpa por el holocausto judío, dividió a Palestina en dos y le entregó a los sionistas 56% de Palestina. Ya tenían metros cuadrados para construir su “hogar”.

Si en algo han sido disciplinados los israelíes, además de comunicar con eficacia los horrores del holocausto judío, es en el exterminio del pueblo palestino. No sé si alguien tiene dudas de que la idea es exterminarlos. No son ejercicios militares esos. No es indignación por los tres muchachos israelíes asesinados. Es la continuación del exterminio. Los sionistas dijeron que querían un “hogar” para ellos y para lograrlo deben acabar con los árabes palestinos. Le robaron su país. Son unos ladrones de vidas y de almas.


Los líderes sionistas, moderados o no, han dicho que su objetivo es sacar a los árabes de Palestina. Poco a poco, hay que esperar el momento oportuno, han dicho. Y poco a poco han conseguido excusas. La resistencia palestina es una de ellas y es una resistencia legítima. ¿Cómo no puede ser legítima una resistencia al exterminio? ¿Quién puede criticar a quienes, se llamen Hamás o no, solo están luchando por su derecho a vivir, recuperar su hogar, su vida, su futuro? ¿Qué espera el mundo que hagan los seres humanos que viven en Palestina? Hacen lo que tienen que hacer, resistir. Resistir y luchar para vivir y ver las sonrisas de sus hijos.


Alguien por allí dijo que la explicación a tantos niñas y niños muertos en esta nueva escalada genocida tiene que ver con densidad poblacional en Gaza. Es una explicación cínica, pero es una explicación. Los israelíes han ido arrinconando a los palestinos, ahogándolos en un minúsculo territorio. Poco queda de ese 44% que le adjudicó la atormentada Naciones Unidas en 1947.


Buscando explicaciones menos estúpidas recordé aquella imagen. Fue en 1987 y era el inicio de la primera intifada o “guerra de las piedras” de los palestinos contra los israelíes. Una imagen de un niño palestino lanzándole piedras a un tanque israelí recorrió el mundo. Y es aquí donde quiero detenerme. No es un daño colateral, algo no buscado esto de asesinar niñas y niños. No es porque duermen hacinados terroristas y niños. Y no lo es cuando una diputada del partido israelí Hogar Judío (que casualidad el nombrecito cónsono con los objetivos del sionismo) llamada Ayelet Shaked, pide el asesinato de todas las madres palestinas por dar a luz a “pequeñas serpientes”. Como ya esas madres parieron están acabando con las “pequeñas serpientes”. Cual Herodes contradictoria, esta diputada pide acabar con las madres porque sin madres no hay serpientitas. Sin mujeres no hay niños. Pero se la pondremos difícil: Todas somos madres, todos somos Palestina. Sigamos.



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Mercedes Chacín


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