Generalmente los gobiernos no los tumban, se caen por su propio peso cuando su liderazgo es insuficiente para sortear las ingentes dificultades. Aplicando la fuerza de la lógica, entendemos que si consideramos etimológicamente que son los gobernantes quienes por naturaleza tienen agarrado el sartén por el mango, entonces, ¿no será inusual y paradójico que sean los gobernados quienes se atrevan arrebatar el poder que otro ejerce?
Escudriñando en los recovecos que rodearon el lamentable derrumbe de la segunda experiencia socialista en Chile, se precisa que no solo Washington, la ITT y los medios de comunicación lacayos fueron los únicos responsables en la ruptura del hilo constitucional de esa nación austral. De manera pues que podemos inferir que en los sucesos antes, durante y después del 11 de septiembre de 1973, también incidió la alianza heterogenia de partidos de izquierdas que equivocaron la estrategia adecuada para abortar las pretensiones de quienes rabiosamente se oponían a que fuera reemplazado el modelo capitalista por una sociedad de iguales. Y conste que el ensayo de Allende que esta vez tuvo más de épico que de viable, no fue el primero en su genero, pues con bastante antelación ya había existido la Primera República Socialista de Chile, proceso que se inició el 4 de junio de 1932 con la renuncia forzosa del Presidente Juan Estevan Montero por un golpe de Estado, y finalizó con la igualmente forzosa renuncia de Carlos Dávila el 13 de septiembre del mismo año, siendo esta vivencia tan efímera como lo fue siglos atrás con la Comuna de Paris de 1871.
Ojalas que esta dolorosa experiencia alerte a quienes por ingenuidad piensa que desmontar el rancio entramado del capitalismo, sea cuestión de soplar y hacer botella. Es más para que no queden dudas: cuando la vía elegida no es la dictadura del proletariado, sino la permanente consulta al soberano, ¿acaso quedan dudas de que así es más espinoso el camino de la redención social? ¿O no?