Egipto: Democracia o nada

El crítico escenario político abierto en la República Arabe de Egipto  a partir de la interrupción violenta del hilo constitucional democrático por el Golpe de Estado del aparato militar e institucional fiel al rais Hosni Mubarak, mantiene colocado en el centro del debate de los actores y factores nacionales y extranjeros, a la Soberanía popular y la Democracia por cuanto del origen del Poder de cual estaba envestido el presidente Muhammed Mursi descansaba en la voluntad mayoritaria del pueblo egipcio expresada en elecciones libres y competidas en donde, en apenas un año, no solo lo eligieron como Presidente sino que se redactó una nueva Constitución y, ésta fue aprobada por el pueblo egipcio mediante un referendo en el cual participaron activamente todos los sectores sociales, políticos y religiosos de la milenaria nación egipcia.

Aunque el Frente de Salvación Naciona, FSN, que lidere el agente imperialista  Al Baradei, sus actuales aliados del mubarakista Partido para el Desarrollo Nacional, PDN,  y la canalla mediatica internacional, han tratado de intoxicar al mundo afirmando sin demostrar que el gobierno de Mursi era autocrático y represivo, que llevaba al país a la guerra civil pos sus posiciones islamistas radicales, el estudio de los hechos demuestran que el gobierno Muhammed Mursi fue un gobierno atrapado en el corset del viejo estado corporativo egipcio legado de los 50 años de gobierno de Anuar El Sadat y Hosni Mubarak, cuya Corte Constitucional torpedeó su gestión de gobierno, declarando ilegal la Comisión  que redactó el proyecto constitucional, disolvió  la Cámara Baja y declaró nulo al Acta Constitucional dictado Mursí a causa de la situación de seguridad generada por los más de 70 muertos en un partido de football de Alejandría y los ataques de grupos armado en la península del Sinaí, dejándolo en un estado de inacción política, precisamente para generar la crisis y el descontento social y con ello, producir las condiciones que hicieran posible el Golpe Militar de la cúpula militar mubarakista que hoy encabeza el general Al Tisi.

Tampoco no lo pueden acusar de haber favorecido los intereses de Israel, por cuanto, a pesar de su  clara posición antisionista de él y los Hermano Musulmanes, le cumplió con la condición impuesta al momento del triunfo en las elecciones, de respetar los acuerdos de paz y seguridad que los traidores generales egipcios han firmado con el ente sionista israelí, que les permite mantener una embajada en el Cairo infestada de espías, presionar a la resistencia palestina de Gaza con el control del paso de Rafha.

Menos se le puede responsabilizar por la profunda crisis económica egipcia, que aumenta el desempleo y devalúa su moneda, por cuanto tal situación es de vieja data y es la consecuencia del modelo neoliberal-dependiente aplicado en los 30 años de gobierno de Hosni Mubarak, en el que se abrió el país al saqueo de sus riquezas por parte del capital internacional, por lo que lo que, en apenas un año y en medio de saboteo de la economía y ataque a la moneda, el descontento social fue un deliberado producto político que fue orientado hacia la Plaza Tahfir, tratando de reproducir falsamente el mismo escenario de las movilizaciones populares que derrocaron a Hosni Mubarak pero, con la diferencia, que a este sátrapa y traidor, esos mismos militares golpistas lo mantuvieron en el poder durante un sangriento año en donde dieron muerte a más 850 egipcios y heridos a miles de ellos, hasta que se vieron obligados a renunciarlo y poner al general Al Tawani como garante de la preservación de los intereses de las elites militares, políticas y económicas egipcias y la de sus aliados  de los Estados Unidos de América, la Unión Europea y el ente sionista israelí.  

Aunque la contradicción estratégica hoy se expresa entre la concepción política del islamismo que pretende la reconstrucción histórica de la milenaria nación egipcia sobre la base de su identidad árabe y su creencia musulmana, por un lado, y el laicismo plural que propugna un Estado y una sociedad basadas en el modelo eurocéntrico tantas veces rechazado por los pueblos árabes;  en la presente coyuntura es evidente la existencia de una contradicción insalvable que separa claramente a quienes en Egipto están por la evolución pacífica, con soberanía popular y democracia del pueblo egipcio y, quienes desde el viejo Estado corporativo y sus aliados del Capital internacional pretenden imponer por la vía antidemocrática del Golpe de Estado, la represión de las mayorías populares musulmanas  y la renovada persecución contra los Hermano Musulmanes, el dominio de las elites corporativas del mubarakismo y sus aliados imperialistas, colonialistas, petro-feudales y sionistas que, dicho sea de paso, saludan la derrota el naciente experimento democrático egipcio mientras defienden a los dictatoriales y represivos  regímenes de Kuwait, Barheim, Oman, Qatar y Arabia Saudita.

El islamismo fundamentalista no es viable en términos democráticos porque su naturaleza es autoritaria con los suyos  y excluyentes con los otros pero, de la misma manera que el modelo político occidental fue diseñado y desarrollado por el pensamiento judeo-cristiano occidental y fue evolucionando hacia su relativa transformación democrática (no olvidemos que la Inquisición, el genocidio en América y Africa y el fascismo tienen su base cristiana), se debe favorecer la evolución cultural y política del islamismo político hacia formas  de participación y diálogo político en el seno  de una sociedad democrática en la que las diversas opciones de Poder puedan expresarse y defender sus ideas sin necesidad del uso de la violencia.

Sin embargo, está visto que una evolución  del islamismo político hacia un comportamiento democrático es contrario al intereses del imperialismo y sus aliados otanistas y sionistas, quienes necesitan del extremismo islámico para generar la desestabilización permanentes de las sociedades, fraccionarlas hasta dividirlas, con el fin de favorecer sus planes de dominación regional y mundial. De allí su apoyo a Al Qaeda, a las formaciones islamista del Cáucaso  de la Federación Rusa, las milicias yihadistas en la guerra contra el gobierno de Al Gaddafi en Libia y a la brigada As-Nur de terroristas islámicos en el conflicto interno sirio, mientras arman y protegen a los monarquías petro-feudales del golfo Pérsico.  

No se trata, entonces, de estar o no de acuerdo con el islamismo militante de Mohammed Mursi y los Hermanos Musulmanes, sino de defender el derecho que tiene el pueblo egipcio como los demás pueblos del mundo - de escoger democráticamente y en paz y seguridad, sus autoridades y el proyecto político que estime más conveniente a sus intereses y, que además, en cualquier caso, siempre será mejor para Egipto, el norte de Africa, el medio Oriente y el planeta, que el islamismo militante se enfrente al debate de las ideas con las diversas corrientes del laicismo militante, que empujarlos como lo hicieron en Argelia en 1.982 - a la exclusión y la represión, lo cual  finalmente provoca el aumento del resentimiento social y político del islamismo, alimentando el yihadismo que mantiene en estado de  guerra y destrucción el Medio Oriente y el Norte de Africa, afectando a millones de seres humanos musulmanes, cristianos, judíos y no creyentes, sin distinción alguna.

 



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Yoel Pérez Marcano


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