Trincheras de ideas

La crisis brasileña, ¿Revolución o golpe yanqui?

Muy buenas las primeras palabras de la presidenta Dilma sobre lo que parece una insurrección de la derecha fascista, un ensayo de las revoluciones naranjas que derrocaron a Milosevich en Yugoeslavia y la destruyeron, después en Bielorrusia, en Túnez y Egipto. ¿Total? Detrás de debilidades estructurales, de un gobierno progresista social demócrata, pero no propiamente revolucionario.

 

Los gobernantes brasileños deben ir a la calle, gobernar en la calle junto al pueblo y construir el poder popular. Ya el fascismo brasileño mostró las uñas, detrás están los imperialistas yanquis. Hay que movilizar el pueblo. Un millón de manifestantes en todo Brasil no son más que 200 millones de brasileños, terminan siendo una minoría. ¿Dónde está el PT, el PCB y las demás fuerzas progresistas, los sindicatos, los Sin Tierras y demás movimientos sociales?

 

La crisis no ha sido conjurada, los acontecimientos se desarrollan vertiginosamente y sólo el pueblo brasileño salvará el pueblo brasileño. No es hora de discursos moralistas sino de tomar la calle, demostrar la fuerza que tiene el PT y los partidos revolucionarios y los movimientos sociales y populares. Aprender de esta inesperada experiencia que puede dejar muchos saldos positivos si se la sabe canalizar y dar pasos verdaderamente revolucionarios.  

 

Visto desde aquí luce evidente que ese reventón social, donde probablemente se conjugaron las válidas reivindicaciones del movimiento estudiantil –que no fueron consultados antes de tomar la medida del alza del pésimo transporte público– contra el alza del pasaje de los autobuses, con el fascismo agazapado que se movió rápido para pescar el río revuelto, se unió a la espontánea revuelta y lanzó la violencia, la destrucción, el terrorismo.

 

Consignas vacuas, vacías, genéricas como lo denunció la presidenta Dilma, algunas absurdas incluso como aquella que enfrentaba el mundial de futbol en un país cuyos habitantes son genéticamente futbolistas. Parece ser válida la crítica de los gastos enormes en la construcción de los estadios e infraestructura para el mundial de futbol de 2014 y la corrupción que debe ser atacada a fondo mientras el pueblo padece muchas calamidades todavía, pese a los avances logrados por los gobiernos de Lula y el de Dilma. Pero de eso a un ataque tan frontal al campeonato en sí mismo como se escuchó en consignas callejeras en las manifestaciones, que amenaza incluso su realización en Brasil, hace pensar en una conspiración de más largo alcance. Vamos a esperar para corroborar o desechar esta apreciación.

 

La presidenta Dilma desmontó de manera contundente el discurso derechista que el fascismo logró colar en las manifestaciones. Dijo la mandataria carioca:

“Honestamente pensé que con tanta gente movilizada, las pautas progresistas, tan necesarias y tan amenazadas, vendrían a tono: el estado laico, la cuestión indígena, el medio ambiente, los derechos de los ciudadanos LGBT. Nada. Lo que veo en las calles es un festival de generalizaciones. Artistas divulgan en las redes sociales frases vacías: "O el Brasil cambia o el Brasil para", "o para el robo o paramos el Brasil." Esas palabras pueden sonar bonitas, mas no significan nada en la práctica. Son sólo consignas escritas en una pancarta por personas despolitizadas que no parecen genuinamente comprometidas con el país "el gigante despertó" el trecho de una publicidad de whisky. "Ven a la calle" es jingle de propaganda de automóvil. Extractos del himno nacional y canciones de Legión Urbana son poéticos, pero inútiles.

 

Hizo incluso la presidenta una dura crítica a la Policía Militar por su conducta represiva contra los manifestantes pacíficos y de hacerse de la vista gorda ante los vándalos y terroristas.

 

“Por cierto, la Policía Militar en el Brasil ha sido un caso aparte en las protestas de las últimas semanas: ¿cómo puede la policía ser capaz de golpear a manifestantes inocentes y cruzar los brazos frente a los vándalos? ¿Sera que la Policía Militar no sabe decidir cuándo es o no necesario actuar con fuerza? No consigue distinguir manifestantes de matones? ¿Qué tipo de formación reciben, entonces?”

 

¿Qué alcances hacia dentro del Ejército brasileño tendrá aquella contundente crítica? La crisis social tendrá la última palabra.

 

Si la presidente Dilma, Inacio Lula Da Silva y el liderazgo del PT, los sindicatos revolucionarios y los movimientos sociales como Los Sin Tierra, tienen la garra y el coraje revolucionario, auténticamente socialista para actuar ya y canalizar la crisis en función de los intereses populares, probablemente conjuren un golpe de Estado en puertas manejado sus hilos desde los Estados Unidos del Norte. A los revolucionarios de América, los movimientos sociales y partidos revolucionarios lo que nos corresponde es solidarizarnos con Dilma, Lula y el pueblo brasileño en un momento crítico. Lo otro es el ejército a cuyos miembros en la calle

 

El imperio quiere cobrarle a Brasil, a su presidenta, su actitud autónoma, soberana y su poder económico, a su vez el pueblo quiere mejores servicios hospitalarios, mejor educación, mejor transporte y menos corrupción, ataque a fondo a la corrupción y a los corruptos. Todo un programa político de reformas más no de cambios revolucionarios. (23/06/13) (humbertocaracola@gmail.com) (@hgcaracola) (Con el ideario chavista, con Maduro y la revolución bolivariana y socialista, hasta el fin)



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Humberto Gómez García

Director de la revista Caracola. Pertenece al Movimiento de Medios Alternativos y Comunitarios (MoMAC). revistacaracola.com.ve

 humbertocaracola@gmail.com      @hgcaracola

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