La planificación no tiene sentido tecnológico-cultural sino político

La planificación no es solo reglamentaria, canaliza conforme a la vida económica, y también debería neutralizar el sistema burocrático que entorpece el desarrollo industrial-tecnológico y en determinar autoritariamente lo que se producirá, consumirá, factores que pagaran con resultados revolucionarios poner la economía al servicio de la cultura y la política.

Hay que definir si la planificación a corto, mediano y largo plazo, es un servicio de la economía o puesta en servicio de la economía. No poder definirlo, nos llevara como siempre, mucho tiempo entre el comienzo de la producción y la puesta en venta del producto en el mercado, con mas y enormes sobreprecio, siempre reajustable, es la practica económica de la planificación política del economista típico y del político teórico.

Toda planificación tiene un sentido político en un amplio sentido, pero hablar con normalidad de la política de una empresa como es la industrialización de la nación, no es revolucionariamente deseable por el carácter mismo de la socialización de la tecnología con la cultura, puede que hablar de política sea inevitable en cuanto al hecho, pero no es inevitable lógicamente.

El verdadero cometido de un gobierno capitalista es cuidar el principio económico. En el otro frente, el revolucionario, hoy, por el capitalismo mundial que rige la economía, la abolición de la propiedad privada y el cometido del capital, no impedirá que ese cometido sea cumplido de una manera o de otra, no estoy contra la nacionalización sino contra el momento. La maximización de las ganancias no es necesariamente, ahora, el cometido del capitalismo, es la autonomía como garantía del crecimiento por la contracción del efectivo. Se busca el adelanto tecnológico para una imagen política, pero queda presente el hecho de que las empresas nacionalizadas no pueden llegar a las metas propuestas por la política sin la maximización de los beneficios.

La industrialización proyectada por el Estado, las “tecno estructuras sociales” sin fin comercial, manifiestan la misma búsqueda de autonomía, de crecimiento, pero en detrimento del socialismo, del público, y no al servicio del mismo pueblo, porque no está al servicio de la economía, se pretende que sea un servicio de la economía del Estado, pero, sin producción nacional es difícil.

Hay mucha ingenuidad cuando los hechos dicen lo contrario del pronunciamiento político de un gobierno que busca el socialismo con la tecno estructura de los parques industriales, contrasta con la desconfianza y el desprecio que produce el burocratismo, porque, siempre, estos, se entienden bien con el gobierno proveedor de los recursos, cuyos pedidos permiten una planificación política para una producción segura de la producción, y poco se preocupan en saber si lo que pide la política: armas, instrumentos de cultura, salud, es útil perennemente a los consumidores y a su economía ajustada a los sueldos.

Muchas industrias nacionalizadas, la vanguardia industrial de la revolución subvencionadas por el Estado para suprimir el provecho económico como los combustibles, se cree favorece automáticamente a una economía humanista; se favorece más bien a los monopolios automotrices de las grandes trasnacionales petroleras capitalistas y sus terciarias de servicios. Continuar con esa planificación económica e industrial, es una planificación desprovista de todo sentido social consecuente y a una ideología mixta que, mientras no tengamos producción agrícola e industrial básica, incluso la revolución es surrealista por la economía aplicada.

En otras palabras, toda planificación sin producción local, si deja de ser económica en sus fines, no se podrá lograr que la producción vaya del productor al consumidor, solo se logra lo que estamos viendo, anhelos que son grandes reliquias. Las pirámides del antiguo Egipto y Maya, es decir tumbas, el coliseo romano y sus caminos empedrados, o la de la antigua China militar, la gran muralla que atraviesan cientos de montañas, hoy abandonadas en el desierto de la soledad, en lugar de ser productos solicitados por los pueblos, se construyen invariablemente, grandes elefantes blancos, generalmente militares.

Y es que, el remedio propuesto por Galbraith, “desarrollo de los poderes compensatorios” universidades, investigación científica, consiste en agregar a los planes militares, planes culturales, financiados también por el Estado”. Pero aquí está el punto.

La planificación es política para estos proyectos sociales y a largo plazo, son también mortales como lo muestra nuestra experiencia y nuestra constitución. Enormes gastos universitarios gracias a los desembolsos nihilistas que fabrican las universidades, millones de intelectuales sin posibilidades de trabajo destinados a convertirse en la oposición o en profesionales de la especulación. ¿Cómo reorientar la sociedad económica contrabalanceando el parasitismo militar con el parasitismo cultural que espera será tan costosa como la otra?

La planificación política, el dirigismo, la conducción, la utilización de la economía por el Estado político, todo eso representa menos una evolución tecnológica por ende cultural que avance a un segundo plano del proceso rival del sistema económico que se pretende neutralizar. El avance del reino de la política no es una demanda efectiva para una cultura social, solo provoca ir de ofrecimiento en ofrecimiento para la demanda política. La llamada verbal al foro social, a un poder colectivo, es el elemento constituyente de la política y de la economía politizada.

Hay que revolucionariamente reglamentar, y en seguida, esa demanda de buscar el socialismo. Es una demanda primitiva, parecida a la del “niño a sus padres” como dice Freud: “no es el principio de la realidad”. Hay que corregir la formula abstracta de la incitación revolucionaria, una demanda de orden a la objetividad que legitima al gobierno para ser gobernados siempre buscando el socialismo, porque ser socialista, es ser ordenado y tener razón. Un orden armado pero con razón para cambiar las costumbres humanas.


rcpuma061@yahoo.com


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Raúl Crespo


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