A pesar de la sentencia expresada en el título y de lo duro del ante título, este artículo trata de hacer una reflexión necesaria referente al enclave popular que tienen los distintos procesos de cambio que se viven en nuestra América. Tal vez preocupe a algunos el retroceso electoral de los Kirchner en las legislativas argentinas, como también el laxo y confuso retorno de Zelaya al frente de su legítimo gobierno constitucional. Poco más preocupante, el distanciamiento de Lula, respecto a las clases obreras y peor aun del movimiento campesino, todo lo cual vale la pena abordar con observancia radical para evitar una corrida de desilusiones en nuestro continente.
Hace un par de meses compartía ciertas apreciaciones con un compañero de México, respecto a algunas viejas profecías que indicaban para estos tiempos la caída de todas las estructuras sociales piramidales o jerarquizadas; fenómeno hoy fácil de comprender ante la acelerada dinámica de participación colectiva en los procesos decisorios de nuestras sociedades.
Me refería entonces a los claros avances que distintos colectivos culturales, indigenistas, ecologistas, agraristas y otros, han consolidado en décadas recientes, pero que algunos líderes de la región no han sabido aprovechar. Muchos líderes políticos han llegado al poder con el empuje popular de estos colectivos, y esto es preciso comprender, no bastando las maquinarias de los partidos políticos que circunstancialmente han acompañado a los candidatos con alta aceptación popular.
Imaginemos entonces una gran pared de roca que estos líderes escalan hasta llegar a la cima, aprovechándose de los sujetadores (clavos de escalada o pitones) que anteriores escaladores han dejado incrustados en la roca: líderes sociales, mártires de viejas luchas, poetas, torturados, desaparecidos...
Es entonces cuando muchos presidentes y jefes de gobierno, con el apoyo popular consciente se les permite la escalada al poder por medio de los peldaños que el mismo pueblo ha consolidado con muchos años de verdadero esfuerzo. El problema comienza cuando algunos de estos líderes se les olvida el entramado camino andado, pasando a concebir ilusoriamente que gozan de plataformas políticas propias, al menos así se lo hacen creer grupos de poder y los buró políticos de algunos partidos.
Tal vez pudiese estar pasando en Argentina…, o posiblemente es lo que ha impedido a Zelaya regresar prontamente al poder…, no sabemos, pero en el caso hondureño es indiscutible que la radicalización de la acción popular estuvo acompañada de la identificación de la familia Zelaya con las bases populares…, lástima que el punto máximo de la mencionada identificación no sucedió días antes del golpe, de lo contrario Zelaya hubiese retornado al poder a las 47 horas, tal como sucedió con el compañero Presidente Chávez en abril 2002, después de un golpe mucho más poderoso del que se dio en Honduras a finales de junio 2009.
Comprendamos entonces que no bastan profundas reformas y variados programas sociales, para conectar una gestión de gobierno con la automática y solidaria respuesta de un pueblo ante un golpe de estado. Falta algo más que eso…, y el pueblo en lo más profundo de su ser sabe cuándo un líder está realmente consustanciado con sus raíces y dispuesto a todo por ellas, sólo así tal vez habrá la correspondiente respuesta electoral como también de defensa de un proceso de cambio a gran escala.
A propósito de mi paso por la Universidad de Concepción en Chile, un compañero bastante entrado en años y con una marcada nostalgia en el rostro, me decía que “…posiblemente una partecita de esto nos faltó en septiembre de 1973, por cuanto el pueblo no salió masivamente a la calle a defender nuestro pacífico proceso, además de constitucional y democrático”. Preferí callar y sólo escuchar a aquel amable viejo que reflexionaba casi en silencio de lo que “hubiésemos podido hacer entonces…”
Basta reencontrar esos pitones o clavos en la roca, y no confundirnos con los sujetadores intelectuales, créanme que son espejismos... Me refiero más bien a los sujetadores mas portentosos que pudiesen existir: nuestra propias raíces culturales y socio productivas.
El Che visionariamente sentía que había que hacer una revolución propia o genuina, sin necesidad de asumir el modelo soviético... Tal vez por ello, y lo digo con afecto por el pueblo cubano, ha sido difícil la propagación directa de la experiencia de este importante proceso al resto de nuestra América; posiblemente sus líderes no basaron la médula de la revolución en la reivindicación necesaria de lo más genuino de las costumbres y saberes populares…
Pero un fenómeno extraño a la política tradicional sucede en Venezuela, sin necesidad de centrar nuestro análisis en la calificación de izquierda o de derecha en este caso. Insisto que este artículo trata de revelar otros detalles más ocultos pero más poderosos en nuestros procesos de cambio social y político en la región.
Aunque suene aun más extraño, el proceso de cambio en Venezuela no lo lidera el compañero Hugo Rafael Chávez Frías, lo lidera todo un pueblo que, por ahora y mientras queden rezagos de la democracia representativa, se le ha entregado un mandato al presidente para que represente y coordine parte ejecutiva de este muy complejo proceso.
Tal vez sonará aun más ingenuo declarar que esta es una muestra de la fase que estamos viviendo la humanidad toda para el cumplimiento de la gran profecía: “al final de los tiempos toda cabeza erguida será derribada”, se trata de la vía al auto gobierno, a la verdadera democracia directa cuyas estructuras burocráticas deberán achatarse a lo alto hasta eliminar todo tipo de jerarquía.
Es posible también que muchos ciudadanos del mundo no hayan advertido en profundidad lo que sucede en Venezuela. No se trata del comunismo o del socialismo, sino del reencuentro del pueblo consigo mismo, con su causa y su destino, impulsado por sus acciones, por medio de sus propias decisiones. Para comprenderlo, hay que vivir meses enteros dentro y en torno a distintas organizaciones populares y originarias de este país andino, caribeño y amazónico…
El presidente Chávez se autodefine como un ser de acción, que se reinventa todos los días, más no como un intelectual que preestablece el acontecer rutinario de las cosas. Por ello el pueblo venezolano, sin contar con las clases poderosas y la mayor parte de los medios de difusión masiva, está conforme con la gestión del compañero presidente, claro está, entre tanto el compañero presidente esté consciente de quién es y de cómo ha hecho para llegar donde está…
Es así como en Venezuela los intelectuales han paso a un plano mucho menos protagónico, al servir al proceso de cambio como asesores o divulgadores, incluso muchas veces como críticos, pero jamás como conductores; de eso nos hemos cuidado mucho en Venezuela. Jamás verán al compañero Chávez como un refinado diplomático, o como un individuo de número en la real academia de lo que sea; y en caso que algún día ose hacerlo, hasta allí llegará su mandato.
La traición a un pueblo no sólo se expresa en la entrega de la soberanía nacional, sino también en el desconocimiento del transitar colectivo que ha servido a un líder como raíz y causa de su propio destino político.
Los intelectuales no tienen mucho arraigo en las bases trabajadoras, menos aun en los movimientos campesinos e indígenas, he allí donde radica la diferencia que hay entre la realidad mediática y la realidad real que se vive en las calles y en los campos en Venezuela. Tal vez por esta razón los periodistas e investigadores que viajan con cierto escepticismo a este país, y conviven con grupos de arraigo popular, en su mayor parte regresan convencidos de la necesidad de propagar esta interesante experiencia por todo el mundo.
A propósito de Lula, quien les escribe hace poco reflexionaba con una compañera agro productora brasileña, en el sentido de que el sector campesino, como en gran parte de nuestra América, ha sido históricamente burlado por la agroindustria, desplazado geográficamente por el sector construcción y manipulado por el sector turismo..., entonces, ¿Cómo se puede creer que las bases campesinas e indígenas van a correr a respaldar a un líder cuyo discurso y praxis se centra en la reivindicación del sector industrial y en el mejor de los casos obreril?
Volvemos entonces al espectro de coincidencias necesarias que todo líder debe tener con su pueblo y con esa suerte de constructo o tramoya que con los años es el pueblo quien lo construye, pero que son los líderes quienes lo aprovechan, por eso lo delicado y complejo de esta relación que debe obligatoriamente estar en perfecta inclinación, hacia el pueblo claro está.
Del otro lado de la balanza están el buró político, las estructuras de gobierno, las academias, la religión y gran parte del aparato productivo con altos rezagos de capitalismo en el manejo de las relaciones sociales de producción y de la tecnología.
Allí está la clave que todo buen líder de nuestra nueva era debe comprender, manejando con suma armonía esta correlación de fuerzas a favor creciente del poder popular, de lo contrario más temprano que tarde colapsará la plataforma que lo mantiene en el poder.
Concepción, Chile, Agosto 2009
Samuel Antonio Scarpato Mejuto
Docente e investigador de la Universidad Centroccidental Lisandro Alvarado
Barquisimeto, Venezuela
Doctorando en Ciencia Política - Universidad Simón Bolívar - Caracas
samscarpato@yahoo.com