Socialismo del Siglo XXI, ¿Prostitución o Desagravio?

De perogrullo, nunca ni ningún tipo de Socialismo ha tenido buena acogida.
No la tuvo por parte de los nuevos señores, los burgueses pioneros que ya
se habían desprendido de todo atisbo de romanticismo liricopolítico
durante aquellos turbulentos años de hipotéticas libertades jamás cumplidas,
momento para cuando el incipiente capitalismo caminaba ya con sus propios
pies y con cabeza propia. Los vestigios monárquicos se habían adaptado al
“nouveau règime”.

Para ese entonces algunos empresarios ricos conservaban buena parte de
amor al prójimo heredado de la religión cristiana. Esta, con su liderazgo
sacerdotal, seguía controlando la ideología mundana. Aquellos hombres
bienintencionados y cargados de buena fe, voluntad y temerosos de las
amenazas dantescas, carecían de una teoría científica capaz de ir al fondo
de la problemática social. Por eso intentaron fallidamente aplacar los
males sociales ya sufridos por las masas de asalariados empobrecidos hasta
la miseria y más allá de esta. Lo hicieron con mecanismos respetuosos de la
empresa burguesa, con “cooperativas”, falansterios y afines, con auxilios o
subsidios al pordiosero y al trabajador de bajos ingresos. Con reducciones
de horas laborables. Todas esas medidas fueron más filantrópicas que
económicas.

Como quiera que el problema del malestar social es básicamente económico, el
Socialismo Revolucionario formulado por el marxismo alemán plantea la
socialización, la nacionalización o apropiación de los principales medios
de producción burgueses, entre ellos la tierra minera y de labrantío.
Plantea la eliminación del asalariado y paralelamente del burgués como
personalidades relevantemente protagónicas del sistema capitalista para que
todos nos convirtamos en trabajadores a secas.

Por supuesto, tal como ahora aunque relativamente en mayor número,
quienes en aquellos tiempos de “socialismos utópicos” sobrevivían o salían
del hueco de la pobreza lo hacían gracias a su conversión en burgueses no
menos explotadores que sus ex patronos.

Es que en las sociedades capitalistas la única vía abierta a la mejoría
social es la ruta del enriquecimiento con cargo a cuotas de asalariados.
Vale decir que en nuestra sociedad “salir de bajo” es “meter abajo” a
cuanto trabajador toque las puertas de fábricas y demás expendios
mercantiles.

Con el ensayo soviético y la puesta en práctica de las teorías marxistas, el
"Socialismo no utópico" arrasó buena parte de la Europa Media y Oriental.
La Europa archicapitalizada no tardó en reaccionar. Fue entonces cuando
hasta las palabras “socialismo”, comunismo y revolución fueron mal vendidas
por el aburguesado e imperializado Occidente. La tribuna socialista fue
despiadadamente malquistada. Todo un reiterado y amplio cúmulo de
desprestigio ideológico fue editado in sólidum por las potencias
occidentales. Para esta parte del mundo decir comunista fue sinónimo de
crueldad superior a las oprobiosas prácticas esclavistas, superior a las
atrocidades nazistas. Sus líderes fueron declarados antisociales y así
fueron etiquetados por las juventudes del mundo todavía atrapadas en las
férreas garras de la ideologización anticomunista.

USA y demás aliados capitalistas a principio de la década de los 90 del
pasado siglo terminaron con aquel ensayo socialista, pero el descrédito
antisocialista ya sembrado en bibliotecas, academias, editoriales y medios
radiotelevisivos, quedó hondamente latente. Casi toda la literatura marxista
y revolucionaria fue quemada metafórica y políticamente. Los comunistas del
mundo quedaron sin parlamento, sin apoyo potencial como el que le brindaba
la Rusia y demás entidades socialistas soviéticas.

Esa socialistofobia y ese anticomunismo gratuito prendieron en la
América Mesosureña, una vasta región capitalistamente virgen que como
sociedades en barbecho empezó a ser ávidamente codiciada y explotada por
los nuevos amos del mundo, por el grupo de los principales inversionistas
industriales sitos en los países de avanzada más desarrollados,
burguesamente hablando.

El gobierno civil y socialdemócrata con todas sus variantes religiosas y
populistas terminó en tremendo fracaso. Estos modos políticos implementados
para paliar la problemática social engendrada por el sistema capitalista,
lejos de resolver problemas populares, se ha encargado de multiplicarlos en
cantidad y calidad. Al igual que las cruentas prácticas propias de las
gorilescas dictaduras de los militares, dejan viva y más robustecida la
explotación salarial.

Es ahora cuando asumen el mando político algunos militares oscuros, algunos
líderes de nuevo cuño y flamantemente hasta un ex sacerdote paraguayo. Les
ha tocado mandar con sujeción al Poder económico imperante.
En el caso brasileño, un “obrero” (asalariado) asume el mando político y
gerencial del mayor representante del capitalismo mundial, acá en
Suramérica. En el caso venezolano, un oscuro militar rebelde se muestra
abiertamente decidido a reemplazar el retrógrado mando civil, sin caer en
los vicios del gorilismo de sus colegas de oficio que le han precedido..
Y decimos, ¿acaso con la enarbolada bandera del “Socialismo del Siglo XXI”,
un Chávez, un Correa, un Lula, un Evo y recientementemente un Lugo, acaso,
decimos, están "prostituyendo" hasta las palabras socialismo, revolución y
comunismo, para culminar el entierro de los inevitables conatos socialistas
anticapitalsitas? o ¿acaso se trata de una gestión reivindicativa como
"desagravio" para unas categorías políticas universal e infundadamente
desprestigiadas?

Hoy observamos cómo gentes conservadoras y hasta desinformadas de reciente
alfabetitud manejan estos términos con una asombrosa soltura. Son unas voces
políticas y económicas que han cobrado popularidad entre los mismos
empresarios de mediano y menor rango económico, los mismos que hasta ayer
colaboraron y auparon el exterminio, la tortura y la desaparición de todos
los líderes y pensadores del saber comunista. También observamos una
dubitable alianza obreroburguesa.

marmac@cantv.net


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Manuel C. Martínez M.


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