Sobre el teatro panfletario...

Hoy en la tarde tuve la oportunidad, previa invitación de mi hijo, de ver en el Ateneo de Maracay, la obra "Yo soy Carlos Marx" de Gennys Pérez con la actuación de Gustavo Rodríguez y Nattalie Cortez. Apenas nos sentamos se avivaron todos nuestros prejuicios porque de entrada, en el "volante publicitario" se pueden leer los comentarios elogiosos que sobre la obra hacen Américo Martín y Tulio Hernández. Además la lista de agradecimientos la encabeza Teodoro Petkoff. No siendo yo, un asiduo asistente a obras de teatro, mis comentarios nada tienen que ver con las actuaciones (que me parecieron buenas) ni con el montaje, sino con los elementos políticos necesariamente presentes en una obra con ese título. Digo esto para que se entienda que mi punto de vista es bien parcial.

Hecha esta aclaratoria, paso a comentar que el primer elemento que llamó mi atención es que se presenta a un "Marx del siglo XXI" que toma conciencia de un supuesto doble fracaso: primero, en lo personal por morir en la pobreza y segundo, por "el obvio fracaso de las experiencias socialistas" en la historia contemporánea. Se trata de un hombre bonachón y muy ingenuo que escribía obras que nadie leía y que solo fue seguido por una pandilla de sinvergüenzas (entre ellos los chavistas, por supuesto) que se enriquecieron y llenaron de privilegios en nombre de la clase obrera. Además (esposa de Marx dixit) el mundo que progresó está en Europa Occidental y Estados Unidos y nosotros, con nuestras fantasías, nos quedamos atrás, en un oscuro rincón pobre y miserable. La parte más sorprendente de la obra (y obviamente la menos creíble) es cuando Marx, el ingenuo padre de la criatura, acepta la explicación y se deprime. No hace ni el menor atisbo por explicarle a su querida esposita en la obra, que el progreso de esa parte del mundo solo es posible porque expolió nuestras riquezas. Que nuestra pobreza no es el resultado del socialismo sino del más despiadado capitalismo. En fin, aquel viejo discurso sobre un Marx que tuvo sus méritos, que era muy bueno, pero cuyas ideas quedaron en el pasado, dirigido a algún que otro Bolivariano extraviado y reforzado con la denuncia de los "liderazgos corruptos".

El segundo elemento que llamó mi atención son los de carácter abiertamente panfletarios (no es que el anterior no lo sea, pero al menos hay quien lo discute). A lo largo de la obra se incluyen eslogan o elementos propagandísticos. Algunos ingeniosos. Por ejemplo, dos carteles al fondo (uno de "Habanos Revolución" y otro de "Ron Revolución") muy iluminados que el pobre Marx trata de sabotear varias veces hasta que el amor de su vida le explica que es gracias a esa "publicidad" que cuentan con luz. De lo contrario estarían en la oscuridad. Otros son francamente burdos, como el cierre de la obra, que finaliza con la voz de un locutor anunciando el éxito gubernamental en la lucha contra la indigencia haciendo "evidente la contradicción" entre la "cruda realidad mostrada en la obra" y el discurso oficial que, por supuesto, es mentiroso.

Varios de los momentos más "dramáticos" de la obra ocurren cuando los protagonistas tratan de huir de la represión policial, de la cual son víctimas, al más viejo estilo de la cuarta república (No se ven los policías pero se oyen las sirenas y los protagonistas se colocan poco menos que al borde de un infarto al oírlos pasar). Cuando la "obra" llega a su final, los protagonistas, ya "heridos en su dignidad" deciden enfrentar a la policía lanzándole cuanto libro tienen a mano, lo cual desencadena el horror (parece que muere un perro) y terminan entonces en la cama, haciendo el amor, como lo único rescatable (el amor entre hombre y mujer, no se confunda con el amor al prójimo) en un mundo donde nadie es capaz de comprender las buenas intenciones del Marx de Gennys Pérez. Seguramente algún sesudo intelectual de la oposición podría decir que las persecuciones son simbólicas y hacen referencia a las que en vida sufrió Marx, pero no creo que sea la interpretación del público.

Por supuesto, al finalizar la obra, ha sido creado el clima adecuado para que un público "sensibilizado" ante el drama de la indigencia y de la tragedia que representa haber entregado toda una vida por cambiar al mundo sin éxito, se pone de pie y aplaude a rabiar.

La verdad creo que desde la Revolución hacemos más y mejor teatro. Es más, creo que ellos mismos hacen mejor teatro, pero como ya dije, mi visión es parcial y no soy ningún experto, solo soy alguien del público un poco indignado por haber tenido que pagar por presenciar dos horas de propaganda reaccionaria.


zambrano.net.ve
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