La matriz de opinión existente hoy en Venezuela es que el presidente Maduro perdió las elecciones y procedió entonces a robarse el resultado. Esa matriz existe, negarlo no tendría ningún sentido. Ahora… Que exista no quiere necesariamente decir que sea cierta. Que la mayoría de la gente piense una cosa o crea en la ocurrencia de un evento, no significa que su pensamiento sea el correcto ni que la ocurrencia de ese evento sea cierta. Esto no le gustará leerlo, y menos aceptarlo, a mucha gente, a muchos amigos... Cuando salga este artículo recibiré una serie de comentarios, amables o corteses en su mayoría, que me recriminarán por qué pienso de esa manera, por qué no acepto una verdad que para ellos tiene el tamaño de un templo, por qué no depongo mi supuesta animadversión a María Corina, ante un resultado que es totalmente transparente; y otra serie de reproches por el estilo. Los entiendo y agradezco las buenas intenciones que seguro habrá detrás de la mayoría de ellos. Pero quiero recordarles tres cosas, que conspiran contra la posibilidad de que yo caiga en posiciones incoherentes.
Una primera. Nunca he estado nada próximo de los seguidores de la plataforma que apoyó a Edmundo González Urrutia y que hoy dirige María Corina Machado. De hecho, no voté por EGU y así lo dije públicamente. No lo consideré lo suficientemente distante de Maduro, en relación a las políticas económicas a asumir, ni en relación a la conducta democrática que desplegaría, como para escogerlo como alternativa al Presidente. En segundo lugar: No voté tampoco por Maduro y eso también lo dije públicamente. Estas dos primeras situaciones, me dan la posibilidad de poder analizarlos a ambos lo más objetivamente posible, cosa que no pueden hacer quienes se encuentran dentro o cerca de uno de esos dos polos, así no lo hayan estado antes. La situación actual terminó empujando a muchos hacia uno de los polos existentes. En tercer lugar. Rechacé, por manipuladora, la imposición de una matriz de opinión desde antes de las elecciones, que decía que era imposible que Maduro ganara, pues desde ese momento descalificaba el resultado electoral si era distinto de la derrota de Maduro.
Las acciones incoherentes y contrarias a derecho del gobierno, pero también, aunque en menor grado, las de María Corina, quien monopolizó las decisiones políticas de la PUD, nos han llevado a la situación de incertidumbre que existe hoy. Sí. De incertidumbre en relación con los resultados electorales. Para la mayoría, Maduro perdió las elecciones. No discuto esa verdad. Discuto sí, que pueda haber certeza de que ése fue el resultado real de las elecciones. Yo no tengo esa certeza. Felicito a quienes la tienen. Y miren que he tenido que discutir con seguidores del gobierno de Maduro, que, contrario a lo que alguna gente dice, se baten con todas sus fuerzas en función de que Maduro ganó. Y cuando se les presenta todas las pifias del CNE, de Amoroso, de la Sala Electoral, de la Fiscalía, recurren de inmediato a negar hechos que son reales y a presentar una versión de los resultados, que al final adolece de serias fallas, como también las tiene, aunque menos numerosas, las versiones de la PUD. Al final, la incertidumbre, lejos de desaparecer, se mantiene o intensifica.
Y esto es algo que incluso se ve internacionalmente hasta en la posición asumida por la Unión Europea y el Departamento de Estado, por lo menos hasta ahora. Está también en las posiciones asumidas por Lula, Petro y López Obrador, pues todos ellos, absolutamente todos, no reconocen el triunfo de Maduro, pero tampoco el de González Urrutia y exigen se presenten los escrutinios desglosados mesa por mesa, centro por centro, parroquia por parroquia, municipio por municipio, estado por estado y la totalización nacional, como lo obliga la legislación vigente, algo que aún no ha hecho el Consejo Nacional Electoral, pese a que se lo ordenó la Sala Electoral. Esta situación nos dice es que el gobierno mantendrá su decisión por encima de todas las protestas y presiones nacionales e internacionales, lo que hace de la situación que emerja a partir del 10 de enero de 2025, algo cualitativamente distinto de lo visto y sufrido hasta ahora. Hay opositores quienes desde ya dicen que se irán a ver los toros desde la barrera; otros tienen una indignación comprensible, pero no suficiente para pensar y decidir adecuadamente.
Y hay quienes no renunciamos a actuar políticamente, quienes sentimos la inmensa responsabilidad de no abandonar a los venezolanos, ni dejar a la nación al arbitrio de fuerzas que no han hecho sino destruirla. Se está decidido a actuar, con reglas que no nos gustan pero que se nos imponen. Actuar según las fuerzas reales de que hoy se disponga y las que se vayan construyendo en el desarrollo de la lucha, y no según los deseos o sentimientos que se tengan, por más legítimos que estos sean. En política, al igual que en la naturaleza, se actúa en función de reglas, de leyes, que no las determinan sus actores, sino que les son impuestas, lo que no significa que no se haga lo posible para superar sus restricciones y las limitaciones que existan, pero sin volverse locos asumiendo medidas y acciones, que no se está en capacidad de ejercer y que lejos de ayudar en el cometido que se necesita, lo que hagan sea hundirlo en el fango.
Los deseos, la motivación, son importantes porque nos mantienen en la lucha por obtener los objetivos propuestos y nos hacen no rendirnos, ni aceptar la realidad adversa como inmodificable, lo que no significa que no se la acepte como realidad que se nos impone hasta que logremos modificarla. Es una tarea difícil, pero es la tarea que nos toca.