El Dedismo: la muerte de la democracia participativa y protagónica

El Dedismo, práctica común en nuestro medio que se usa para designar "a dedo" al funcionario responsable de una corporación, asociación, programa, institución, proyecto o misión, sea ésta de desarrollo económico-social, política o técnico-administrativo.

En algunos casos, esa forma impropia de nombramiento de alguien para asumir la dirección de una gestión, se le refiere con el calificativo de cooptación; expresión que se deriva del latín cooptalio, que significa reemplazo y la cual se utiliza para sustituir o "…llenar vacantes que se producen en el seno de una corporación mediante el voto de los integrantes de ella; es decir, una asociación cualquiera de personas nombra internamente a sus miembros nuevos por nominación de los miembros antiguos, sin dependencia de criterios externos" (RAE). Contrario al proceder anterior, en Venezuela, la práctica "del dedismo o la cooptación", muy recurrente en esta época, obvia intencionalmente la consulta a los miembros del colectivo que integran el organismo en donde se produce la sustitución.

La característica que distingue al dedismo es que, quiénes asumen las responsabilidades como sujetos designados, generalmente no reúnen las competencias académicas, experiencias y conocimientos en el área en donde son destinados. El cargo lo consiguen a través de la afinidad personal o familiar, el amiguismo, el compadrazgo, o la solidaridad automática partidista que mantienen con los poderosos grupos económicos decisorios del poder. Además, casi siempre desconocen el propósito estratégico del plan previsto y carecen de principios éticos para el desempeño eficiente de los deberes que asumen, como lo demanda la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV) para el ejercicio de una democracia participativa y protagónica.

Ahora bien, cuando este escenario se traslada al ámbito político electoral, el comportamiento y accionar del "sujeto favorecido" queda hipotecado a la voluntad de su mentor quien lo coloca en dicho cargo; por tanto, es sólo a él a quien debe rendirle cuentas y, a partir de allí, se crea automáticamente una relación de poder que arropa un ambiente cerrado de decisiones que terminan por favorecer los intereses particulares de "los socios" signatarios del acuerdo tácitamente instaurado. A partir de este momento, "el pacto" da inicio a una amarrada relación entre protector o encomendero y protegido o encomendado, lo cual se soporta en sujeciones de lealtad incondicional de este último hacia el primero; es decir, se atienden prioritariamente las apetencias y hasta los caprichos del protector o encomendero; a cambio, el protegido o encomendado se coloca, en sus actuaciones, por encima de la Constitución y leyes de la república, se convierte en intocable, no rinde cuentas, y si las rinde, éstas sólo resultan una simple formalidad; además, sus desaguisados nunca son considerados causales de sanción.

Por otra parte, el dedismo como subcultura de control político del Estado liberal-burgués, excluye la real participación protagónica de los trabajadores y el pueblo, terminando por favorecer una gestión pública que beneficia solo los intereses de los opresores. En ese sentido, sus efectos se sienten y aprecian en el secuestro que de las organizaciones revolucionarias y de sus políticas hacen en nuestro país los sectores partidarios de la contrarrevolución: socialdemócratas, socialcristianos, comerciantes, aventureros, políticos oportunistas, falsos socialistas o comunistas, cipayos del imperialismo mundial y gozones de la cosa pública en el gobierno.

Por consiguiente, si este proceder que hemos descrito líneas arriba ha sido históricamente un comportamiento político común dentro de la democracia liberal representativa y que bien pudiera calificársele como bochornoso por los desbordes mafiosos que engendra; sin dudas, entonces el proyecto socialista bolivariano ha debido superarlo y no permitir que esta práctica se profundizara y extendiera bajo su amparo; por el contrario, lo que hemos presenciado todos estos años han sido gestiones de gobiernos locales, regionales y ministeriales totalmente fracasadas pero que, sin embargo, los encomendados siguen con impunidad enroscados en las distintas instancias del poder del Estado.

Por consiguiente y a propósito de estas depravaciones, es de observar que hay muchos ejemplos que ilustran: PDVSA, CANTV, CORPOELEC, el bachaqueo en la distribución que hace la empresa socialista del gas comunal PDVSA, lácteos Los Andes, empresas DIANA, helados COPPELIA, las productoras de harina PAN nacionalizadas, escándalos de corrupción que reiteradamente en el pasado reciente fueron negados y que hoy, en razón de diferencias políticas o de otras índoles que desconocemos entre protegidos y sus protectores, son traídos a la luz pública a través de costosa campaña mediática utilizada por el Fiscal de la Constituyente para satanizar adversarios y simular la guerra contra la corrupción por parte de una supuesta gestión gubernamental responsable, honesta y apegada a las normas legales y constitucionales.

Ahora bien, si el principio básico que sustenta la ideología socialista demanda que el poder político del Estado esté ejercido por los trabajadores y las organizaciones sociales del pueblo; entonces, ¿cómo explicar que la práctica antidemocrática del dedismo siga siendo el mecanismo más usual de designación de los operadores políticos y liderazgos encargados de propiciar la transformación del modelo del capital por otro que propicie la construcción de una sociedad de igualdad, solidaria, democrática popular y participativa, en la revolución bolivariana?.

Si la conclusión lógica que se deriva del planteamiento anterior es que no se debe dejar la toma de decisión bajo la hegemonía de una persona, y que sin embargo se hace; entonces, uno se pregunta: ¿Ese proceder de elección antes descrito representa realmente una auténticamente imagen de una sociedad socialista?; ¿Cuáles son las tareas que cumple el partido de la Revolución en el control de sus cuadros?; ¿Qué pasó con el poder que asumirían los trabajadores y el pueblo en la revolución bolivariana?; ¿Qué pasó con el proyecto de la Democracia Directa y la implementación de sus mecanismos de contraloría social?.

Hay que considerar que para conseguir un cambio radical de la sociedad capitalista que vivimos se necesita una profundo transformación de la formación social y económica que modifique las formas de propiedad privada sobre los medios de producción y las convierta en propiedad social que impacte la conciencia de los individuos; en cuyo caso, se plantea la educación teórico-práctica directa a partir de proyectos pilotos modelos, capaces de ofrecer una explicación auténtica y convincente del proceso político propuesto, descartando radicalmente la gestión humillante de la dádiva como mecanismo de compra de conciencia: crear clientes.

De ahí que, la reflexión crítica que hacemos del uso del mecanismo perverso del dedismo, como política de Estado, reafirma y da vigencia a la tesis según la cual "la revolución se hace con revolucionarios". Es verdad; pero, quién pretenda simbolizar tal calificativo, debe cumplir al menos dos condiciones básicas, a saber: disponer del suficiente bagaje de conocimiento teórico sobre ideología marxista que le permita la exaltación de una conciencia de justicia e igualdad de oportunidades para todos dentro de la convivencia en sociedad. Es decir, entender la razón del por qué es totalmente injusta la explotación y el atropello de los más débiles en beneficio de unos pocos. El segundo requerimiento, igual de importante que el primero, es que la actuación de convivencia humana y familiar debe estar orientada en ejemplos de conducta respetuosa, reconocimiento del otro, tolerante en la diversidad, postura ética opuesta al egoísmo que imprime ventajismos sobre los demás. Todo lo anterior, en justo equilibrio con nuestra pacha mama.

Quién no asuma y practique al menos estas dos condiciones generales básicas, jamás se podrá considerar o hacerse llamar revolucionario. Por suerte, en este sentido, la historia del desarrollo de la sociedad universal dispone de ejemplos de revolucionarios que bien vale la pena distinguir como modelos por su entrega a la emancipación de los pueblos. Entre los más sobresalientes podemos mencionar: al generalísimo Sebastián Francisco de Miranda (1750-1816); El Libertador Simón Bolívar (1873-1830); al filósofo alemán: Karl Marx (1818-1883); la polaca Rosa Luxemburgo (1871-1919); el italiano Antonio Gramsci (1891-1937); el peruano José Carlos Mariátegui (1894-1930); el argentino, guerrillero heroico, Ernesto (che) Guevara (1928-1967), entre tantos otros.

En este sentido, son interesantes las reflexiones que al respecto desarrolla Ernesto "CHE" Guevara, en su obra "Verde Olivo": (1)

  • Entender que el hombre, como actor consciente de la historia, es en quien recae la responsabilidad de asumir el proceso de transformación de la sociedad; por tanto, debe asumir dicho rol con la conciencia de que tiene ese compromiso social ante la historia.

  • Un revolucionario debe ser seguidor del pensamiento y propuestas de acción marxista, ya que en ellas está la esencia del socialismo; aplicadas con ciertas variaciones que dependerán del contexto y la situación existente en un determinado momento.

  • Un revolucionario auténtico debe ser un generador de conciencia revolucionaria y de entusiasmo combativo; el factor clave es el individuo y gracias a sus actitudes se crearán las condiciones subjetivas necesarias para la victoria del colectivo.

  • Una revolución sólo es auténtica cuando es capaz de crear un "Hombre Nuevo" que vendrá a ser el hombre del siglo XXI, un completo revolucionario que debe trabajar todas las horas de su vida; debe sentir la revolución por la cual esas horas de trabajo no serán ningún sacrificio, ya que está implementando todo su tiempo en una lucha por el bienestar social de su región y de la humanidad. Si esta actividad es lo que verdaderamente complace al individuo, entonces, inmediatamente deja de tener el calificativo de "sacrificio". Esto debe ser una cualidad fundamental en el revolucionario, sentir la misma –revolución- como tal, para trabajar con esmero.

  • Todo revolucionario debe estar impulsado por grandes cantidades de amor aunado a un gran espíritu apasionado; para así realizar un caudal de acciones y hechos concretos orientados hacia un solo objetivo, lograr mejoras en el ambiente social en el que se desenvuelve.

  • El papel que debe desempeñar la juventud y el partido; la primera tiene un particular destello en todo este proceso, por ser una especie de arcilla maleable con la que se puede construir al "Hombre Nuevo", sin ninguno de sus problemas y vicios; es decir, se pueden reparar o eliminar las fallas que sus generaciones anteriores les heredaron y debe ser: humanista, de comportamiento ético, solidario, de gran sensibilidad ante todos los problemas, las injusticias, tener un espíritu inconforme, plantearse todo lo que no se entienda, que debe estar abierto a recibir nuevas experiencias para conformar la gran experiencia de la humanidad.

  • Los partidos de la revolución deben ser organizaciones de vanguardia, donde los mejores trabajadores son propuestos por sus compañeros para integrarlo.

Ahora, si usted revisa cuidadosamente la actuación de nuestro liderazgo político y administrativo, garantes de los poderes del Estado y de las instituciones de Venezuela; descubre, que aparte de la monserga, nada de la actuación práctica de la dirigencia nuestra se parece a la de un auténtico militante socialista-comunista y, por el contrario, es el reproductor constante de las conductas propias del hombre formado en el modelo del capital, en donde, en expresión de Marx. "…mientras más se revaloriza el mundo de las cosas y de las mercancías, más se desvaloriza el de lo humano".

1. GUEVARA, E. (1970). El libro verde olivo. México: Diógenes.

GUEVARA, E. (1977). El socialismo y el hombre nuevo. México: Siglo XXI

GUEVARA, E.(1970). Obras 1957-1967. (Vol.2) Cuba: Casa de las Américas.

GUEVARA, E.(1974). Obra revolucionaria. México: ERA, S.A.

 

antonioconchat@gmail.com



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