¿Amor o ambición?

El amor ha sido el gran tema de la literatura universal, al menos del mundo occidental, conjuntamente con el tema del poder y de la ambición política…

Y es también la gran fuerza transformadora de la sociedad y de la vida misma. Los que creemos en la política, igualmente como fuerza transformadora, sólo la entendemos desde su dimensión moral y eso es equivalente, a decir, que la entendemos desde la fuerza del amor. El amor al otro que significa identificación y compromiso con el otro, comprensión de las realidades del otro y solidaridad con él. Decía el escritor mexicano Octavio Paz: “Ambos, amor y política, dependen del renacimiento de la noción que ha sido eje de nuestra civilización: la persona”. Y, al mismo tiempo, advertía: “El ocaso de la noción de persona en nuestras sociedades… ha sido el principal responsable de los desastres políticos del siglo XX y del envilecimiento general de nuestra civilización”. Y ha sido así, ya lo decíamos en el anterior artículo de opinión, porque la política la hacen los seres humanos, que muchas veces tienen inmensas limitaciones propias y no tienen la capacidad para ejercer posiciones de poder.

Hacer referencia al concepto de “persona”, nos lleva a considerar la “alienación” del ser humano, que lleva al individuo a sentirse “extraño a sí  mismo” o “despojado de su individualidad”. El ser humano ya no es él, se le hace o se le piensa, y responde a las imposiciones de la sociedad, de la religión o, incluso, del Estado o del aparato burocrático. También del capital o de los poderes fácticos, como los medios de comunicación social o la tecnología. Usualmente, los que somos marxistas, tendemos a atribuir dicha alienación a la sociedad capitalista; sin embargo, esa respuesta, si bien, no es incorrecta, sí es incompleta. Cuando el liderazgo de un sistema político que se dice revolucionario, y pretende proponer el socialismo, no tiene la suficiente claridad ideológica y política, también observamos la misma anulación de la persona humana y la imposición de una serie de prácticas y comportamientos que son propias del sistema que se busca superar; en nuestro caso, una sociedad que sigue siendo eminentemente capitalista y, muy escasamente, socialista. Lo que resta es la acción de un grupo de hombres en pos de la simple ambición de poder.



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Reinaldo Quijada


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